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viernes, 12 de abril de 2019

Junto a la cruz de Jesús estaba María, su Madre, queremos ponernos a su lado, sentirla a nuestro lado en nuestro camino, hacerla también presencia de amor para los que sufren

Junto a la cruz de Jesús estaba María, su Madre, queremos ponernos a su lado, sentirla a nuestro lado en nuestro camino, hacerla también presencia de amor para los que sufren

‘Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala’ (Juan, 19, 25)
Tenemos que recordarlo hoy. En la piedad popular este viernes anterior a la semana de pasión conmemoramos a la Virgen de los Dolores. María al pie de la cruz; Maria junto a su Hijo colgado del madero que todo su dolor y sufrimiento está uniéndose a su Hijo en el Sacrificio de nuestra Redención; María que está también viviendo su pascua unida a la pascua redentora de su Hijo; María que está allí de pie, firme al lado de la cruz, uniéndose al sacrificio de su Hijo como solo una madre sabe hacerlo.
Madre de los Dolores, de las Angustias, de la Soledad, de la Esperanza son algunas de las invocaciones con que la llamamos en este día. Por eso a este anticipo del pórtico de la Semana Santa lo llamamos Viernes de Dolores.
Junto al dolor y al sufrimiento no hacen falta muchas palabras, solamente hay que saber estar. Como lo estuvo María junto a la cruz de Hijo con una presencia de amor, como es la presencia de las madres. Alguna vez estuvimos enfermos o envueltos en medio de muchos problemas y adversidades y allí tuvimos o quisimos tener la presencia de la madre; sin palabras, con su mirada y acaso con sus lágrimas nos estaba diciendo que estaba junto a nosotros; quizá una caricia por nuestra frente calenturienta o una mano sobre nuestros temblorosos hombros nos dieron fuerza para salir adelante, para encontrar alivio en la enfermedad o en el dolor, para sentir el ánimo en nuestro espíritu que nos hacían seguir luchando. Qué hermosa es esa presencia amorosa de una madre junto a nosotros.
Allí junto a la cruz de Jesús estaba María. El evangelio no nos transmite ninguna palabra salida de sus labios, pero podemos imaginar su mirada, podemos contemplar su corazón atravesado por el dolor en el sufrimiento de la pasión y la muerte de su Hijo. Pero nosotros queremos ponernos allí cerquita de la Madre, porque así sabemos que estaremos también cerca de su Hijo Jesús.
Pero es que contemplar la pasión de Jesús, como vamos a hacerlo en estos días con especial intensidad, nos hace mirarnos a nosotros mismos con nuestra pasión, nuestros dolores y nuestros fracasos, con esa debilidad que hemos sentido tantas veces en la vida o con esos caminos tortuosos de pecado que quizá hemos atravesado, con nuestras luchas y con nuestras soledades, con nuestros deseos de levantarnos y con la impotencia de nuestra debilidad. Sabemos que en la pasión de Jesús encontraremos el camino de la victoria, aunque tantas veces dudemos o nos tambaleemos.
Por eso hoy queremos ponernos al lado de María, porque es la Madre que queremos sentir a nuestro lado, para que nos enseñe a mirar con el sentido más profundo la pasión de Jesús que vamos a contemplar, pero para que nos enseñe a mirar la realidad de nuestra propia vida y que nazca en nuestro corazón la esperanza de que ese vida nuestra tan tortuosa se va a renovar, se va a transformar.
Con la presencia de la Madre a nuestro lado  nos sentimos alentados, nos sentimos estimulados para mantenernos firmes en ese camino que nos lleva a Jesús, sentiremos que es posible esa nueva vida y nuestro corazón se llena de esperanza; con la presencia de María a nuestro lado no nos sentiremos solos, por muchas que sean las soledades que tengamos en la vida, porque su presencia llena nuestro corazón y lo caldea en el amor.
Esa presencia de María junto a la cruz de su Hijo en el calvario y esa presencia de María que sentimos a nuestro lado en esos caminos de soledad de nuestra vida nos enseñan algo más. Nos enseñan a poner presencia con nuestra vida junto a tantos hermanos que sufren en silencio a nuestro lado, a tantos hermanos que ven sus corazones desgarrados por el dolor y el sufrimiento que atenaza sus vida, a tantos hombres y mujeres que vagan por la vida desorientados quizá sin saber en quien apoyarse, sin encontrar un rumbo para sus vidas.
Pensemos cuánto podemos y tenemos que hacer. Como María tenemos que aprender a estar a su lado y con nuestro silencio o con nuestros gestos de solidaridad y cercanía ser signos para ellos de esa presencia de Dios que nunca les abandona, por duros que sean los calvarios que van pasando en la vida.
Junto a la cruz de Jesús estaba María, su Madre, queremos ponernos a su lado, queremos sentirla a nuestro lado en nuestro camino, queremos hacerla también presencia de amor para todos los que sufren.
Que María de los Dolores nos introduzca en este camino de pasión y de pascua que vamos a vivir en los próximos días.

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