Jesús
quiere arrancar el mal de lo más hondo de nosotros para que sintamos esa
libertad interior, por eso nos regala el perdón que nos hará sentir la
verdadera paz
Génesis 32, 23-33; Sal 16; Mateo 9,32-38
Lo había anunciado con palabras del
profeta en la sinagoga de Nazaret. Jesús ha venido para dar libertad a los
oprimidos. Por eso proclamaba el año de gracia del Señor; el año de gracia era
aquel en el que las deudas quedaban condonadas y los que carecían de libertad
eran liberados. Los signos que va realizando Jesús son la señal, la muestra de
esa liberación.
En el evangelio se habla con frecuencia
de los endemoniados, o sea, de aquellos que estaban poseídos por el espíritu
del mal; el que está poseído o dominado, sea de la forma que sea, no es libre
para hacer lo que desea; la posesión significa ese dominio que se ejerce sobre
algo o sobre alguien; poseído por el espíritu del mal, se sentirá impelido a
hacer las obras del mal, como el esclavo que no puede hacer sino lo que su amo
le mande hacer. El poseído no puede ser él mismo, no podrá expresar lo que son
sus verdaderos sentimientos, no podrá actuar con verdadera libertad, no podrá
tener su proyecto de vida personal, no podrá dejar de hacer aquello que no
quiere hacer. Y no es eso lo que Dios quiere para la persona, creados a imagen
y semejanza de Dios, lo que significa con capacidad de conocimiento y de
decisión.
Creo que tenemos que entender muy bien
lo que el evangelio quiere expresarnos cuando nos muestra a Jesús expulsando
demonios. Con la misma autoridad con que Jesús expulsa a los demonios – aunque
como vemos en el evangelio de hoy hay quienes quieren negarle esa autoridad a
Jesús – le veremos por otra parte no solo curando a los enfermos sino sobre
todo perdonando a los pecadores. Todo es signo de esa liberación que Cristo
quiere realizar en nuestra vida. Nos quiere Jesús liberados, que nada ni nadie
nos domine ni nos esclavice; por eso quiere arrancar el mal de lo más hondo de
nuestro corazón para que sintamos esa libertad interior, por eso nos regala el
perdón que nos hará sentir la verdadera paz.
Seamos conscientes de esa liberación
que necesitamos en nuestra vida, porque bien sabemos cómo el mal nos domina
tantas veces en nuestra vida. Cuántas veces nos sentimos inclinados al mal y
nos parece que no podemos liberarnos de esa inclinación; cuántas veces nos
cegamos en nuestro interior con las diferentes pasiones y nos parece que aunque
quisiéramos no podemos superar ese momento que nos llena de maldad; cuántas
veces el orgullo o el amor propio nos dominan de tal manera que ya no sabemos
actuar bien con los demás sino que nos aparece la malquerencia, la envidia o el
resentimiento, los deseos de venganza o la violencia, y nos convertimos
ciegamente en destructores de los otros.
Cuánto tendríamos que analizar en
nuestra vida para darnos cuenta de esas esclavitudes de las que dependemos.
Claro que también tendríamos que pensar en esas esclavitudes que nosotros
imponemos a los demás cuando no les dejamos ser ellos mismos, cuando
manipulamos y tratamos de dominar de la manera que sea a nuestros semejantes.
Nosotros no podemos ser signos del dominio del mal, sino signos de liberación
para los que nos rodean.
Jesús llega a nosotros con su compasión
y con su misericordia; parecemos muchas veces esas ovejas descarriadas que
andan a la deriva en la vida sin pastor. Es lo que nos expresa hoy el evangelio
cuando nos habla de aquellas multitudes que acudían a Jesús, que le llevaban a
sus enfermos, pero que Jesús en su compasión sentían lástima de ellos como
andaban como ovejas sin pastor. Y ya nos damos cuenta que no se refería
solamente a aquellas gentes que contemplamos en esas hermosas páginas del
evangelio, sino que nos está mirando hoy, a nosotros y a nuestro mundo.
‘Las mies es abundante, pero los
trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores
a su mies’, termina diciendo Jesús.
Una oración que tenemos que elevar a Dios pero también una misión que hemos de
asumir para ser esos signos de liberación para cuantos nos rodean.
No hay comentarios:
Publicar un comentario