Sepamos encontrar esa señal de Jesús que nos acoge y
despierta nuestra esperanza, pero con nuestra acogida seamos signo de Jesús
para los que nos rodean
1Corintios 3, 1-9; Sal 32; Lucas 4, 38-44
Cuando encontramos a
alguien en la vida con el que nos es fácil sintonizar no nos gustaría
separarnos de él; nos sentimos escuchados, aunque algunas veces casi no
pronunciemos palabra, pero es que en las actitudes, en los gestos o las
palabras que esa persona tiene con nosotros nos damos cuenta que hay una sintonía
especial; es la forma de acogernos, son las palabras que nos dice que nos
llegan al corazón como respuestas a las inquietudes que llevamos dentro,
podemos acercarnos a su lado sin ningún tipo de temor y aunque nos parece como
un ser superior a nosotros le vemos tan cercano que es como si fuera nuestro
amigo o familiar querido de toda la vida.
Nos sucede en los
caminos de la amistad en esos encuentros
maravillosos que tenemos cuando hay alguien que sabe detenerse a nuestro lado.
Y es que en el fondo estamos ansiosos por encontrar esa persona que nos
escuche, no todo lo que llevamos dentro somos capaces de hablarlo con
cualquiera, y algunas veces pasamos soledades interiores que son muy horribles
cuando no tenemos o no podemos compartir lo que llevamos en el corazón.
Si en la vida fuéramos
capaces de deternernos un poco más a la orilla del camino con los ojos y los
oídos bien abiertos nos vamos a encontrar con muchos que viven en esas
soledades y están deseando encontrar con quien compartir las inquietudes o los
pesos que llevan en el corazón. Vamos demasiado absortos en lo nuestro que no
nos damos cuenta de esas sintonías que podríamos establecer con los que caminan
a nuestro lado que serán como ondas que se quedan en el aire sin que nadie las
escuche o pesos en el corazón que nadie ha sabido aliviar. Es difícil muchas
veces y nos cuesta.
Estoy hablando de esas
situaciones humanas en que nos encontramos nosotros mismos o que podemos
encontrar en el mundo que nos rodea, pero estoy hablado de lo que sucedió con
la presencia de Jesús en principio por aquellos caminos, ciudades y aldeas de
Galilea. Es lo que estamos viendo en el evangelio de hoy. Poco nos ha dicho
hasta ahora el evangelio de lo que Jesús hacia, nos ha hablado de su presencia
en la sinagoga de Nazaret y ahora en la de Cafarnaún donde ha ido a enseñar el sábado
y donde ha liberado aquel hombre del espíritu inmundo que lo poseía.
Pero inmediatamente
llevan a Jesús a casa de Simón porque la suegra está en cama con fiebre e
inmediatamente vemos como se agolpan a la puerta de la casa multitudes con sus
enfermos de todo tipo que acuden a Jesús.
¿Cuál había sido la apertura del corazón que Jesús había manifestado?
Había entrado en la sintonía de aquellas gentes que se sentían con muchas
angustias e inquietudes, con muchas ataduras y esclavitudes del corazón, con
muchas esperanzas que parecía que se veían frustradas porque nunca llegaban a
realizarse y con muchas oscuridades en sus vidas para las que no veían una
salida o un sentido a cuantos eran sus sufrimientos.
Pero allí está quien
los escucha. Allí está con quien pueden sintonizar porque en El se vislumbran
las respuestas y se abren de nuevo las esperanzas. Justo es que se agolpen con
todas sus penas a la puerta o que no quieran dejarlo marchar a otros lugares.
Quieren que Jesús se quede para siempre con ellos. ‘Todo el mundo te busca’,
le dicen los más cercanos a Jesús.
¿Se despertará así
nuestra esperanza con las palabras y la presencia de Jesús? También nosotros
llevamos unas inquietudes en el corazón, también hay unas penas y unas
frustraciones zarandeados como estamos por todo cuanto sucede en nuestro
entorno. Saquemos a flote eso que llevamos dentro y que nos duele y nos hace
sufrir; tenemos quien nos escuche, quien esté a nuestro lado, nos diga una
palabra de vida y de esperanza. Vayamos a Jesús y deseemos ardientemente estar
con El, no separarnos de El. Es lo que en el fondo estamos buscando aunque
algunas veces andemos confundidos y dé la impresión que no sabemos ni lo que
queremos. Somos parte también de ese ‘todos te buscan’.
Pero no olvidemos
también una cosa. Aprendamos a sintonizar con los que están a nuestro lado que
también tienen sus inquietudes y sus frustraciones; podemos y tenemos que ser
ese signo de Jesús que llega a ellos a través de nuestra acogida.
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