Vistas de página en total

sábado, 6 de abril de 2024

Como cristianos tenemos que mirar a Cristo y a su Pascua, para experimentar en nosotros el paso de Dios por nuestra vida y así ser testigos de Evangelio ante el mundo

 


Como cristianos tenemos que mirar a Cristo y a su Pascua, para experimentar en nosotros el paso de Dios por nuestra vida y así ser testigos de Evangelio ante el mundo

Hechos de los apóstoles 4, 13-21; Salmo 117; Marcos 16, 9-15

¿Tan difícil es creer? Pudiera parecer una pregunta retórica sin embargo ante esa pregunta no todos van a responder de la misma manera. Desde los que te dicen que para ellos es fácil, porque solo significa aceptar unas tradiciones o unos mandatos para la vida y realmente no se hacen más planteamientos profundos, como que para decir que de verdad somos creyentes es necesario implicar la vida en esas verdades en las que decimos que creemos, pero también los que lo consideran algo irracional, supersticiones heredades de otros tiempos, de otras tradiciones pero que nos dicen que razonablemente el hombre de hoy no tiene por qué implicarse en una vida de fe, en una vida y prácticas religiosas, o que eso lo consideran como algo del pasado o algo meramente privado y allá cada uno con su fuero interno.

Claro que cuando nos lo estamos planteando así, no sé si todos comprenderán lo mismo en relación a lo que es creer, o si nos podemos quedar en una visión superficial de la fe. Y es que decir que tengo fe no es simplemente como un barniz externo que pongo a mi vida con unos ritos o unos cumplimientos sin que realmente esté convencido, sino que es algo mucho más hondo que le va a dar un sentido y un valor a la vida. Cuando me digo creyente y creyente cristiano es mucho más lo que tenemos que manifestar o lo que realmente tenemos que hacer vida nuestra.

Cuando hablamos de fe estaremos entrando en una visión, llamémosla así, de confianza, pero una confianza que estoy otorgando desde una experiencia previa de amor. Me siento amado de Dios, y más cuando lo miro todo desde la óptica de Jesús, y estoy dando una respuesta de amor poniendo mi confianza en quien sabemos que verdaderamente nos ama. Y me convenzo de ese amor desde lo que contemplo en Jesús, pero más aun desde lo que yo voy experimentando en mi propia vida de lo que es ese amor que Dios nos tiene que nos ha entregado a Jesús. En ese amor me siento transformado, en ese amor siento que la vida tiene un distinto sentido y valor, en ese amor me siento engrandecido a pesar de todas las limitaciones que yo sé que tengo en mi vida, porque me conozco y conozco mis debilidades.

Sin embargo, no siempre es fácil, me siento envuelto en esas mismas debilidades que no me dejan dar toda esa respuesta de amor que tendría que dar a todo el amor que de Dios recibo. Son muchos los cantos de sirena que tratan de arrastrarme encandilándome con otras cosas que parece que se nos presentan más fáciles o donde no tendríamos que realizar tanto esfuerzo para superarnos. Miramos a nuestro alrededor y vemos el sentido de vida de tantos envueltos en sus superficialidades y que parece que nada les preocupa y pareciera que todo les va bien, y nos sentimos tentados. Nos ponemos con nuestros razonamientos humanos donde todo nos lo queremos explicar de manera fácil, y nos llenamos de dudas y desconfianzas.

¿Dónde está, pues, nuestra fe? Como cristiano miro a Cristo y a su Pascua. Cuando estoy contemplando a Cristo estoy sintiendo un paso de Dios por mi vida, un paso de Dios que me está diciendo que me ama y solo me pide su amor. Pero muchas veces nos cuesta mirar la Pascua de Cristo; nos sentimos como desconcertados con su sufrimiento, son su pasión y su muerte y no terminamos de contemplar toda la luz que viene a resplandecer en la Pascua, al contemplar a ese Cristo crucificado.

Todavía muchas veces seguimos buscando solo al crucificado y no terminamos de contemplarlo vivo y glorioso, no llegamos a captar todo el sentido de la Pascua. Y eso se debe también a las influencias que recibimos de mundo, a las cobardías por las que muchas veces nos dejamos arrastrar cuando tendríamos que ser verdaderos testigos de resurrección.

Hoy el evangelio de Marcos, en su concisión y brevedad nos ofrece un resumen de aquellos momentos de la Pascua de los primeros discípulos. Cuanto les costaba creer que Jesús realmente había resucitado. No aceptaban el testimonio los unos de los otros. Ni creyeron a las mujeres que fueron al sepulcro, ni querían creer a aquellos discípulos que volvieron de Emaús con sus ricas experiencias de Cristo resucitado. Finalmente Cristo se les manifiesta allí en el cenáculo y aunque en principio también se sintieron sorprendidos, terminaron creyendo en Jesús. Jesús les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, pues no habían creído a los que lo habían visto resucitado.

Definitivamente desde aquella experiencia ahora sí se convierten en los testigos que han de ir por el mundo anunciando esa Buena Nueva. Es el mandato de Jesús. ‘Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación’. Es el evangelio de la vida y de la salvación, es el evangelio del perdón y de la gracia, es el evangelio del amor de Dios, que no podemos callar. Como dirían más tarde cuando intentaban hacerlo callar y prohibirles hablar en el nombre de Jesús, dirán que no pueden callar lo que han visto y oído.

¿Nosotros podemos decir lo mismo también? ¿Es de esa manera que hacemos anuncio del evangelio? ¿Estaremos transmitiendo también lo que hemos experimentado en nuestra vida convirtiéndonos así en testigos de ese evangelio? Arranquémonos de una vez por todas de nuestras dudas y cobardías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario