Lealtad
de corazón con serenidad de espíritu en la escucha de la Palabra que será
nuestra sabiduría y nuestra fortaleza interior para caminar por caminos de paz
Isaías 26, 1-6; Salmo 117; Mateo 7, 21.
24-27
Cuando nos sentimos con seguridad allí
donde estamos parece que comenzamos a saborear las mieles de la paz; desde esa
seguridad no tenemos miedo a los ataques que podamos recibir porque nos
sentimos protegidos por aquello o por quien nos da esa seguridad; cuando
procuramos por todos los medios mantener esa serenidad de nuestro espíritu nos
sentimos fortalecidos para afrontar todos los embates y peligros y nada nos va
a perturbar en nuestro corazón. Tarea difícil sin embargo tenemos que reconocer
cuando nos falta la confianza, tarea difícil porque quizás en momentos
determinados buscamos apoyos allí donde no vamos a encontrarlos, o porque
dejamos que la confusión se meta dentro de nuestro espíritu que como vientre de
caballo de Troya nos va a hacer perder esa estabilidad. Mantener la calma y la
serenidad, pero conocer bien la roca sobre la que hemos edificado nuestra vida.
Espiritualmente es un camino de fe el
que hemos de realizar, pero un camino que hemos de cimentar bien para que no
haya errores ni confusiones, para que no se tambalee nuestra fe cuando aparezcan
las oscuridades, para que no andemos zarandeados de una lado para otro
dejándonos arrastrar por el más fuerte o novedoso canto de sirena que pueda
sonar en nuestros oídos.
El profeta hoy nos ha hablado de una
ciudad fuerte con sus murallas y baluartes, fundamentado en la lealtad que le
da ánimos para mantenerse firme y conseguir la paz. ¿De donde saca esos ánimos
que le ponen en camino de lealtad? Porque sabe que el Señor es la Roca perpetua
que nunca fallará.
Ser leales, qué importante. Aunque nos
veamos zarandeados por muchas cosas de la vida que parece que nos quieren hacer
perder el equilibrio. Tenemos que apoyar bien fuertes nuestros pies en el
suelo, sobre esa roca que no nos falla y que nada podrá hacer resquebrajar.
Muchas veces en la vida andamos como veletas dejándonos llevar de aquí para
allá según el viento que nos sople. Nuestro anclaje tiene que ser fuerte,
nuestros principios tienen que ser inamovibles, nuestros valores no pueden ser
hoy unos y mañana cambiamos según las conveniencias.
Que importante que sigamos el camino
que hemos emprendido porque tenemos claras las metas que tenemos en la vida. Es
una madurez humana y espiritual que tiene que ir creciendo continuamente en
nosotros. No es fácil, porque son muchas las influencias que recibimos; no es
fácil, porque nos acecha la tentación de tantas ofertas que estamos recibiendo
continuamente. Cada cual quiere arrimar el ascua a su sardina, como nos dice el
refranero popular.
Por eso hoy Jesús nos habla de los
buenos cimientos que tenemos que darle a nuestra vida; no nos podemos quedar en
apariencias ni en palabras bonitas, hemos de saber enraizar bien nuestra vida.
El árbol que tiene raíces superficiales ante el menos viento es derribado. La
casa edificada sobre arena, nos dirá Jesús en sus alegorías y comparaciones, es
derribada cuando viene la tormenta y el huracán; la que está bien cimentada
sobre roca y en el lugar más oportuno permanece.
Algunas veces somos atrevidos desde
falsas seguridades cuando queremos apoyarnos solo en nosotros mismos, nos
metemos en la boca del lobo, vamos donde sabemos que nos vamos a encontrar en
peligro; tenemos que tener fuerza de voluntad pero sobre todo claridad de espíritu
para ver donde tenemos que estar y lo que tenemos que hacer.
Hoy nos dice Jesús que no nos basta
decir ‘¡Señor! ¡Señor!’, sino que es necesario algo más. Y nos habla de
la Palabra de Dios que tenemos que escuchar, y plantar en nuestro corazón. ‘El
que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos’, nos dice.
Ya en otro momento nos hablará de la
semilla que no siempre sembramos en buena tierra; eso tenemos que ser, buena
tierra, donde plantemos esa semilla de la Palabra de Dios para que pueda dar
fruto, para que sea esa sabiduría de nuestra vida, para que sea esa fortaleza
que nos mantiene firmes frente a las tentaciones del mal, esa luz que nos
ilumine, ese sentido de nuestra vida que nos ayude a caminar por caminos de
lealtad. Podremos alcanzar la paz, podemos sentirnos seguros en el Señor.
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