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jueves, 30 de julio de 2020

Aprendamos también a valorar todo lo bueno de los demás para que unido a los valores que nosotros ofrecemos entre todos logremos construir un mundo mejor

Aprendamos también a valorar todo lo bueno de los demás para que unido a los valores que nosotros ofrecemos entre todos logremos construir un mundo mejor

Jeremías 18, 1-6; Sal 145; Mateo 13, 47-53

Los más mayores quizá lo recordamos mejor, a nuestra madre cuando éramos pequeños y nos sacaba la ropa que habíamos de ponernos; según las circunstancias, según el día o lo que fuéramos a hacer ese día, nos sacaba una ropa u otra; quizás nosotros apetecíamos mejor aquella ropa nueva que recién se había hecho porque nos veíamos muy bien con ella, pero nuestra madre nos ofrecía otras piezas que pudieran estar más desgastadas o descoloridas, pero que había que aprovechar; sabia nuestra madre administrar bien lo que teníamos – fueron años, recordamos los mayores, de mayor penuria que lo que ahora podamos estar pasando a pesar de que digamos que estamos en tiempos difíciles – y con esa visión sabia de madre nos hacía ponernos, no nuestro capricho, sino lo que mejor convenía, aprovechando el uso también de aquello que nos pareciera que no era tan nuevo pero a lo que había que sacarle partido.

Me ha venido este recuerdo por esas palabras finales de Jesús con las que concluye el evangelista el relato de ese conjunto de parábolas sobre el Reino de Dios en este capítulo 13 del evangelio de Mateo. Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo’. Esa sabiduría que necesitamos para saber discernir en todo momento, para apreciar todo lo nuevo y la riqueza que significan los valores del Reino de Dios que nos presenta Jesús, pero que en medio de la vida y en aquellos que nos rodean también hemos de saber descubrir y valorar lo bueno que siempre hay en el corazón de toda persona.

Todos estamos llamados a vivir el Reino de Dios, por eso hemos visto como la semilla se sembraba a discreción y abundancia tratando de hacerla llegar a todas partes, aunque quizá las condiciones del terreno no fueran buenas, como hemos visto estos días, o aunque se mezclara con las malas hierbas de las cizañas que veríamos crecer juntos. Hoy nos ha hablado también de la red echada al mar y que puede arrastrar para la pesca a toda clase de peces. Luego se irán decantando quienes en verdad optan por vivir los valores del Reino de Dios y quienes quizá quieran excluirse.

Pero creo que en el fondo está esa enseñanza de Jesús a la que ya hemos hecho mención, de que hemos de aprender a descubrir y valorar todo lo que sea bueno en los demás. Juntos queremos construir un mundo nuevo y en esa tarea nos sentimos comprometidos todos; no somos solo nosotros, los seguidores de Jesús, los que estamos aportando nuestros valores para la construcción de ese mundo nuevo, sino que junto a nosotros hay otros muchos que desde sus maneras de pensar y de ver las cosas, desde sus propias ideologías y planteamientos están queriendo poner su grano de arena.

Ya es hora que dejemos atrás esos exclusivismos que nos llevan a rechazar lo que los otros hacen, aunque sigue siendo una tendencia muy fuerte en nuestra sociedad; ya es hora que aprendamos a valorar lo bueno que han hecho o que hacen los demás para conjuntarlo con lo que todos hacemos y entre todos hagamos ese mundo mejor. Es una lástima cómo tantas veces destruimos lo que los otros hacen simplemente porque no lo hemos hecho nosotros, lo vemos demasiado en la vida social y política de nuestra sociedad. ¿Es que los demás no pueden tener tantas buenas ideas como las que nosotros tenemos? ¿Por qué no conjuntamos fuerzas entre todos para saber construir juntos?

Siguiendo la imagen de la madre, como decíamos al principio, que sacaba en cada momento la ropa que mejor nos podía valer según las circunstancias, recordamos cómo conjuntaba unas piezas y otras para hacernos vestir de la mejor manera; no todo se tiraba porque fuera más viejo o fuera de otro estilo, sino que sabia sacarle buen rendimiento a lo poco que teníamos. Así tendríamos que ser más en la vida, así tendríamos que saber hacer nosotros que con sana libertad y respeto ofrecemos desde nuestra fe y nuestros valores nuestro grano de arena, pero aprendemos a valorar también el grano de arena que puedan ofrecer los demás. Cuanto mejor estaríamos haciendo nuestro mundo entre todos.



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