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martes, 21 de junio de 2022

Dios camina siempre con nosotros, atraviesa con nosotros esa puerta estrecha y hace con nosotros el camino respetando siempre nuestros pasos y nuestra respuesta

 


Dios camina siempre con nosotros, atraviesa con nosotros esa puerta estrecha y hace con nosotros el camino respetando siempre nuestros pasos y nuestra respuesta

2Reyes 19, 9b-11. 14-21. 31-35a. 36; Sal 47; Mateo 7, 6. 12-14

Es de sana pedagogía el saber respetar el ritmo de las personas; nosotros podemos verlo todo claro, pero quizás el que está a nuestro lado no lo entiende; y algunas veces nos volvemos exigentes con nuestros ritmos; no es malo que seamos exigentes con nosotros mismos porque cada día deseemos lo mejor, tengamos deseos de superarnos y mejorar nuestra vida, pero lo que nos exigimos a nosotros mismos no lo podemos exigir de la misma manera a los demás. Si yo lo he hecho, él puede hacerlo, decimos; es cierto que si yo lo he hecho el otro puede hacerlo, pero en su tiempo, en su ritmo, en su momento dará la respuesta.

Decíamos al principio que es sana pedagogía, y nos vale en todo el tema educativo, o en lo que nosotros queremos ayudar a los demás a crecer y a madurar. Es cierto que podemos inculcar esa actitud en el otro, pero será el otro el que ha de responder. Es el respeto que mutuamente hemos de tenernos, porque cada uno tiene su dignidad y su grandeza, pero significa respetar el camino que va haciendo el otro que no sabemos lo que a él le cuesta, las dificultades que en su propio interior puede ir encontrando; él tiene su mundo.

Es la tarea que como testigos de un evangelio nosotros queremos hacer con los demás. Ofrecemos la luz, pero hay quien prefiere la tiniebla, o no ha llegado el momento en que haya aprendido a saborear esa luz que le ofrecemos; pero eso caminamos al paso de los otros, pero siguiendo su ritmo; es la muestra del respeto que le tenemos y de la valoración que hacemos de sus actos, de su vida. Pero eso en el momento oportuno daremos señales de esa luz que llevamos dentro, para que el otro la descubra y la desee, porque nunca nuestra tarea es imponer, sino ofrecer y regalar; todo es gracia que nos viene de Dios, todo es regalo de Dios para nuestra vida.

Me vengo haciendo esta reflexión desde la Palabra del Señor que hoy se nos ofrece pero desde ese respeto que tenemos hacia aquellas personas que están a nuestro lado y a los que queremos ofrecer la luz. Hay una frase un tanto enigmática que hoy Jesús nos dice sobre las perlas que son arrojadas a los cerdos; ¿qué saben los cerdos lo que es una perla? La hociquearán y la revolverán en la basura en la que se revuelcan. Esa perla preciosa de la Palabra de Dios hemos de saber ofrecerla a los que están a nuestro lado, para que descubran su valor y para que se dejen iluminar por ella, pero no vamos a imponer, vamos a ofrecer el regalo de un don de gracia.

Jesús en estas como sentencias que nos va dejando en el sermón del monte nos da unos criterios para la manera de actuar que hemos de tener con los demás. Hemos venido hablado de ese respeto que hemos de tener a los otros y a sus ritmos, pero eso se ha de traducir también en el trato que tengamos con los otros.

¿Cómo nos gustaría que nos tratasen a nosotros? ¿De una manera dura y exigente? Ya sabemos que la humildad y la sencillez de los otros nos gana el corazón. Pues esa ha de ser nuestra manera de actuar con los demás, desde esa dulzura, desde esa sencillez, desde esa humildad, desde esa sonrisa que a nosotros también nos gusta recibir. Actúa así con el otro y no te equivocarás nunca; pon amor en tu trato con los demás, y aunque quizás ahora no comprendan tus gestos de amistad, la semilla está sembrada y algún día resplandecerá también en sus vidas.

No es un camino fácil. Cuando no queremos ser exigencia para los demás sin embargo nos convertimos en exigencia para nosotros mismos; es la exigencia de nuestra paciencia, del dominio de nosotros mismos para no convertirnos en exigencia para los otros, de búsqueda de nuestro crecimiento interior porque será donde en verdad vamos a encontrar la fortaleza para nuestro darnos, para nuestra entrega.

Hoy nos contrapone Jesús la puerta amplia y espaciosa, con la puerta estrecha; el camino fácil donde simplemente lo que hacemos es dejarnos llevar por lo que salga en el momento, o el camino estrecho de exigencia, de superación de nosotros mismos, de negación de mí mismo para buscar siempre primero el bien de los demás. Puerta estrecha, camino angosto de exigencias, pero nunca camino imposible; nada hay imposible para Dios, y Dios camina con nosotros, atraviesa con nosotros esa puerta y hace con nosotros el camino. ¿Queremos mayor estímulo y ayuda?

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