Nuevos retos, nuevos horizontes, nuevos caminos se abren ante
nosotros porque Jesús pone unas nuevas redes en nuestras manos para ser
pescadores de hombres
1Corintios 3, 18-23; Sal 23; Lucas 5, 1-11
No creía que de ahí se
podría obtener ese resultado, pensaba que nada se podía hacer, algo así decimos
cuando nos sorprendemos de algo que se consiguió de donde nosotros pensábamos
que no se podía sacar nada; lo habíamos dado por imposible. Será el fruto de un
trabajo –cuantas veces nos pasa algo así en nuestras cosechas del campo -, será
algo que se emprendió cuando nosotros lo dábamos por imposible, pero que llegó
alguien capaz de iniciativas ilusionantes, con mucho empeño, y se propuso
llevar adelante aquel proyecto y al final fueron buenos los resultados.
Quizá haga falta
alguien que anime, alguien que sea de verdad emprendedor, que ponga ilusión en
lo que hace y despierte en nosotros deseos de esforzarnos para obtener el
resultado. Cuántas veces cuando se abren ante nosotros nuevas expectativas nos
llenamos de miedo, no nos atrevemos a emprender, nos encerramos en lo que
siempre se ha hecho y como se ha hecho siempre, parece que estamos como muertos
que necesitamos que alguien nos despierte, nos resucite.
Jesús viene a decirnos
que es posible un mundo nuevo, frente a tantos pesimismos con los que nos
envolvemos; las rutinas nos pueden y nos vencen y no somos capaces de lanzarnos
a algo nuevo, a hacer de verdad nuevo y mejor ese mundo del que no estamos tan
contentos. Quizá alguna vez lo intentamos, pero costaba mucho, no hallábamos la
forma ni la respuesta a esa inquietud que podía haber habido en nosotros y esa
inquietud se murió. Es que lo intenté, es que tantas veces he querido hacer las
cosas distintas, pero no he podido, he vuelto a las andadas.
¿No nos pareceremos en
parte a Pedro que cuando Jesús le dice que reme mar adentro para echar las
redes lo primero que hace es decir que estuvo toda la noche intentándolo y no
consiguió nada? Es la respuesta que damos tantas veces. Nos falta esperanza,
nos falta fe. Sin embargo en aquella ocasión a pesar de los pesimismos Pedro
confió y echó la red. Porque Tú lo dices, ‘en tu nombre echará las redes’.
Y vaya que sí hubo
pesca aquella mañana. Las redes reventaban
y hubo que llamar a otros pescadores que echaran una mano. Y el temor se
apoderó de su corazón sorprendidos por lo que estaba sucediendo que parecía que
no terminaban de creérselo. ‘Apártate de mi que soy un hombre pecador’,
fue la reacción de Pedro y en cierto modo también de los otros pescadores que
vinieron a ayudar. Pero ahí no se iba a terminar la cosa. ‘No temáis, desde
ahora seréis pescadores de hombres’.
Un reto nuevo se abría
ante ellos, los horizontes se ampliaban, había que emprender otros caminos y
otras pescas. Ya sabemos que eso cuesta, porque tantas veces somos tan
pesimistas, tan derrotistas. Pero aquellos pescadores se atrevieron a emprender
la ‘aventura’ a la que Jesús les invitaba, porque allí dejaron las redes y las
barcas y se fueron con Jesús.
Creo que es un buen
toque de atención para nosotros que vivimos tan anquilosados, tanto siempre en
lo mismo, tan encerrados en nuestras cositas de siempre, tan acobardados porque
la tarea nos parece inmensa y que nos supera. Pero Jesús nos está llamando. Es
ese mundo al que tenemos que ir a pescar, a anunciar el evangelio, que parece
que ya viene de vuelta porque se creen sabérselo todo; a ese mundo y a esa
iglesia nuestra, a esos cristianos de siempre que piensan que ya nada les puede
sorprender, que nada nuevo pueden encontrar, que ya se dicen cristianos porque
han realizado algunas prácticas religiosas pero que de ahí no pasan.
Son los mares en los
que tenemos que ir a pescar, aunque la tarea nos parezca tan difícil, aunque
digamos que ya lo intentamos pero no se logra nada; pero sí hay peces que pescar,
sí hay personas a las que anunciar, sí hay gente que en el fondo está ansiosa
de algo nuevo y parece que están esperando a que nosotros anunciemos,
emprendamos algo nuevo. Nos sentimos pequeños, nos sentimos pecadores e
inútiles, pero Jesús está poniendo esas nuevas redes en nuestras manos y ¿qué
vamos a hacer? ¿Nos vamos a quedar remando por los mares de siempre o nos
lanzaremos a la aventura a la que nos llama el Señor?
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