Tenemos
que ponernos en camino a la Galilea de nuestra vida para seguirle viendo y
seguir proclamando la Buena Noticia de la Pascua, que Cristo ha resucitado
Romanos 6, 3-11; Marcos 16, 1-7
No podemos menos que repetir el mismo
anuncio. Es la Buena Nueva de hoy y de siempre. Es el evangelio que nos manda
proclamar Jesús. Es la Buena Noticia que estábamos esperando y para lo cual Jesús
nos había pedido desde el principio que teníamos que creer, que teníamos que
convertirnos para hacerla vida nuestra. Es la gran noticia del Reino de Dios
que se realiza hoy y aquí entre nosotros cuando podemos proclamar, como hoy lo
hacemos, a todo pulmón que Cristo ha resucitado.
Lo escuchamos en la noche de la Pascua
y lo volvemos a repetir hoy. ‘¿Por qué buscáis entre los muertos al que
vive? ¿Estáis buscando a Jesús, el Nazareno, el crucificado? No está aquí. ¡Ha
resucitado! Mirad el sitio donde lo pusieron’. Efectivamente la tumba está
vacía y eso hará correr a aquellas buenas mujeres que con la mejor buena
voluntad del mundo aquel primer día de la semana habían ido para completar los
ritos funerarios y embalsamar el cuerpo de Jesús que no habían podido hacer en
la tarde del viernes, porque a la caída del sol comenzaba la pascua. Corrían a
comunicarlo al resto de los discípulos que estaban aun encerrados en el
cenáculo por miedo a los judíos, a que a ellos les pasara igual. ‘Ahora id a
decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí
lo veréis, como os dijo’.
Lo de menos ahora era que la tumba estaba vacía. Magdalena lloraría a la puerta de la tumba buscando al responsable de quien había quitado de allí el cuerpo de Jesús; vendrían a corroborarlo algunos de los discípulos, Pedro y Juan en loca carrera también por las calles de Jerusalén. Estaba la palabra del ángel. Un ángel le había anunciado a María su nacimiento, ¿habría también un ángel que a ella le anunciara también que había resucitado?
Lo importante es que Jesús les va
saliendo al encuentro. A las mujeres en el camino de vuelta, a María Magdalena
a la entrada del sepulcro, a los discípulos encerrados en el Cenáculo. Todos
van a ir teniendo la experiencia del encuentro con Cristo vivo, con Cristo
resucitado. Y nacería la fe en sus corazones. Y correría el anuncio a lo largo
y ancho del mundo. Y lo sentimos vivo también nosotros que también nos sale al
encuentro y lo podemos vivir. Lo hemos vivido en nuestra celebración pascual y
lo sentimos palpitar en nuestros corazones. Y tiene que crecer nuestra fe y
convertirse también en anuncio.
Es la Pascua. Es la Pascua hoy y ahora.
No es la celebración de un recuerdo. Es la celebración de algo que vivimos. Es
el hoy del encuentro con Jesús resucitado. Hemos venido haciendo un camino
durante la cuaresma, hemos querido subir con El hasta esta Pascua pasando por
el desierto o el monte de la cuarentena, con nuestras dudas y con nuestras
reticencias que se habían hecho tentaciones en nuestra vida; quisimos subir con
El al Tabor, porque allí también nos había invitado para que aprendiéramos a
descubrir la luz; bajamos a la llanura de la vida y fuimos escuchando sus
anuncios que algunas veces parecía que se nos hacían duros a los oídos y más
aun al corazón, por aquello de lo que teníamos que desprendernos, aquello de lo
que teníamos que purificarnos; nos dimos cuenta que la semilla hay que
enterrarla para que dé fruto y eso nos costaba; pero quisimos atravesar el pórtico
del monte de los olivos para con El entrar en la ciudad santa y con cierto
temor nos acercamos un poquito al Calvario.
Ha sido el camino que nos ha conducido
a la Pascua, porque nos hemos dado cuenta del paso del Señor por nuestra vida
que nos ha ido renovando, purificando, fortaleciendo, transformando. Hoy
sentimos la alegría de la Pascua, de contemplarlo resucitado, pero de sentir
cómo nos ha llevado a nosotros también a la resurrección, porque ha sido Pascua
en nosotros. No es un recuerdo, es la realidad que ahora estamos viviendo, es
el gozo grande que ahora se desborda de nuestro corazón, porque nos sentimos
con vida nueva, con la vida del resucitado.
A nosotros también nos manda a ir al
encuentro con los hermanos, a nosotros nos manda también que vayamos a la
Galilea de nuestra vida, para seguirle viendo, para seguir encontrándonos con
El. Galilea fue aquel lugar donde principalmente hizo su vida y el anuncio del
Reino de Dios. Galilea es el día a día de nuestra vida, de nuestras familias,
de nuestros vecinos y nuestros amigos, de nuestros trabajos y lo que son las
responsabilidades diarias de nuestra vida. Ahí tenemos que ir con el gozo de la
Pascua, ahí tenemos que ir con el anuncio de la Pascua, ahí tenemos que seguir
proclamando la Buena Nueva del Evangelio, ahí en esas personas con las que
convivimos o con las que nos cruzamos cada día tenemos que seguir encontrándonos
con El, ahí a esas personas nosotros vamos a contagiar con la alegría de
nuestra pascua.
‘Que vayan a Galilea y allí me
verán’, les anunciaban los ángeles en
nombre de Jesús a las mujeres que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío. Es
lo que se nos está diciendo a nosotros. No es al pie del sepulcro, ni en lo
alto del calvario donde tenemos que quedarnos. Es ponernos en camino a la
Galilea de nuestra vida para seguirle viendo y para seguir proclamando al mundo
esa Buena Noticia.
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