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viernes, 5 de agosto de 2022

La presencia de María en la vida de la Iglesia es la presencia de la madre que nos llevará de la mano siempre por el camino que nos conduce a Jesús



La presencia de María en la vida de la Iglesia es la presencia de la madre que nos llevará de la mano siempre por el camino que nos conduce a Jesús 



La presencia de una madre siempre es necesaria en el camino de la vida junto a todo ser humano; no solo porque es en el seno de la madre donde hemos sido engendrado y en su cuerpo hemos germinado a la vida y de su cuerpo recibimos nuestro ser, sino porque la mano de una madre la hemos necesitado en nuestro aprender a caminar, en nuestros primeros pasos, pero siempre ha estado como una sombra benéfica junto a nosotros y aunque en silencio muchas veces mucho de ella hemos aprendido, todo lo hemos aprendido para la vida. Triste aquellos hijos que han crecido sin el calor de una madre a su lado, porque será siempre algo insustituible aunque en nuestro orgullo y autosuficiencia muchas veces lo hayamos querido negar. 

Dios también quiso tener una madre para encarnarse y hacerse Dios con nosotros al hacerse hombre y tomar su carne de esa madre. Pero Jesús no quiso quedársela para si sino que en el momento supremo de la cruz nos la regaló, no tanto aunque así lo pareciera para que cuidáramos de esa madre, sino para que tuviéramos esa madre que nos cuidara y caminara a nuestro lado dándonos su mano maternal en ese camino de Cristo que habíamos de emprender. La madre que siempre estará a nuestro lado atenta a nuestros pasos para recordarnos siempre que hagamos lo que El nos diga, como en las bodas de Caná. 

Siempre ha estado presente María en la vida de la Iglesia, pues allá en su nacimiento en el Cenáculo con la venida del Espíritu Santo, allí también estaría ella junto a los apóstoles y a los primeros discípulos para pedir ese don del Espíritu para la Iglesia del que ella se había dejado inundar y fecundar con su sombra para darnos al Hijo de Dios como nuestro Salvador. La tradición nos habla de que Juan, a quien Jesús se la había confiado en la cruz, la tuvo junto a sí - la llevó a su casa, nos dice el evangelio -, de manera que en Efeso donde se sitúa la presencia del evangelista hasta el fin de sus días se nos muestra como recuerdo la casa de María. 

Por eso cuando la Iglesia crece y va tomando presencia en medio de la sociedad de su tiempo, pronto aparecerán aquellos lugares que nos recordarán la presencia de María. Tras ser reconocido verdaderamente como Madre de Dios en los concilios de los primeros siglos, pronto aquellos lugares que servían para el encuentro y celebración de los cristianos se convertirán en templos también en honor de María. 


Hoy en la liturgia de la Iglesia conmemoramos la dedicación de uno de esos antiguos templos en honor de María en lo que sería la Basílica de Santa María, la Mayor en Roma en el monte Esquilino. Hay tradiciones mezcladas con la historia que nos hablan de las circunstancias de la construcción de ese templo dedicado a María en los sueños de un Papa que le señalaban el lugar que apareciera cubierto de nieve en pleno agosto romano para la dedicación de este templo a María. Es el lugar que ocupa hoy en la ciudad eterna la Basílica de Santa María, la Mayor. Es por lo que esta fecha del cinco de Agosto en muchos lugares celebramos fiestas en honor de la Virgen invocándola como nuestra Señora de las Nieves, o en otros lugares como santa María, la Blanca, con lo que todo nos habla de la pureza y de la santidad de María. 

Haciendo referencia a esta Basílica romana hemos de decir que allí se conserva un Icono de la Virgen, Salus populi romani, de intensa devoción en la ciudad eterna. Sabido es que nuestro Papa Francisco cada vez que tiene que emprender un viaje pastoral por los anchos caminos del mundo, allí a los pies de María lo inicia y lo concluye como señal de que pone en manos de María esa intensa labor pastoral en el ancho mundo. 

Sintamos esa mano de la madre, esa mano de María en el camino de nuestra vida. Junto a nosotros está y es tierna la devoción que sus hijos queremos mostrarle porque siempre sentimos su protección maternal, y sabemos bien que yendo de su mano no erraremos nunca en el seguimiento del camino de Jesús. 


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