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domingo, 31 de marzo de 2024

Tenemos que ponernos en camino a la Galilea de nuestra vida para seguirle viendo y seguir proclamando la Buena Noticia de la Pascua, que Cristo ha resucitado

 


Tenemos que ponernos en camino a la Galilea de nuestra vida para seguirle viendo y seguir proclamando la Buena Noticia de la Pascua, que Cristo ha resucitado

Romanos 6, 3-11; Marcos 16, 1-7

No podemos menos que repetir el mismo anuncio. Es la Buena Nueva de hoy y de siempre. Es el evangelio que nos manda proclamar Jesús. Es la Buena Noticia que estábamos esperando y para lo cual Jesús nos había pedido desde el principio que teníamos que creer, que teníamos que convertirnos para hacerla vida nuestra. Es la gran noticia del Reino de Dios que se realiza hoy y aquí entre nosotros cuando podemos proclamar, como hoy lo hacemos, a todo pulmón que Cristo ha resucitado.

Lo escuchamos en la noche de la Pascua y lo volvemos a repetir hoy. ‘¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? ¿Estáis buscando a Jesús, el Nazareno, el crucificado? No está aquí. ¡Ha resucitado! Mirad el sitio donde lo pusieron’. Efectivamente la tumba está vacía y eso hará correr a aquellas buenas mujeres que con la mejor buena voluntad del mundo aquel primer día de la semana habían ido para completar los ritos funerarios y embalsamar el cuerpo de Jesús que no habían podido hacer en la tarde del viernes, porque a la caída del sol comenzaba la pascua. Corrían a comunicarlo al resto de los discípulos que estaban aun encerrados en el cenáculo por miedo a los judíos, a que a ellos les pasara igual. ‘Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo’.


Lo de menos ahora era que la tumba estaba vacía. Magdalena lloraría a la puerta de la tumba buscando al responsable de quien había quitado de allí el cuerpo de Jesús; vendrían a corroborarlo algunos de los discípulos, Pedro y Juan en loca carrera también por las calles de Jerusalén. Estaba la palabra del ángel. Un ángel le había anunciado a María su nacimiento, ¿habría también un ángel que a ella le anunciara también que había resucitado?

Lo importante es que Jesús les va saliendo al encuentro. A las mujeres en el camino de vuelta, a María Magdalena a la entrada del sepulcro, a los discípulos encerrados en el Cenáculo. Todos van a ir teniendo la experiencia del encuentro con Cristo vivo, con Cristo resucitado. Y nacería la fe en sus corazones. Y correría el anuncio a lo largo y ancho del mundo. Y lo sentimos vivo también nosotros que también nos sale al encuentro y lo podemos vivir. Lo hemos vivido en nuestra celebración pascual y lo sentimos palpitar en nuestros corazones. Y tiene que crecer nuestra fe y convertirse también en anuncio.

Es la Pascua. Es la Pascua hoy y ahora. No es la celebración de un recuerdo. Es la celebración de algo que vivimos. Es el hoy del encuentro con Jesús resucitado. Hemos venido haciendo un camino durante la cuaresma, hemos querido subir con El hasta esta Pascua pasando por el desierto o el monte de la cuarentena, con nuestras dudas y con nuestras reticencias que se habían hecho tentaciones en nuestra vida; quisimos subir con El al Tabor, porque allí también nos había invitado para que aprendiéramos a descubrir la luz; bajamos a la llanura de la vida y fuimos escuchando sus anuncios que algunas veces parecía que se nos hacían duros a los oídos y más aun al corazón, por aquello de lo que teníamos que desprendernos, aquello de lo que teníamos que purificarnos; nos dimos cuenta que la semilla hay que enterrarla para que dé fruto y eso nos costaba; pero quisimos atravesar el pórtico del monte de los olivos para con El entrar en la ciudad santa y con cierto temor nos acercamos un poquito al Calvario.

Ha sido el camino que nos ha conducido a la Pascua, porque nos hemos dado cuenta del paso del Señor por nuestra vida que nos ha ido renovando, purificando, fortaleciendo, transformando. Hoy sentimos la alegría de la Pascua, de contemplarlo resucitado, pero de sentir cómo nos ha llevado a nosotros también a la resurrección, porque ha sido Pascua en nosotros. No es un recuerdo, es la realidad que ahora estamos viviendo, es el gozo grande que ahora se desborda de nuestro corazón, porque nos sentimos con vida nueva, con la vida del resucitado.

A nosotros también nos manda a ir al encuentro con los hermanos, a nosotros nos manda también que vayamos a la Galilea de nuestra vida, para seguirle viendo, para seguir encontrándonos con El. Galilea fue aquel lugar donde principalmente hizo su vida y el anuncio del Reino de Dios. Galilea es el día a día de nuestra vida, de nuestras familias, de nuestros vecinos y nuestros amigos, de nuestros trabajos y lo que son las responsabilidades diarias de nuestra vida. Ahí tenemos que ir con el gozo de la Pascua, ahí tenemos que ir con el anuncio de la Pascua, ahí tenemos que seguir proclamando la Buena Nueva del Evangelio, ahí en esas personas con las que convivimos o con las que nos cruzamos cada día tenemos que seguir encontrándonos con El, ahí a esas personas nosotros vamos a contagiar con la alegría de nuestra pascua.

‘Que vayan a Galilea y allí me verán’, les anunciaban los ángeles en nombre de Jesús a las mujeres que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío. Es lo que se nos está diciendo a nosotros. No es al pie del sepulcro, ni en lo alto del calvario donde tenemos que quedarnos. Es ponernos en camino a la Galilea de nuestra vida para seguirle viendo y para seguir proclamando al mundo esa Buena Noticia.

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