No son componendas de ritualidades sino un camino radical
para beber y vivir el vino nuevo del Reino de Dios
1Corintios 4, 1-5; Sal 36; Lucas 5,
33-39
Somos muy fáciles para
echar en cara a los demás aquellas cosas que no nos gustan, para estar
fijándonos con un filtro muy fino cuanto hacen los demás pero ver por donde los
podemos coger, los podemos atacar o echarle en cara aquello que consideramos
que hacen mal. No digo que sea consecuencia de esa manera de actuar que tenemos
en la política, que parece que siempre estamos en tensión, en que no somos
capaces de admitir o aceptar lo bueno que puedan realizar los contrincantes,
pero si hemos de reconocer que existe demasiado en nuestras relaciones esa
forma de actuar. Al que no hace las cosas como a mí me parece que tendrían que
ser buscamos la manera de destruirlo, estamos siempre atacando y queriendo
desprestigiar.
Como decíamos eso se
vive de una forma muy tensa en la sociedad y en la vida política, pero nos
afecta a la paz y a la serenidad que tendríamos que llevar en el corazón para
ayudarnos en verdad los unos a los otros a ser más felices y a hacer un mundo
mejor. Eso puede afectar también a nuestras comunidades cristianas en que
fácilmente nos contagiamos de los estilos del mundo que nos rodea, y donde
incluso en esos aspectos de la vida religiosa muchas veces terminamos politizándolo
todo, o haciéndolo a la manera de la política.
Eso se vivió en el
entorno de Jesús. Por allá andaban siempre los fariseos y los maestros de la
ley con ojo avizor atentos no solo a las palabras de Jesús, sino a su forma de
actuar, pero terminaban también de alguna manera acosando a los que querían
seguir el camino de Jesús. Y es que no habían terminado de entender, o no habían
querido entender el mensaje de Jesús con toda la renovación profunda que Jesús
nos pedía en el anuncio de la Buena Nueva del Reino de Dios. Si nos anunciaba el Reino de Dios que habíamos
de constituir justo era que todos los vestigios del reino viejo del pecado tendrían
que desaparecer. Signo de ello eran los milagros que Jesús realizaba, pero era
también esa nueva forma de vivir donde tendría que brillar esa paz del espíritu.
De muchas cosas
rituales habían llenado sus vidas convirtiéndolas en cosas esenciales en la
relación con Dios, pero que era de lo que había que desprenderse para vivir ese
nuevo sentido de vida que Jesús nos ofrecía cuando nos liberaba de todo cuanto
nos pudiera atar y esclavizar. Y muchas veces esos ritos se convertían en cosas
esclavizantes que impedían vivir esa paz y esa alegría del corazón. Claro que
tenemos que preguntarnos si acaso nosotros que nos decimos seguidores de Jesús
también nos habremos llenado de muchas ataduras en ritualidades vacías de
contenido que hacemos sin un profundo sentido de Cristo en el estilo del
evangelio.
Lo que le plantean hoy
a Jesús es por qué sus discípulos no ayunan como los discípulos de Juan o los discípulos
de los fariseos. ¿Era en verdad para ellos el ayuno un signo purificador de sus
vidas y de sus corazones o simplemente un rito que había que realizar vaciándolo
de su verdadero sentido?
Jesús pide una
renovación total de la vida. Y por eso nos habla de que no nos valen los
remiendos, porque lo nuevo tira de lo viejo y hace un roto peor, nos dice. O
nos habla de los odres nuevos para el vino nuevo. Dos imágenes de profundo
significado. Ya Jesús nos había dejado el signo del vino nuevo en aquel milagro
de las bodas de Caná de Galilea. El vino que Jesús ofrecía era un vino mejor
que habría que aprender a saborear. Es el vino nuevo del evangelio que Jesús
nos ofrece pero que necesita unos odres nuevos. Es esa vida nueva que hemos de
vivir cuando en verdad optamos por el camino de Jesús. Es la radicalidad con
que hemos de seguir a Jesús.
Recordamos aquel otro
pasaje del evangelio en que alguien se ofrece para seguir a Jesús o Jesús le
invita a seguirle. Como nos dice entonces no vale poner la mano en el arado y
volver la vista atrás. Para seguir la línea recta de la arada hay que ir con la
vista bien hacia delante en el punto a donde queremos llegar, si nos distraemos
porque volvemos la vista a otro lado o queremos mirar para detrás la arada no
seguirá esa línea recta sino que se desviará.
Es lo que nos pasa
tantas veces en el camino del seguimiento de Jesús; parece que nos cuesta mirar
hacia delante, parece que estamos añorando tiempos pasados o cosas del pasado
que tendríamos que haber dejado totalmente de lado; así vamos caminando con
nuestras tibiezas, nuestra falta de compromiso, nuestra poca radicalidad en el
seguimiento de Jesús. No vamos atentos a lo principal sino que iremos distrayéndonos
en ese camino y es cuando comenzamos al mismo tiempo a tener actitudes no muy
positivas con aquellos que van a nuestro lado haciendo también el camino, como
decíamos al principio de esta reflexión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario