Nos
cuesta entender el camino del Reino que ha de pasar siempre por el camino del
servicio, de la humildad, del amor, del perdón como Jesús en la cruz
Jeremías 18, 18-20; Sal 30; Mateo 20, 17-28
Con lo que yo había hecho por esas
personas… es el pensamiento, la queja
llena de dolor y que al mismo tiempo se hace oración cuando sentimos la
ingratitud de las personas, cuando nos vemos maltratados, criticados,
vilipendiados si todas nuestras intenciones eran buenas, lo que queríamos era
hacer el bien, incluso a esas personas que ahora nos critican y maltratan tanto
bien quisimos hacerle. Pero son las tornas que tantas veces se vuelven en
contra en la vida, que nos produce mucho dolor, que hasta sentimos una rabia
interior casi con ganas de tirarlo todo por la borda y no volver actuar así,
porque hasta nos sentimos como tontos y el hazmerreír de las gentes.
Experiencias duras y llenas de amarguras a las que a veces tenemos que
enfrentarnos.
Es lo que nos expresa hoy el profeta
Jeremías cuando se ve rodeado de aquellas gentes a las que había querido servir
desde la Palabra del Señor anunciada y además en los momentos tan difíciles por
los que pasaba el pueblo. ‘¿Se paga el bien con el mal?, ¡pues me han cavado
una fosa! Recuerda que estuve ante ti, pidiendo clemencia por ellos, para
apartar tu cólera’.
Este texto del profeta y que refleja
situaciones semejantes por las que habremos pasado en alguna ocasión nos sirve
además de paralelo al texto del evangelio que hoy se nos propone. Van subiendo
a Jerusalén y Jesús les anuncia todo lo que allí va a suceder. Es un anuncio
repetido con pocos versículos por medio en aquel camino. Allí va a ser
entregado Jesús en manos de los gentiles y le darán muerte. Por medio ha estado
también el episodio de la transfiguración en el monte para fortalecer la fe de
los discípulos. Pero a los discípulos les cuesta entender.
En otro momento sería Pedro el que
trataría de quitarle esas ideas de la cabeza de Jesús. ‘Eso no te puede
pasar’, le dirá de manera que Jesús lo aparta de su lado porque le dice que
lo está tentando como el diablo. Pero ahora serán otros dos de los discípulos
los que vendrán con sus sueños porque no han terminado de entender las palabras
de Jesús. En este caso se valen de la madre, que intercede por ellos. ‘Que
estos dos hijos míos estén uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu Reino’.
La ambición por los primeros puestos que tantas veces ha aflorado.
‘¿Podéis beber el cáliz que yo he de
beber?’ es el interrogatorio de
Jesús, y que bien podrían comprender porque Jesús les ha hablado hace unos
instantes de su pasión y de su muerte. Muy lanzados dirán que sí, creo que sin
pensarlo demasiado de manera que Jesús les dice que beberán el cáliz, pero los
primeros puestos los tiene reservado el Padre del cielo.
Tampoco lo entenderán por lo que Jesús
insistirá que entre ellos no puede suceder como entre los poderosos de este
mundo, que andarán dándose de codazos por colocarse en los primeros puestos.
Jesús les dirá que los primeros puestos son para los que se hacen los últimos –
es para quienes los tiene reservado el Padre del cielo como tantas veces Jesús
ha repetido en el evangelio - y que hay
que hacerse el último y el servidor de todos. Aunque eso no sea comprendido,
aunque eso parezca un bajarse de nivel, aunque eso tenga la resonancia de
aquello que le paso a Jeremías que se dio por los demás e incluso intercedió
por ellos y ahora por esos mismos se ve vilipendiado y perseguido.
Aquello que decíamos al principio que
nos costaba tanto aceptar y nos dolía con rabia por dentro, pero es que en el
camino de Jesús estamos para servir y para hacer el bien, aunque no seamos
correspondidos, aunque se nos pongan en contra, aunque tengamos que sufrir
mucho dentro de nosotros.
Es el camino del amor que será el que
nos dará la verdadera felicidad, el que en verdad nos hará grandes, por donde
tenemos que caminar para ser los primeros, pero no en excelencias sino en las
posturas del servicio, de la humildad, de la entrega generosa, del olvidarnos
de nosotros mismos. En silencio, sin grandes alardes, amando siempre sin
medida, abriendo el corazón al amor, siendo capaces de interceder también por
aquellos que nos injurian, que Jesús en la cruz dijo ‘Padre, perdónales
porque no saben lo que hacen’.
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