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miércoles, 7 de julio de 2021

La fuerza poderosa de la gracia se manifiesta en la debilidad como se manifestó en aquellos discípulos que escogió el Señor para que fueran sus apóstoles

 


La fuerza poderosa de la gracia se manifiesta en la debilidad como se manifestó en aquellos discípulos que escogió el Señor para que fueran sus apóstoles

Génesis 41,55-57; 42,5-7.17-24a; Sal 32; Mateo 10,1-7

Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos’. Es la misión que confía a los doce apóstoles que ha elegido entre todos los que le siguen. Es lo que nos relata hoy el evangelio. Y los envía con una misión, el anuncio de la llegada del Reino. Y para ello les da poder para poder realizar las señales de que el Reino de Dios ha llegado.  ‘Y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia’. Si Dios es en verdad el único Señor de nuestra vida, eso viene a significar la expresión del Reino de Dios, nada nos puede esclavizar. Son las señales con las que vamos a expresar que ha llegado el Reino de Dios a nosotros.

Jesús ha elegido a Doce. ¿Por qué estos y no otros? Los designios de Dios son inescrutables. Podríamos decir que la trayectoria que fueron siguiendo estos discípulos de seguimiento de Jesús no fue fácil. Al final incluso uno le traicionó. Pero es que todos se dieron a la desbandada cuando fue cogido preso en Getsemaní; le abandonaron y huyeron; los veremos escondidos en el cenáculo, aun cuando han llegado noticias de que había resucitado.

Pero antes, cuanto les costaba entender a Jesús. Andaban cada uno según sus intereses, ‘queremos los primeros puestos a tu derecha y a tu izquierda’, dirán algunos; por el camino a la espalda de Jesús iban siempre discutiendo por los primeros puestos o quien era el más importante entre ellos, desconfiaban los unos de los otros porque cuando los Zebedeos piden los primeros puestos los otros diez por detrás están recociéndose en sus humanas envidias.

Pero son los que eligió Jesús, con los que quiere contar, a los que explicará con especial detalle todo el sentido del Reino de Dios aunque no lo entiendan, a quienes les anuncia lo que va a suceder en Jerusalén aunque a ellos no les entre por la cabeza; por allá estará Pedro intentando disuadir a Jesús de que lo que está anunciando no le puede pasar.

Pareciera que estamos pintando un cuadro muy oscuro de aquellos a los que Jesús eligió, pero fue la realidad. Solamente después de la Pascua, que también mucho les costó entender, después de verle resucitado y después de la venida del don del Espíritu valientes se lanzarán a cumplir la misión de Jesús.

Pero esto nos puede servir frente a pensamientos que se nos pueden pasar por la cabeza o incluso cosas que nos pueden echar en cara de los momentos de la Iglesia, e incluso de los momentos que podemos vivir hoy. quienes hemos sido o han sido llamados para una misión dentro de la Iglesia son seres humanos como todos los hombres, con los que quiere contar el Señor; pero con qué facilidad hacemos nuestros juicios y condenas, con qué facilidad se habla de la Iglesia, de sus sacerdotes o de sus pastores siempre con un juicio critico y condenatorio.

Somos seres humanos y como tales no somos perfectos. Pero nadie está dentro del corazón de los demás para saber cuales son sus luchas interiores, sus deseos de superar defectos y debilidades, su ansia de superarse para ser mejores y actuar de la mejor forma a la manera de Cristo. ¿Quiénes somos para condenar a los demás?

Pero además en una visión de fe como creyentes y cristianos que somos tendríamos que reconocer que los pastores que tenemos son aquellos con los que ha querido contar el Señor; como con aquellos discípulos a los que escogió para ser apóstoles. Y como reconocería san Pablo la fuerza de la gracia se manifiesta a través de nuestra debilidad. Quien actúa es el Espíritu del Señor que se vale de esos vasos de barro con toda su debilidad y que incluso muchas veces se pueden romper, pero que han sido los instrumentos elegidos por el Señor para hacernos llegar su gracia.

Creo que los que de verdad amamos la Iglesia, quienes queremos vivir esa actitud y postura de creyentes han de saber, hemos de saber tener otra mirada, llenando también nuestro corazón de comprensión y misericordia para descubrir detrás de esas debilidades humanas la fuerza de la gracia del Señor.

 

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