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lunes, 17 de mayo de 2021

Podremos sentirnos abandonados de los apoyos humanos, pero siempre el Señor nos dejará una señal de que con su presencia no estamos solos porque El ha vencido al mundo

 


Podremos sentirnos abandonados de los apoyos humanos, pero siempre el Señor nos dejará una señal de que con su presencia no estamos solos porque El ha vencido al mundo

Hechos de los apóstoles 19, 1-8; Sal 67; Juan 16, 29-33

Hay momentos en la vida en que parece que todo se nos viene abajo. Como una bomba que cae y deja todo destruido a su alrededor. La vida quizás nos iba marchando con normalidad, siempre tenemos nuestra luchas, pero también está la ilusión y el entusiasmo que vamos poniendo en lo vamos haciendo, los proyectos que nos planteamos, las metas a las que queremos llegar; constatamos que somos débiles y a pesar de toda la ilusión que ponemos siempre nos encontramos trabas en nosotros mismos.

Pero de repente nos sucede algo inesperado y es como si el mundo se nos viniera abajo; se van por tierra todos aquellos proyectos, aquellas metas que nos habíamos trazado; incluso quizá en nuestro fracaso sentimos un frío en nuestro derredor en las personas en las que confiábamos pero que ahora nos han dejado solos. Nos cuesta levantar cabeza, tenemos que poner mucha voluntad para seguir en la lucha y tratar de rehacer la vida, mucho le pedimos al Señor también que nos ayude pero parece que también por esa parte se hiciera un silencio que se convierte en mi doloroso.

Son experiencias de vida que podemos haber tenido, o que palpamos en gente de nuestro entorno, algún amigo con confianza quizá nos habrá hablado de sus fracasos y de sus momentos de hundimiento. ¿Nos estará hablando de esto hoy Jesús en el evangelio?

La escena sigue correspondiendo a la última cena de Jesús antes de su pasión. En la medida en que había ido transcurriendo parecía que algunos nubarrones que se cernían sobre ellos comenzaban a desaparecer. Ahora parece que los discípulos se muestran más confiados, porque realmente lo habían venido pasando mal porque no entendían muchos de los gestos de Jesús ni los anuncios que les hacía. Ahora parece que sí, que comienzan a creer, pero Jesús viene a preguntarles algo así como si están seguros.

Como una bomba Jesús les dice que ya ha llegado el momento en que ellos se van a dispersar y a dejarlo solo. Es lo que sucederá en breves momentos en Getsemaní cuando aquellos esbirros que venían con Judas al frente prenden a Jesús. Todos se dispersaron y huyeron. Dolorosa es la traición de Judas, pero será en cierto modo peor la huída de todos llenos de miedo, y la negación incluso de Pedro en el patio del pontífice.

Así será el grito angustioso de la oración de Jesús en el huerto, pero también las palabras con las que desde la cruz recitará el salmo: ‘¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?’ Pero como les está diciendo ahora Jesús estaba solo pero no estaba solo. Estaba solo porque sus discípulos más queridos y más cercanos se habían dispersado y huido llenos de miedo, pero no estaba solo porque no le faltaba la presencia del Padre, a pesar de las palabras del salmo.

La confianza de Jesús en el Padre estaba por encima de todo. Por eso terminará a la hora de su muerte ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’ como un eco de aquellas sus primeras palabras a la entrada en el mundo ‘¡Aquí estoy, oh Padre, para hacer tu voluntad!’ Y es que por encima de todo estaba el amor, la entrega de Jesús.  Por eso hoy terminará diciéndonos ‘Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo’.

Yo diría ahora, conforme a lo que hemos reflexionado en otros momentos, que a través de esta plantilla de los anuncios y las palabras de Jesús tratemos de mirar nuestra vida. Hablábamos al principio de esas experiencias de fracaso que muchas veces sufrimos en la vida. Muchas situaciones duras, difíciles, problemáticas a las que tenemos que enfrentarnos y en las que pasamos también por ese calvario, por esas soledades, por esa sensación de impotencia. Escuchemos las palabras de Jesús que nos hablan de las luchas que vamos tener en la vida, pero nos dice ‘tened valor: yo he vencido al mundo’. La victoria de Jesús parte de lo que es por encima de todo su ofrenda de amor y de cómo se pone en las manos del Padre.

¿No será ese el camino que al final tendremos que recorrer en nuestra vida? ¿No tendremos que saber hacer esa ofrenda de amor en esos momentos oscuros, que son de todo tipo, para que de verdad encontremos el camino de la victoria como la de Cristo? Podremos sentirnos solos de los apoyos humanos, pero siempre el Señor nos dejará una señal de que la presencia del Señor no nos deja solos y abandonados. Será turbio y doloroso el camino, lleno de amarguras y de sinsabores, con soledades amargas y con muchas lágrimas en los ojos y en el corazón, pero como Jesús sepamos ponernos en las manos del Padre y no nos sentiremos abandonados.

El final, seguramente, terminaremos dando gracias.

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