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jueves, 11 de abril de 2019

Ansiemos de verdad la vida que nos ofrece Jesús, pongamos toda nuestra fe en El y escuchemos su Palabra tendremos vida y trasmitiremos vida



Ansiemos de verdad la vida que nos ofrece Jesús, pongamos toda nuestra fe en El y escuchemos su Palabra tendremos vida y trasmitiremos vida

Génesis 17,3-9; Sal 104; Juan 8,51-59
Queremos vivir, creo que es algo que no podemos negar. No nos gusta la muerte, ¿quién se quiere morir? Y normalmente pensamos en esta nuestra vida de cada día, nuestra vida terrenal, en el aquí y ahora que no queremos que se acabe, aunque sepamos que esta vida terrenal algún día se acabará, pero pretendemos prolongarla cuanto más mejor aunque en ocasiones quizá lo estemos pasando mal. Aunque ahora nos vengan hablando hasta la saciedad en ciertos medios de la eutanasia, y de para qué vivir en medio de sufrimientos; pero a pesar de todo deseamos vivir, aunque siempre queramos que sea en las mejores condiciones.
Puede ser que en ocasiones perdonamos el sentido de trascendencia en nuestro vivir, pero queremos darle un sentido de plenitud a la vida diríamos que nuestras ansias de vivir se multiplican. Es la trascendencia y el valor que le damos a lo que hacemos, pensando en algo que va más allá de los actos que en el momento realicemos; porque pensamos en la vida que podemos dar a los que nos rodean desde nuestras actitudes positivas, en lo que contribuimos con lo que hacemos a que nuestro mundo sea mejor lo que es dejar una buena huella en nuestro mundo; pero la trascendencia que le damos a la vida no se queda en el presente o en el aquí, sino que nuestra esperanza nos hace ansiar una vida que en verdad no se acabe, que podemos encontrar en la plenitud de Dios. Algo importante y trascendental de nuestra fe.
Jesús en el evangelio nos está hablando de esa plenitud de vida que El nos ofrece. Muchos son los momentos en que Jesús nos habla de una vida sin fin, de una vida eterna. Nos ha dicho que ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia, que nos puede hacer pensar en esa plenitud que le damos a la vida en el ahora y en el aquí pero que nos lleva a esa plenitud del cielo donde tendremos vida en Dios para siempre.
Hoy nos ha dicho que quien cree en sus palabras tendrá una vida que no se acaba. En otros momentos nos dirá que el que come su carne y bebe su sangre tendrá vida para siempre porque El le resucitará en el último día. Ayer nos hablaba de que escuchándole y siguiéndole seríamos libres para siempre. Diversos textos que nos están hablando de esa vida que Jesús nos ofrece si en verdad creemos en El.
Y es que creer en El es ponernos en camino de algo nuevo; escucharle y creer en sus palabras significa transformar nuestra vida para arrancar de nosotros todo signo de muerte, porque arrancamos el mal, porque arrancamos el odio, porque comenzamos a amar de una manera nueva y el que ama tiene vida y vida de verdad; andamos en la muerte cuando no amamos, cuando nos encerramos en nosotros mismos, cuando dejamos que el desamor y la insolidaridad se apoderen de nuestro espíritu, cuando nos llenamos de odios y de violencias.
Los judíos no entendían o no querían entender las palabras de Jesús, no llegaban a captar todo el sentido de lo que les decir. Cuando Jesús les dice que escuchándole y creyendo en El no sabrían lo que es morir para siempre se quedaban solo en la vida terrenal, la vida vegetativo o animal que hay en nosotros y no llegaban a captar toda la profundidad de las palabras de Jesús; por eso comparaban con Abrahán, con Moisés, con los profetas, que como ellos decían habían muerto. No hay peor ceguera que la del que no quiere ver. Eso les pasaba a los judíos. ¿Nos pasará a nosotros también?
Ansiemos de verdad la vida que nos ofrece Jesús; pongamos toda nuestra fe en El y escuchemos su Palabra, llenaremos nuestra vida de amor, tendremos vida en plenitud, con nuestra vida trasmitiremos también vida a los que están a nuestro lado.

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