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martes, 2 de agosto de 2022

Nos falta aprender a estar con Jesús aunque los momentos sean difíciles, aunque no lo veamos con la cara, ni con sueños ni imaginaciones, sino sintiendo la fuerza de su Espíritu

 


Nos falta aprender a estar con Jesús aunque los momentos sean difíciles, aunque no lo veamos con la cara, ni con sueños ni imaginaciones, sino sintiendo la fuerza de su Espíritu

Jeremías 30,1-2.12-15.18-22; Sal 101; Mateo 14,22-36

Hay ocasiones en que nos hacemos nuestros planes, y nos parece que todo va a salir bien tal como nos lo habíamos planeado, pero en un momento determinado por unas circunstancias, que no podemos decir siempre que sean malas, los planes se nos cambian, no podemos hacer aquello tal como lo habíamos planeado y pueden ir surgiéndonos al paso muchas cosas, incluso muy positivas que tenemos que saber aprovechar; nos suele pasar que cuando nuestros planes se nos trastruecan nos ponemos de mal humor porque no conseguimos las metas que habíamos previsto, y no sabemos sacar provecho de lo nuevo que nos acontece que también nos puede llenar de mucha riqueza humana y espiritual; quizás en otro momento podemos retomar aquellos proyectos, y vamos a ver si acaso no nos van a salir de alguna manera enriquecidos.

Siguiendo el hilo del evangelio de estos días, Jesús al enterarse de que a Juan Herodes lo había mandado decapitar había querido irse con los discípulos más cercanos a un lugar apartado; pero las cosas también se le torcieron, allá se encontró con una multitud que lo esperaba, muchos enfermos que curó, la multitud hambrienta a la que tuvo que alimentar. Mucha bendición de Dios se fue repartiendo en aquellos momentos aunque pareciera que salieron otros planes.

Llega el momento en que todo termina, y después de haber multiplicado el pan milagrosamente para toda aquella gente apremia a los discípulos para que se vayan a la otra orilla en barca; mientras El se retira solo a la montaña para orar, apartándose incluso de aquella multitud que allí se había congregado. Había buscado aquellos momentos de paz, y ahora marcha solo a la montaña para orar pasando casi toda la noche en oración.

Mientras los discípulos que van en la barca se ven en una prueba. La barca no avanza, da la impresión que tienen el viento en contra, todo se les está haciendo cuesta arriba, y encima están solos, porque Jesús se quedó en la orilla. Esa prueba de la dureza de la travesía puede ser también para ellos un signo. Algo les faltaba. Les faltaba Jesús, pero era algo más, les faltaba confianza, les faltaba fe para afrontar la dificultad. Lo que al principio cuando venían con Jesús parecía que iban a ser momentos de paz y de descanso todo se trastocó. Y ahora están solos en la dificultad de enfrentarse a aquel lago cuya travesía se les está haciendo dura.  Cuántas veces la travesía se nos hace dura, y también nos encontramos con dificultades, con el viento en contra. Cómo tendría que hacernos pensar.

Como decíamos les faltaba fe para afrontar aquella dificultad, porque ahora hasta les parece ver fantasmas. Algo viene caminando sobre el agua. Se llenan de temor. Cuántos fantasmas nos creamos en nuestra mente cuando estamos pasando por un momento duro, cuantas noches de insomnio donde todo se nos revuelve en la mente y hasta nos parece todo mucho más difícil. Estaban llenos de temor.

Será Jesús el que se les adelante a decirles que no teman porque es El quien viene hasta ellos, pero les cuesta creer. Y como sucede tantas veces allí están, el primero Pedro, pidiendo pruebas. ‘Que yo pueda ir hasta ti caminando sobre el agua también’. Y Jesús le invita a acercarse. Pero Pedro no las tiene todas consigo, y teme aunque intenta caminar, pero ante la más pequeña ola comienza a dudar y a hundirse. Con qué facilidad nos hundimos. Tenemos a Jesús a nuestro lado que pronto nos tenderá la mano, pero nuestro espíritu sigue lleno de dudas y de miedos. Tendremos que aprender a orar y gritarle que nos hundimos para que tienda su mano sobre nosotros y nos salve.

Luego ya podrán decir cuando Jesús está con ellos en la barca, Pedro ha sido rescatado de su hundimiento, y el viento se ha calmado, que realmente era el Hijo de Dios. Pero el paso por la prueba había sido duro. Les faltaba aprender a estar con Jesús aunque no lo vieran con los ojos de la cara. Más tarde terminarán aprendiéndolo sobre todo después de la resurrección, aunque entonces también pasarán por momentos difíciles y delicados, hasta darse cuenta de que Jesús para siempre estaría con ellos, aunque los ojos de la cara no lo vieran, pero la presencia de Jesús ya es otra cosa.

Es lo que nosotros tenemos que vivir, lo que nosotros tenemos que aprender, lo que nosotros tenemos que saber hacer irnos a estar con Jesús, como los que se fueron al monte alto con El, como los que ahora sentían su presencia en la barca, como lo van a sentir después de la venida del Espíritu Santo, como la Iglesia sigue sintiéndolo hoy. No son fantasmas, ni sueños, ni imaginaciones, es la presencia del Espíritu de Jesús que siempre estará con nosotros.

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