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viernes, 24 de marzo de 2023

Aquí estamos acercándonos a la hora de la Pascua, arrancando miedos, diluyendo sombras, conociendo y amando a Jesús para vivir también su hora y nuestra hora

 


Aquí estamos acercándonos a la hora de la Pascua, arrancando miedos, diluyendo sombras, conociendo y amando a Jesús para vivir también su hora y nuestra hora

Sabiduría 2, 1a. 12-22; Sal 33; Juan 7, 1-2. 10. 25-30

Todavía no había llegado su hora… nos dice el evangelista. Todo tiene su tiempo nos había dicho un día el profeta Jeremías, para trabajar y para descansar, para sembrar y para recoger, para vivir y para morir, podíamos decir resumiendo.

La hora, el tiempo oportuno. Lo utilizamos de muchas maneras en la vida. No es el momento y esperamos que sea su tiempo para sembrar, esperamos que llegue su tiempo para recoger la cosecha, esperamos que llegue su tiempo para realizar aquel proyecto con el que soñábamos, esperamos que llegue el momento para actuar, para emprender la tarea, el momento de hablar, de decir esto o aquello. Claro que siempre es el momento de amar, siempre es el momento de la hora de Dios, aunque quizás no siempre estemos atentos.

¿Habrá habido cosas en la vida en las que se nos pasó el momento? La excesiva prudencia, el estar pensándonoslo siempre pero sin llegar a tomar decisiones, los miedos y cobardías, el pensar que la cosa no estaba madura, pero quizás éramos nosotros los que no estábamos lo suficientemente maduros para tener valentía. Pudimos hacer y no hicimos, pudimos prevenir y quizás caímos en las redes…

¿Cuándo llega el momento? ¿Será para nosotros ya la hora de Dios? ¿Cómo sintonizar con esa hora de Dios? Es una sabiduría que no vamos a alcanzar por nosotros mismos, sino que hemos de dejarnos empapar por la sabiduría de Dios, abrir nuestro corazón al Espíritu divino que El nos guiará, El nos inspirará, y estemos, pues, atentos, a esa llamada, a esa inspiración divina. Porque ahora también tenemos que hacer algo, no podemos quedarnos permanentemente con los brazos cruzados.

Es tanta la obra que está en nuestras manos, es tanto lo que en esta hora de la historia nosotros tenemos que hacer. Tenemos que dejar nuestra huella, nuestra impronta, desarrollar nuestros valores, actuar con todo nuestro saber pero dejándonos al mismo tiempo que el Espíritu de Dios nos inspire y nos impulse. Se ha de notar nuestra presencia; aunque queramos ocultarnos por nuestros miedos, tenemos que dejarnos notar. No nos podemos seguir cruzando de brazos.

Me ha surgido esta reflexión dentro de mí y que comparto con ustedes, desde este evangelio un tanto paradójico que hoy se nos ofrece. La gente subía a Jerusalén porque era la fiesta de la tiendas, una fiesta judía muy importante, y Jesús se queda en Galilea. Ya sabía que en Jerusalén están al acecho ante lo que hago o lo que diga. Parece que no va a subir a Jerusalén. En un último momento se decide a subir e incluso se deja ver por el templo. De ahí los comentarios que escuchamos, en las que algunos se preguntan si será o no será.

Por otra parte algunos dudan de la autenticidad de Jesús como Mesías porque, como dicen, de Jesús saben de donde procede pero la idea extendida era que el Mesías no se sabía de donde procedía. Jesús les viene a decir que aun no lo conocen, porque ellos no quieren reconocerlo como el enviado del Padre, el enviado de Dios. Y de eso Jesús sí tenía clara conciencia. Allí está en medio de ellos, porque ese es su lugar y esa es la misión que tiene que realizar. Pero los que intentan algo contra Jesús no pueden, no son capaces de realizarlo. Como dice el evangelista, a Jesús aún no le había llegado su Hora.

Será en la siguiente subida para la Pascua, donde veremos que Jesús poco menos que tiene prisa por llegar. Los discípulos veremos que incluso se extrañan de la prisa que lleva Jesús por llegar a Jerusalén. Es consciente de que llega su hora, así lo proclamará más tarde en el momento de la cena pascual.

Aquí estamos ahora nosotros cuando ya se va acercando la hora de la Pascua, preparándonos también para ese momento en este camino cuaresmal que vamos haciendo. ¿Habrá cosas de las que tenemos que irnos purificando, miedos que hemos de ir arrancando de nuestro corazón, dudas que oscurecen nuestro espíritu que tendremos que disipar, valentías de las que tendremos que ir llenando nuestro corazón?

 

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