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viernes, 1 de mayo de 2020

Descubramos la maravilla de la Eucaristía, porque comemos a Cristo para vivir en El, comemos a Cristo para que El viva en nosotros


Descubramos la maravilla de la Eucaristía, porque comemos a Cristo para vivir en El, comemos a Cristo para que El viva en nosotros

Hechos 9, 1-20; Sal 116; Juan 6, 52-59
Se suele decir que la casa es imagen de aquel que la vive, pero también que uno es imagen de la vivienda en la que habita. Claro que no se trata de un vivir de forma esporádica en unos determinados momentos o como de paso en aquel lugar, sino que se trata de ese habitar en una vivienda donde vamos dejando nuestra impronta, nuestros gustos o nuestras apetencias que los dejamos marcados en aquellas cosas de las que nos valemos y que poco a poco se van convirtiendo en el hábitat de aquel lugar. Es algo más que un olor o un adorno que coloquemos, aunque eso marca también la impronta del lugar o la huella que nosotros dejamos en él. No es una cosa superficial, es algo profundo que deja huella en nosotros o nosotros dejamos huella en aquel lugar, repito, que habitamos.
¿Por qué me hago estas consideraciones que a alguno le podrían parecer elucubraciones o fantasías? Porque de eso nos está hablando Jesús de lo que va a significar verdaderamente nuestra vida cristiana. Decimos que cristiano es el discípulo de Cristo, y en la palabra discípulo solemos entender el que sigue a Cristo, el que sigue el mismo camino de Cristo. Está bien la definición y quien soy yo para enmendarla, pero sí creo que tendríamos que profundizar un poco más en esa consideración de lo que significa ser cristiano.
Muchas veces lo hemos entendido como el que imita a Cristo, copia en él las actitudes o los valores de Cristo, la manera de actuar y de vivir de Cristo. Está bien, pero creo que es mucho más. No se trata solo de una imitación, porque imita el cómico o el personaje de la farándula y a la hora de la representación le vemos como revestido de ese personaje; luego se quitará esas vestiduras o esos afeites con los que quiso caracterizar al personaje, y él será el mismo que era antes de aquella representación. Pero seguir a Jesús para ser cristiano no es eso, no es una representación, una careta o unas vestiduras que nos ponemos para parecernos, pero luego seguimos siendo los mismos. El llegar a copiar a Cristo es el llegar a vivir su misma vida.
Por eso nos puede valer lo que decíamos al principio. Porque ser cristiano es dejar que Cristo habite en nosotros y nosotros habitemos en El. Si así habitamos en Cristo y Cristo habita en nosotros es que ya no es nuestra vida sino la de Cristo. Es que vamos a ser imagen de Cristo que habita en nosotros por esa nueva forma de vivir, de actuar, de amar. Y a esto nos tiene que llevar la Eucaristía. Comemos a Cristo para vivir en El, comemos a Cristo para que El viva en nosotros.
Es lo que nos está diciendo hoy Jesús cuando nos habla del pan de vida que hemos de comer y que es su propia carne, su propia cuerpo. No vamos a entretenernos en la reacción de los judíos de Cafarnaún que no entendían como se podía comer la carne de Cristo. Es lo más que nos dice Jesús hoy. ‘El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mi y yo habito en él’. Y continuará diciéndonos: Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí’. Habitar en Cristo y que Cristo habite en nosotros. O como nos dirá en la última cena ‘el que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos y habitaremos en él’.
Seguir a Cristo, pues, es vivir por Cristo, es vivir en Cristo, es dejarnos inhabitar por Cristo. ‘El que me come vivirá por mí’, nos dice. Somos imagen de Cristo, porque es a El a quien vivimos, quien vive en nosotros y eso tiene que reflejarse en nuestro vivir. No son ya nuestras obras, sino las obras de Cristo. ¡Qué distinta tiene que ser nuestra vida!

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