Los fracasos en la vida no nos pueden hundir sino que tenemos que saber bien en quien nos apoyamos y de forma madura seguir poniendo ilusión en lo que hacemos
2Pedro 1,1-7; Sal 90; Marcos 12,1-12
Nos hacemos un proyecto, lo trabajamos con ilusión, ponemos muchas
esperanzas de futuro en aquello que proyectamos y que vamos poco a poco
realizando, con buena visión queremos hacer partícipes a otros de aquello que
nos ilusiona, queremos trabajar juntos; pero quizá llega un momento que parece
que todo se nos viene abajo, que la colaboración que habíamos pedido se nos
vuelve en contra porque los que creíamos colaboradores ahora se quieren hacer
dueños de nuestros proyectos y de lo que con tanta ilusión habíamos comenzado;
¿qué hacer? ¿Rendirnos y abandonar todo? ¿Dejar que los otros se beneficien de
lo que nosotros habíamos iniciado? ¿Recomenzamos de nuevo?
Planteamientos que nos llenan de duda y también de furor; la
frustración se nos puede meter por dentro y hacernos mucho daño, al tiempo que
en reacciones violentas podemos comenzar también a hacer daño a los demás.
Algunas veces no sabemos qué hacer. Nos sentimos sin fuerzas para recomenzar de
nuevo porque además nos hemos visto traicionados. Un torbellino de cosas aparece
en nuestra mente. ¿Cuál ha de ser nuestra reacción más autentica?
Son situaciones difíciles en la vida. Son reflexiones que nos hacemos
o que tenemos que hacernos ante las situaciones que nos van apareciendo en la
vida porque muchas veces nos podemos sentir frustrados y fracasados, pero
tenemos que saber levantar la cabeza para seguir caminando y hacerlo con
madurez.
Mira a donde me ha llevado la reflexión sobre la parábola que nos
ofrece hoy el evangelio. De entrada podría parecer que me he ido muy lejos,
cuando nos quedamos en una reflexión demasiado, digamos, literal de la parábola
en los momentos en que fue pronunciada. Pero la Palabra de Dios siempre nos
tiene que hacer mirar hacia delante, y reflexionarla no solo como hechos del
pasado, sino viéndola palpablemente en lo que ahora y hoy nos sigue sucediendo.
Jesús contaba una historia que podría ser cosas que perfectamente habían
sucedido; se le daba una lectura en el momento presente de la historia de
Israel y así lo entendieron incluso aquellos dirigentes por quienes
directamente Jesús decía la parábola. Allí estaba reflejada, es cierto, toda la
historia de Israel llena de infidelidades a la Alianza y a Dios. También
nosotros espiritualmente nos podemos mirar para ver nuestra historia de
infidelidades y pecados ante tanto que Dios ha hecho por nosotros.
Pero creo que también tiene que iluminar todas esas realidades de
nuestra vida, todas esas situaciones por las que podemos pasar de frustraciones
y fracasos que nos hacen en muchos momentos sentirnos hundidos. Dios no deja
abandonada su viña a pesar de todo lo que han hecho aquellos viñadores; Dios no
nos deja abandonados a pesar de todo lo que nosotros podamos haber hecho que
muestra nuestras infidelidades y pecados; Dios no nos puede dejar solos cuando
en las luchas de la vida nos parece que estamos hundidos y sin ver salidas.
No podemos nosotros tampoco dejar hundirnos, sino que tenemos que
levantarnos con renovada ilusión para recomenzar de nuevo cuantas veces sea
necesario, pero eso será lo que nos hará grandes, lo que mostrará en verdad la
madurez que hay en nuestra vida a pesar de los fracasos por los que hayamos
pasado. Recomenzamos de nuevo, ponemos ilusión y esperanza, aprendemos de los
errores, nos apoyamos en quien sabemos que será siempre nuestra fuerza. Dios
quiere que miremos siempre adelante, pongamos metas nuevas, ilusionantes y muy
altas en nuestra vida. Con nosotros estará siempre la fuerza de su Espíritu.
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