La
fuerza poderosa de la gracia se manifiesta en la debilidad como se manifestó en
aquellos discípulos que escogió el Señor para que fueran sus apóstoles
Génesis 41,55-57; 42,5-7.17-24a; Sal 32;
Mateo 10,1-7
‘Id y proclamad que ha llegado el
reino de los cielos’. Es la misión que confía a los doce apóstoles que ha
elegido entre todos los que le siguen. Es lo que nos relata hoy el evangelio. Y
los envía con una misión, el anuncio de la llegada del Reino. Y para ello les
da poder para poder realizar las señales de que el Reino de Dios ha llegado.
‘Y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda
enfermedad y toda dolencia’. Si Dios es en verdad el único Señor de nuestra
vida, eso viene a significar la expresión del Reino de Dios, nada nos puede
esclavizar. Son las señales con las que vamos a expresar que ha llegado el
Reino de Dios a nosotros.
Jesús ha elegido a Doce. ¿Por qué estos
y no otros? Los designios de Dios son inescrutables. Podríamos decir que la
trayectoria que fueron siguiendo estos discípulos de seguimiento de Jesús no
fue fácil. Al final incluso uno le traicionó. Pero es que todos se dieron a la
desbandada cuando fue cogido preso en Getsemaní; le abandonaron y huyeron; los
veremos escondidos en el cenáculo, aun cuando han llegado noticias de que había
resucitado.
Pero antes, cuanto les costaba entender
a Jesús. Andaban cada uno según sus intereses, ‘queremos los primeros
puestos a tu derecha y a tu izquierda’, dirán algunos; por el camino a la
espalda de Jesús iban siempre discutiendo por los primeros puestos o quien era
el más importante entre ellos, desconfiaban los unos de los otros porque cuando
los Zebedeos piden los primeros puestos los otros diez por detrás están recociéndose
en sus humanas envidias.
Pero son los que eligió Jesús, con los
que quiere contar, a los que explicará con especial detalle todo el sentido del
Reino de Dios aunque no lo entiendan, a quienes les anuncia lo que va a suceder
en Jerusalén aunque a ellos no les entre por la cabeza; por allá estará Pedro intentando
disuadir a Jesús de que lo que está anunciando no le puede pasar.
Pareciera que estamos pintando un
cuadro muy oscuro de aquellos a los que Jesús eligió, pero fue la realidad.
Solamente después de la Pascua, que también mucho les costó entender, después
de verle resucitado y después de la venida del don del Espíritu valientes se
lanzarán a cumplir la misión de Jesús.
Pero esto nos puede servir frente a
pensamientos que se nos pueden pasar por la cabeza o incluso cosas que nos
pueden echar en cara de los momentos de la Iglesia, e incluso de los momentos
que podemos vivir hoy. quienes hemos sido o han sido llamados para una misión
dentro de la Iglesia son seres humanos como todos los hombres, con los que
quiere contar el Señor; pero con qué facilidad hacemos nuestros juicios y
condenas, con qué facilidad se habla de la Iglesia, de sus sacerdotes o de sus
pastores siempre con un juicio critico y condenatorio.
Somos seres humanos y como tales no
somos perfectos. Pero nadie está dentro del corazón de los demás para saber
cuales son sus luchas interiores, sus deseos de superar defectos y debilidades,
su ansia de superarse para ser mejores y actuar de la mejor forma a la manera
de Cristo. ¿Quiénes somos para condenar a los demás?
Pero además en una visión de fe como
creyentes y cristianos que somos tendríamos que reconocer que los pastores que
tenemos son aquellos con los que ha querido contar el Señor; como con aquellos discípulos
a los que escogió para ser apóstoles. Y como reconocería san Pablo la fuerza de
la gracia se manifiesta a través de nuestra debilidad. Quien actúa es el Espíritu
del Señor que se vale de esos vasos de barro con toda su debilidad y que
incluso muchas veces se pueden romper, pero que han sido los instrumentos
elegidos por el Señor para hacernos llegar su gracia.
Creo que los que de verdad amamos la
Iglesia, quienes queremos vivir esa actitud y postura de creyentes han de
saber, hemos de saber tener otra mirada, llenando también nuestro corazón de
comprensión y misericordia para descubrir detrás de esas debilidades humanas la
fuerza de la gracia del Señor.
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