Con Jesús siempre encontraremos un nuevo sentido, una nueva vida, unas ganas nuevas de vivir
Isaías 65,17-21; Sal. 29; Juan 4,43-54
‘Había un funcionario
real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de
Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que
estaba muriéndose’.
En la vida continuamente
tenemos que estar enfrentándonos a una multitud de problemas. Y no el menor de
ellos el dolor y la enfermedad. No solo cuando personalmente nos vemos
afectados por alguna enfermedad, por el dolor de algún miembro de nuestro
cuerpo del que nos cuesta liberarnos, o cuando nos vemos sometidos a la
invalidez y la discusión de algún miembro del cuerpo como consecuencia de un
accidente que hayamos sufrido o alguna enfermedad grave que hayamos padecido,
sino cuando esto tenemos que sufrirlo en un ser querido que está a nuestro
cuidado ya sea por el paso de los años o los sufrimientos de la vida. ¿Cómo nos
enfrentamos a ello? ¿Cuál es nuestra manera de reaccionar?
Tenemos el peligro de
refugiarnos en la pasividad o como dicen algunos el destino porque esto me tocó
a mi y pacientemente lo sufrimos aguantándonos como podamos; aparece en muchas
ocasiones la desesperación, la pérdida de la esperanza que nos llena de
amargura nuestro corazón y que no solo nos hará sufrir a nosotros sino que hará
sufrir mucho más a los que están a nuestro lado. O tratamos de ser positivos en
la vida para luchar y buscar por todos los medios la solución de esos problemas
encontrando remedio de la forma que sea para nuestro dolor, nuestra enfermedad
o nuestras discapacidad.
Siempre buscamos un sentido
aunque algunas veces se nos haga tan oscuro que no seamos capaces de
encontrarlo. Queremos no perder la esperanza y al mismo tiempo reconociendo la limitación
que de alguna manera se nos impone tratamos de encontrar una fuerza, aunque también
con humildad seremos capaces de pedir ayuda para lo que no podemos hacer por
nosotros mismos. En esa misma debilidad podremos ser capaces de sentirnos
fuertes o encontrar la fuerza para mantener el ánimo y darle un valor y sentido
a lo que tenemos que vivir.
No es fácil todo esto que
estamos diciendo. Aparece muchas veces la depresión y nos sentimos tentados a
tirar la toalla. Necesitamos también encontrar a nuestro lado ejemplos que nos
estimulen, palabras que nos den ánimos, metas por las que cada día luchar un
poco para ir subiendo peldaños en ese camino de la vida que por el sufrimiento
se nos puede hacer muy duro.
Allá en lo más profundo de
nosotros mismos queremos mantenernos firmes, no perder la esperanza, y
encontrar un sentido desde esa fe que tenemos.
Fe, es cierto, en nosotros mismos que somos capaces de levantar vuelo
aunque sea difícil, pero también una fe sobrenatural que nos haga mirar a lo
alto o a lo mas hondo de nosotros donde podemos encontrarnos con Dios. Tenemos
que intentar buscarle y escucharle, sentir su presencia que nos da fuerza, pero
al mismo tiempo mirar a su Hijo en la cruz también en medio de sufrimientos
como nosotros que lo convirtieron en Redentor.
Hoy hemos visto en el
evangelio a un hombre, que además era pagano, era un funcionario real, pero que
en el problema de enfermedad que tiene en su casa, ha oído hablar de Jesús y
acude a Jesús. Básicamente va pidiendo la curación del enfermo, pero en su
encuentro con Jesús encontró algo más, porque su fe se vio fortalecida para
confiar en la palabra de Jesús. No bajó Jesús a su casa para curar al enfermo,
pero estuvo al lado de aquel hombre que sufría y le hizo creer y no perder la
esperanza iluminando su vida a un sentido nuevo y a un valor nuevo. Su hijo se vería
curado, pero quien realmente se curó fue él y toda su familia porque comenzaron
a creer y confiar plenamente en Jesús.
¿No será algo así lo que
nosotros necesitemos cuando nos veamos enfrentados al dolor, al sufrimiento, a
la enfermedad o a la discapacidad de nuestros miembros? Con Jesús siempre
encontraremos un nuevo sentido, una nueva vida, unas ganas nuevas de vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario