Contemplar
el Corazón de Jesús es aprender la lección del amor que llena de ternura
nuestros corazones y le da una nueva sintonía a nuestro mundo
Ezequiel 34, 11-16; Sal 22; Romanos 5, 5b-
11; Lucas 15, 3-7
Todos
necesitamos amor; el mundo está ansiando amor, es un camino de plenitud que
todos deseamos encontrar. Sin el amor sentiremos el vacío más hondo que no
sabemos dónde llenar.
Aunque sea la
palabra más repetida, aunque hablemos de tantas formas de amor que la lista
parecería interminable, los poetas de mil maneras nos hablen románticamente del
amor, terminemos incluso llamando amor a cualquier cosa que suscite pasión,
pero siguen habiendo corazones rotos y con tantas heridas producidas por las
confusiones del amor, siguen apareciendo hambrientos de amor que no terminan de
encontrarlo, las miradas siguen frías porque no han encontrado esa chispa que
las encienda en un nuevo calor y seguiremos encontrando caminantes
desorientados que lo buscan y no lo encuentran, que dan vueltas y vueltas en su
búsqueda pero siguen sufriendo la soledad del amor. Muestra un poquito de
ternura y pronto encontrarás a tantos que se pegarán a ti en búsqueda de esa
ternura.
¿Dónde
encontraremos esa ternura y ese amor verdadero que nos llene de plenitud y de
felicidad? ¿Dónde podemos encontrar ese amor que no solo llene nuestros vacíos
existenciales sino que nos conduzca a lo que nos pueda hacer sentir la mayor
grandeza del ser humano? Porque estamos hechos para el amor. La creación de la
vida nació del amor más profundo de Dios que nos transmite y hace partícipes de
su misma esencia.
Hoy estamos
los cristianos celebrando una gran fiesta del amor simbolizado en el corazón de
Cristo, en el corazón de Jesús. Su presencia entre nosotros siendo Emmanuel es
la prueba más grande del amor que Dios nos tiene, nos dio y nos entregó a su
propio Hijo. Por eso siempre contemplar a Jesús es contemplar el amor de Dios.
Se manifiesta en cada gesto y en cada instante de su vida, lo vemos significado
en su presencia en medio del pueblo elegido con su cercanía y con sus signos de
amor.
El profeta nos había anunciado, como
hoy se nos presenta en las lecturas de la liturgia, como el pastor que viene a
apacentar a su rebaño en los mejores pastos escogidos. ‘Yo mismo buscaré mi
rebaño y lo cuidaré… Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo
de mi rebaño y lo libraré… Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada;
vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y
robusta la guardaré: la apacentaré con justicia…’
Y nos habla Jesús en la parábola del
evangelio del pastor que busca a la oveja perdida y hará fiesta cuando la ha
encontrado. Es Jesús ese Buen Pastor, como nos dirá repetidamente en otro
momento. Así es el amor que Dios nos tiene. Como nos decía el apóstol, ‘el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que
se nos ha dado… Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía
pecadores, Cristo murió por nosotros’.
Contemplar a Jesús es aprender de El lo
que es el amor verdadero, es comenzar a llenar también nuestro corazón de amor
para que encontremos esos caminos de felicidad y de plenitud. ‘Venid a mí
los que estáis cansados y agobiados, nos dirá en otro momento, aprended
de mí que soy manso y humilde de corazón’. Esa mansedumbre y esa humildad
que es el gran signo de que hemos llenado el corazón del amor verdadero.
Es la verdadera ternura que hemos de
poner en nuestro corazón para que aprendamos a ir de manera nueva al encuentro
con los demás. Vayamos con esa ternura, vayamos con esa sencillez y humildad de
manifestarnos como somos incluso con nuestras debilidades, vayamos con esa
mansedumbre de espíritu y veremos cómo iremos sintonizando de verdad con los
corazones de los demás y estableciendo una nueva sintonía para nuestro mundo.
¿No decíamos antes que si manifestamos un poco de ternura pronto encontraremos
cómo muchos quieren apegarse a nuestro corazón para disfrutar de ella?
Muchos corazones rotos se van a ver
curados, muchos ojos se llenarán de un nuevo brillo, muchos corazones vacíos
comenzarán de nuevo a tener vida, muchos van a encontrar ese rumbo que les
lleve a ellos también de plenitud y de felicidad. Muchos aprenderán también lo
que es el amor que va más allá de unas palabras bonitas o de un momento de pasión
y comenzarán a darle a la mutua relación un nuevo sentido y valor. Porque
cuando nosotros nos llenamos de amor verdadero nunca lo guardaremos para
nosotros mismos sino que iremos repartiendo esa nueva vida a cuantos
hambrientos deambulan a nuestro alrededor.
Aprendamos del corazón de Cristo que
hoy estamos contemplando y celebrando.
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