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martes, 15 de abril de 2025

A pesar de nuestras oscuridades, negaciones y traiciones, tenemos que recordar que somos hijos amados de Dios y que la gloria del Señor está también en nosotros

 


A pesar de nuestras oscuridades, negaciones y traiciones, tenemos que recordar que somos hijos amados de Dios y que la gloria del Señor está también en nosotros

 Isaías 49, 1-6; Salmo 70; Juan 13, 21-33. 36-38

El camino de la vida no es siempre fácil; aparecen los cansancios y los desánimos, momentos de dificultad y de sufrimiento ante los problemas que no nos faltan, ante la situaciones de enfermedad que van surgiendo, en los encontronazos que vamos teniendo en la vida porque la convivencia no es fácil, porque no siempre nos entendemos, porque afloran resentimientos y orgullos mal curados; nos sentimos débiles, nos sentimos solos en ocasiones, no nos parece que seamos escuchados en nuestras suplicas, y nuestro corazón se llena de tormento y de desesperanza. Nos preguntamos muchas cosas, muchos por qué que no entendemos, y tenemos el peligro de verlo todo sin sentido y la tentación incluso de tirar la toalla.

El cántico del siervo de Yahvé que se nos ofrece en la primera lectura es ese cántico atormentado por el que nosotros a veces pasamos en la vida. Sin embargo aquel siervo de Yahvé se siente llamado desde las entrañas de su madre a una misión que Dios le va a confiar, se sabe elegido y amado de Dios, aunque ahora no entienda por lo que está pasando y por eso se hace muchas preguntas.

Como nosotros tantas veces en la vida, porque lo sabemos, que Dios nos ama y que también nuestro lugar en la vida tiene un sentido y una misión, aunque muchas veces nos sintamos envueltos en esas tinieblas de duda y de tentación. Es de donde tenemos que levantarnos sin perder la fe y la esperanza, porque Dios ha puesto una luz en nuestro corazón con la que también tenemos que alumbrar a los demás. Es momento de reavivar nuestra fe, de sacar a flote nuestra esperanza, de continuar firmes nuestros pasos en el camino para cumplir nuestra misión en la tierra.

¿Pasaría Jesús por esos momentos de oscuridad antes de comenzar su pasión? Lo que hoy nos relata el evangelio son partes de lo acaecido aquella noche en la cena pascual. Podíamos decir que hay un momento de desahogo de Jesús. Lleva tiempo con aquellos discípulos a quienes ha querido constituir apóstoles porque van a ser sus enviados, a ellos les va a confiar una misión. ¿Cómo andan los ánimos de los discípulos ahora que barruntan que algo especial va a suceder, porque no entienden a pesar de lo claro que Jesús les ha hablado tantas veces?

Nos dice el evangelista que ‘estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar…’ De alguna manera también los discípulos se quedan desconcertados. ‘Se miraron unos a otro perplejos porque no sabían lo que decía’. Se cruzan las miradas llenas de perplejidad e interrogantes, como las señas que le hará Pedro a Juan que estaba más cerca de Jesús, casi recostado sobre su pecho. ‘Señor, ¿quién es?’ Dolor, sentimiento de traición, desilusión, fracaso, frustración, abandono… ¿será un adelanto de lo que va a ser su oración en Getsemaní?

Jesús solamente tomará un trozo de pan untado que se lo da Judas diciéndole ‘lo que tienes que hacer hazlo pronto’. Judas se marchará a la noche, significativa imagen de la noche de la traición en la que se había sumergido, pero los discípulos siguen sin entender. Pedro, como siempre en su fervor por Jesús, porfiará que está dispuesto a dar la vida por Jesús, que sin embargo le anunciará que antes que el gallo cante – el canto de la madrugada antes de que amanezca de nuevo la luz del día, cosa bien significativa – le habrá negado tres veces.

Pero Jesús habla de que ha llegado la hora de la glorificación. ‘Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará’. Lo que parece que pudieran ser momentos de sombras y de tinieblas es sin embargo donde va a manifestarse la gloria de Dios. En el Tabor, en aquel momento sublime en que se manifestaba en su transfiguración la gloria del Señor, sin embargo Jesús con Moisés y Elías hablaban de la pasión que Jesús iba a sufrir. Y en aquel momento se escucharía la voz desde el cielo señalándolo como el Hijo amado y predilecto del Padre a quien habíamos de escuchar. Y ahora se va a manifestar lo que es ese amor de Dios, que tanto nos ama que nos entrega a su Hijo para nuestra salvación. Es su misión, la misión del enviado del Padre, manifestarnos el rostro amoroso de Dios.

A pesar de nuestras oscuridades, a pesar de los sinsabores a los que tenemos que enfrentarnos en la vida ¿no tendríamos que recordar también que somos hijos amados de Dios y que la gloria del Señor está también en nosotros? ¿No será esa la fuerza que nos hará levantarnos de nuestros cansancios y nuestros desánimos?

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