La
historia, maestra de la vida, con ojos de fe se hace para nosotros historia de
salvación donde siempre descubriremos el actuar de Dios por el bien del hombre
Génesis 37, 3-4. 12-13a. 17b-28; Sal 104;
Mateo 21, 33-43, 45-46
La historia es maestra de la vida. Esos
acontecimientos vividos, ya sea en nuestra historia personal, ya sea
aprendiendo de lo que ha sucedido en otros tiempos y a otras personas puede
ayudarnos a leer esos acontecimientos, encontrar el sentido de lo que hacemos y
también, ¿por qué no? de los errores del pasado aprender para no repetirnos en
los mismos tropiezos, aunque no siempre lo logramos por ser malos aprendices.
Cuando hacemos una lectura atenta de lo
que ha ido sucediendo a través de la historia, aprendemos; es una sabiduría acumulada
en el pensamiento de tantos antes que nosotros que supieron buscar un sentido a
la vida, que aprendieron desde lo acontecido a sacar pautas para nuestro actuar
y hasta en muchas ocasiones aquellos acontecimientos sucedidos en otro tiempo
pueden ser como calcos de lo que ahora nos sucede y es donde tenemos que
aprender. Es lo que llaman la filosofía de la historia que es también la
historia de la filosofía o lo que es lo mismo del pensamiento del ser humano
que reflexiona sobre lo que le sucede y deduce principios de vida y pautas para
nuestro caminar.
Pero el creyente añade algo más a todo
eso que en lo humano podemos descubrir y nos puede ayudar. Para el creyente
vista la historia igual que mira la vida con ojos de fe para descubrir la
presencia de Dios termina reconociendo que la historia es para nosotros una
historia de salvación. Llamamos habitualmente historia de salvación todo lo que
la Biblia nos refleja de la historia de aquel pueblo, porque en ese pueblo de
manera especial vemos el actuar de Dios que aun dejando al hombre en la entera
libertad para su actuar, como don que le ha regalado el Señor, sin embargo Dios
se va haciendo presente en esa historia y nos va guiando en ese camino aunque
muchas nos lo queremos construir solamente a nuestra manera.
Por eso para nosotros la Biblia se ha
convertido en libro sagrado que nos trasmite lo que es la voluntad y el deseo
de Dios, la Palabra de Dios. Un camino que ha recorrido la humanidad que muchas
veces se ha convertido en camino de contradicciones, pero que es también y así
se nos refleja un camino de fidelidad pero también de infidelidades. Pero
siempre detrás de todo ese actuar del hombre veremos la presencia y el actuar
de Dios, presencia que es siempre presencia de amor, llamada de amor de Dios al
hombre para que sepamos descubrir el camino de felicidad que Dios traza para el
hombre.
Lo que hoy nos han trasmitido los dos
textos sagrados que se nos ofrecen en la liturgia de este día es una imagen de
todo esto que venimos reflexionando. La historia de José y sus hermanos, los
hijos de Jacob, es un fiel reflejo de nuestra historia tan llena de ambiciones,
envidias, rivalidades y traiciones. Lo vemos en esos pocos versículos que hoy
hemos escuchado y es fiel reflejo de nuestra vida. Pero además hay algo más y
es como Dios a través incluso de esos hechos de maldad y de inhumanidad va
guiando los hilos de la historia y eso se va a convertir en momento muy
importante en todo lo que seria la historia de la salvación. Todo el camino del
éxodo arranca de este momento es que José es vendido y llevado como esclavo a
Egipto, camino que será historia en la que Dios se manifestará para ofrecer su salvación
a aquel que iba a ser su pueblo.
Pero es que además Jesús con la
parábola que nos propone hoy en el evangelio le hace también una lectura de la
historia llena de infidelidades y traiciones de aquel que había sido su pueblo
y que había cuidado como el agricultor que había plantado su viña y había
preparado debidamente su finca. Una viña, una historia, una vida que había
confiado Jesús a su pueblo, pero el pueblo no había sabido rendirle sus frutos.
Bien entendieron los fariseos y los jefes del pueblo la parábola que les proponía
Jesús, porque luego fueron más fuertes sus deseos de quitarlo de en medio.
Pero no miramos solo para detrás para
quedarnos en otras historias o cosas sucedidas en otros tiempos; miramos lo que
es nuestra propia historia, nuestra propia vida bien reflejada tanto en la
parábola como en la historia de José. Es la lección que tenemos que aprender,
son los ojos nuevos con que tenemos que mirar, porque vamos a mirar la historia
de nuestra vida con la mirada de Dios, con los ojos de Dios. A través de ese
filtro si veremos todos los matices de nuestra historia pero sobre todo tenemos
que descubrir todo lo que es el amor que Dios nos tiene que a pesar de nuestras
infidelidades nos sigue llamando y sigue queriendo contar con nosotros.
Leyendo la historia para tener la
lección bien aprendida pone una nueva página en blanco en nuestras manos para
que escribamos el ahora de nuestra historia, el ahora de nuestra vida siempre
con la esperanza de un día llegar a la meta con una hermosa nueva historia de
salvación, para alcanzar la salvación definitiva y final que Dios nos ofrece.
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