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martes, 28 de abril de 2020

Comer a Cristo es algo más que un rito porque es entrar en profunda comunión con El, su vida es nuestra vida, sus valores del Reino son nuestros valores


Comer a Cristo es algo más que un rito porque es entrar en profunda comunión con El, su vida es nuestra vida, sus valores del Reino son nuestros valores

Hechos 7, 51 — 8, 1ª; Sal 30; Juan 6, 30-35
Yo no comulgo con ruedas de molino es una expresión que solemos emplear cuando queremos decir que no nos tragamos lo que nos están diciendo. Fijémonos que empleamos esa expresión de comulgar en el sentido de comer pero no en referencia a comidas sino más en referencia a ideas. No tragamos a alguien decimos cuando una persona no nos gusta, se nos hace insoportable, la rechazamos por su manera de ser o de actuar; no queremos tener parte con esa persona, no queremos incluso que ni nos vean en su compañía tan rechazable se nos hace esa persona.
Algunas veces tenemos expresiones en la vida, en nuestras palabras o nuestra manera de pensar que las utilizamos para unas cosas pero cuando de manera similar se nos presentan para decirnos otra cosa ya no solemos emplearlas o les damos otro sentido. Creo que esto que venimos diciendo nos puede ayudar a comprender en todo su sentido lo que Jesús quiere hoy trasmitirnos.
Ha comenzado Jesús haciéndoles recapacitar sobre el por qué le buscan y ahora quiere dar un paso más y nos dice que El es el pan venido del cielo y que el que le coma tendrá vida para siempre. Al oír hablar del pan bajado del cielo los judíos recuerdan episodios de su historia como fue su peregrinar por el desierto y aquel maná, pan del cielo, que Moisés les ofrecía para alimentarse en el duro camino que iban haciendo. En contraposición a lo que Jesús les está diciendo ellos le recuerdan que fue Moisés el que les dio pan del cielo en el desierto, el maná. Pero Jesús les dice que no, que es Dios el que les da el verdadero pan del cielo cuando ha enviado a su Hijo y que hemos de comerle para que tengamos vida para siempre.
Así como de inmediato pensamos en la Eucaristía, y es cierto que todo este discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún es un anuncio de la Eucaristía. Pero ahora Jesús quiere decirles algo distinto, algo más. Tenemos que comerle a El, ¿y qué significa que tenemos que comerle a El si queremos tener vida? Pues pensémoslo en el sentido de lo que hemos dicho cuando hemos comenzado esta reflexión.
Comerle a El es aceptarle, es decirle Sí con toda la vida, es sentirnos en comunión con El porque sus palabras, su vida queremos hacerla vida nuestra. No es solo, pues, la materialidad de ir a la comunión, a comer el pan eucarístico para decir que estamos unidos a El, sino que antes hemos de aceptarle, hacer de su palabra y de su vida nuestra vida, es comerle a El.
Para nosotros no tiene que haber otro criterio que el sentido y los valores de Jesús; para nosotros no hay otro vivir sino tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús como nos dirá el apóstol en sus cartas; para nosotros no hay otra forma de vivir si no es en el mismo amor, en el mismo sentido de entrega que vivió Jesús; para nosotros no hay otra forma de vivir con los demás sino viendo en ellos a Jesús, por aquello que nos dice de que cuando hagamos al hermano se lo estamos haciendo a El.
Es así como tenemos que comer a Cristo. Y esto no es simplemente un rito. Comer a Cristo es una postura, una exigencia, un nuevo estilo y sentido de vivir. Comer a Cristo es meternos en lo más hondo de Cristo y de su evangelio para hacerlo vida nuestra. Comer a Cristo es hacernos nosotros otro Cristo que para eso hemos sido ungidos para ser con Cristo Sacerdotes, Profetas y Reyes.
Esa es la verdadera comunión que luego la expresaremos de forma sacramental cuando comiendo el pan Eucarístico decimos que es el mismo Cristo el que comemos, que es su Cuerpo y que es su Sangre. Pero esta comunión eucarística no tendría verdadero sentido si no hay antes esa otra comunión profunda con Cristo comiendo a Cristo en nuestra vida. Eso es comulgar, comer a Cristo.


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