Nuestra
relación con Dios necesariamente ha de ser la de amor desde los pequeños
detalles realizados con fidelidad
2Corintios 3, 4-11; Sal 98; Mateo 5, 17-19
El amor entre las personas que se aman
de verdad se manifiesta desde los más pequeños detalles y en las cosas que nos
pueden parecer más ínfimas o insignificantes. No damos por presupuesto que nos
amamos sino que lo manifestamos en la fidelidad de cada día hasta en las más
pequeñas cosas. Decir que queremos a alguien no nos ha de hacer que nos saltemos
esas pequeñas cosas sino que nos obliga por así decirlo desde el amor a
realizarlas con más extraordinaria fidelidad.
A todo esto tenemos que decir que
nuestra relación con Dios necesariamente ha de ser una relación de amor. Todo
parte, por supuesto, del amor que Dios nos tiene y al que tratamos de
corresponder. Como nos dice el apóstol el amor no consiste en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que Dios nos amó primero. Y así nosotros amamos y queremos cumplir su
voluntad, porque sabemos que haciendo su voluntad manifestamos nuestro amor y
buscando siempre lo que es su voluntad damos gloria al Señor.
Pero algunas veces da la impresión que
somos raquíticos en nuestra respuesta de amor al amor que Dios nos tiene. Y
comenzamos a hacer rebajas, y en esas rebajas queremos saltarnos aquellas cosas
que a nosotros nos puedan parecer insignificantes. Total, nos decimos, son pequeñas cosas sin
importancia. Pero en la fidelidad de esas pequeñas cosas, como nos dice hoy Jesús
en el evangelio, es donde manifestamos la fidelidad de nuestro amor.
Escuchemos
lo que nos dice hoy Jesús. Nos señala que no ha venido a abolir la ley sino a
darle plenitud. Y la plenitud esta en el amor. Por eso nos habla de la
fidelidad en el amor hasta en lo que nos parece pequeño. ‘El que se salte
uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres
será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y
enseñe será grande en el reino de los cielos’.
Ahí manifestamos nuestra grandeza. En
la humildad de lo pequeño y de lo sencillo. Eso que nos podemos saltar con
tanta frecuencia. Algunas veces nos queremos considerar tan espirituales y de
tanta altura, que ya no nos queremos quedar en los detalles de lo pequeño. Pero
ya vemos como nos dice Jesús donde está
nuestra grandeza. En lo humilde y en lo
pequeño. Y todo eso se va a traducir en cercanía para con los demás bajándonos
de nuestros pedestales. Y así nos hacemos humildes y nos ponemos en la fila de
los que parece que nada valen o no son considerados. Y ahí vamos repartiendo
nuestras sonrisas, nuestros detalles y delicadezas, nuestro amor.
Es lo que hizo Jesús. Y nosotros no
tenemos que hacer otra cosa que seguir sus huellas. Tenemos en la Iglesia, los
cristianos y también los pastores, aprender a caminar por esos caminos, que
fueron los caminos que recorrió el Maestro y el Señor.
Arranquemos todo lo que significa boato
y vanidad. Tenemos muy lleno nuestro corazón de esas apetencias y ya no sabemos
caminar por los caminos humildes de las cosas pequeñas y sencillas y así nos
ponemos por encima de los que consideramos más pequeños que nosotros, cuando en
realidad son más grandes. Hay mucha ceguera en nuestros corazones. Esas son las
cosas que tenemos que cambiar para que mejore nuestro mundo. Pero nos llenamos
la boca hablando de grandes proyectos y programas.
Aprendamos el camino de Jesús.
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