Aprendamos también a valorar todo lo bueno de los demás para
que unido a los valores que nosotros ofrecemos entre todos logremos construir
un mundo mejor
Jeremías 18, 1-6; Sal 145; Mateo 13, 47-53
Los más mayores quizá
lo recordamos mejor, a nuestra madre cuando éramos pequeños y nos sacaba la
ropa que habíamos de ponernos; según las circunstancias, según el día o lo que fuéramos
a hacer ese día, nos sacaba una ropa u otra; quizás nosotros apetecíamos mejor
aquella ropa nueva que recién se había hecho porque nos veíamos muy bien con
ella, pero nuestra madre nos ofrecía otras piezas que pudieran estar más
desgastadas o descoloridas, pero que había que aprovechar; sabia nuestra madre
administrar bien lo que teníamos – fueron años, recordamos los mayores, de mayor
penuria que lo que ahora podamos estar pasando a pesar de que digamos que
estamos en tiempos difíciles – y con esa visión sabia de madre nos hacía
ponernos, no nuestro capricho, sino lo que mejor convenía, aprovechando el uso
también de aquello que nos pareciera que no era tan nuevo pero a lo que había
que sacarle partido.
Me ha venido este
recuerdo por esas palabras finales de Jesús con las que concluye el evangelista
el relato de ese conjunto de parábolas sobre el Reino de Dios en este capítulo
13 del evangelio de Mateo. ‘Pues bien, un escriba
que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia
que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo’. Esa sabiduría que necesitamos para saber discernir en
todo momento, para apreciar todo lo nuevo y la riqueza que significan los
valores del Reino de Dios que nos presenta Jesús, pero que en medio de la vida
y en aquellos que nos rodean también hemos de saber descubrir y valorar lo
bueno que siempre hay en el corazón de toda persona.
Todos
estamos llamados a vivir el Reino de Dios, por eso hemos visto como la semilla
se sembraba a discreción y abundancia tratando de hacerla llegar a todas
partes, aunque quizá las condiciones del terreno no fueran buenas, como hemos
visto estos días, o aunque se mezclara con las malas hierbas de las cizañas que
veríamos crecer juntos. Hoy nos ha hablado también de la red echada al mar y
que puede arrastrar para la pesca a toda clase de peces. Luego se irán
decantando quienes en verdad optan por vivir los valores del Reino de Dios y
quienes quizá quieran excluirse.
Pero creo
que en el fondo está esa
enseñanza de Jesús a la que ya hemos hecho mención, de que hemos de aprender a
descubrir y valorar todo lo que sea bueno en los demás. Juntos queremos
construir un mundo nuevo y en esa tarea nos sentimos comprometidos todos; no
somos solo nosotros, los seguidores de Jesús, los que estamos aportando
nuestros valores para la construcción de ese mundo nuevo, sino que junto a
nosotros hay otros muchos que desde sus maneras de pensar y de ver las cosas,
desde sus propias ideologías y planteamientos están queriendo poner su grano de
arena.
Ya es hora que dejemos
atrás esos exclusivismos que nos llevan a rechazar lo que los otros hacen,
aunque sigue siendo una tendencia muy fuerte en nuestra sociedad; ya es hora
que aprendamos a valorar lo bueno que han hecho o que hacen los demás para
conjuntarlo con lo que todos hacemos y entre todos hagamos ese mundo mejor. Es
una lástima cómo tantas veces destruimos lo que los otros hacen simplemente
porque no lo hemos hecho nosotros, lo vemos demasiado en la vida social y
política de nuestra sociedad. ¿Es que los demás no pueden tener tantas buenas
ideas como las que nosotros tenemos? ¿Por qué no conjuntamos fuerzas entre
todos para saber construir juntos?
Siguiendo la imagen de
la madre, como decíamos al principio, que sacaba en cada momento la ropa que
mejor nos podía valer según las circunstancias, recordamos cómo conjuntaba unas
piezas y otras para hacernos vestir de la mejor manera; no todo se tiraba
porque fuera más viejo o fuera de otro estilo, sino que sabia sacarle buen
rendimiento a lo poco que teníamos. Así tendríamos que ser más en la vida, así tendríamos
que saber hacer nosotros que con sana libertad y respeto ofrecemos desde
nuestra fe y nuestros valores nuestro grano de arena, pero aprendemos a valorar
también el grano de arena que puedan ofrecer los demás. Cuanto mejor estaríamos
haciendo nuestro mundo entre todos.
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