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lunes, 8 de septiembre de 2008

Te felicitamos, María, es tu cumpleaños

Cuando celebramos el cumpleaños de alguien lo felicitamos y le deseamos los mejores parabienes. Nos alegramos con la alegría de su celebración y participamos con alegría de su fiesta ofreciéndole los obsequios de nuestro amor y amistad que se traduce muchas veces en los regalos que le hacemos.
Hoy es el cumpleaños de María. Es la fiesta de la Natividad, la Virgen Madre de Dios y madre nuestra. También queremos felicitarla con nuestro más sincero amor y ofrecerle el ramos de rosas de nuestro corazón. Hoy es una fiesta muy importante de María, en la que queremos participar con mucha alegría. Una fiesta que en la devoción popular de nuestros pueblos se traduce en numerosas advocaciones en torno al misterio de María. Virgen de la Luz, Virgen del Socorro, Virgen de los Remedios, Virgen de Abona, Virgen del Pino... por mencionar algunas de las que se celebran en esta tierra canaria en sus diferentes pueblos e islas.
La liturgia toda de este día es un canto de felicitación, de alabanza y de alegría en el Nacimiento de María. Cuando digo la liturgia no me refiero sólo a la celebración de la Eucaristía, sino también a la Liturgia de las Horas a través de los diferentes momentos del día. Recogemos algunas de las expresiones que aparecen en la liturgia y que pueden ayudarnos a vivir el sentido de esta fiesta.
‘Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anuncia la alegría a todo el mundo. De ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios, que borrando la maldición nos trajo la bendición, y triunfando de la muerte nos dio la vida eterna’, que decimos en la antífona del Benedictus en Laúdes. Así nos habla también de ‘las primicias de la salvación’ que hemos recibido por el nacimiento de María en la oración litúrgica de esta fiesta. Por eso, ‘celebramos con alegría el nacimiento de María, la Virgen: porque de ella nació el Sol de justicia, Cristo el Señor’.
Y si nos habla del nacimiento del ‘sol de justicia, Cristo, el Señor’, el nacimiento de María se convierte para nosotros en la aurora. Ese resplandor que anuncia el día, que anuncia el nacimiento del sol. María es esa Aurora de la salvación porque de ella va a nacer Jesús. Así lo expresamos en la oración después de la comunión en la Misa. ‘Nacimiento de la Virgen María que fue para todo el mundo esperanza y aurora de la salvación’.
Por eso la liturgia nos habla de gozo y alegría a todo momento, gozo y alegría que podemos decir que es también el gozo y la alegría de Dios en el nacimiento de María. Dios la había escogido, la había predestinado para ser su madre, y por eso derramó sobre ella toda gracia y toda bendición. La preservó de todo pecado desde el primer instante de su Concepción en previsión de los méritos de su Hijo. Así lo celebramos hace nueve meses cuando celebrábamos su Concepción y la llamábamos Inmaculada, Purísima. Y Dios se gozó en María, en su belleza y en su santidad. ‘Hoy es el nacimiento de Santa María Virgen, que nos dice una de las antífonas de su fiesta, en cuya bella y humildad Dios se ha complacido’.
Nos felicitamos con María y felicitamos a María en la fiesta de su nacimiento. Cantamos a María y con ella queremos cantar a Dios la mejor de las alabanzas. Le ofrecemos el mejor regalo de nuestro amor que es querer copiar en nosotros su propia santidad. Por eso, con algunas de las advocaciones con que en este día la festejamos, queremos sentirla como Madre que remedia nuestros males, y la llamamos Virgen de los Remedios. Es la madre intercesora a quien acudimos y que sabemos que nos protege. Es la madre a la que confiamos todas las cuitas y deseos de nuestro corazón.
Virgen de la Luz también la llamamos, porque es la aurora que nos anuncia la Luz del Sol, Cristo el Señor, que viene a iluminar nuestras vidas. Queremos llenarnos de su luz. Queremos seguir el rastro de luz que se desprende de María, porque sabemos que si lo seguimos vamos a encontrar la Luz verdadera, Cristo el Señor.

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