Contemplamos
la grandeza del amor y nos sentimos agradecidos al tiempo que impulsados al
mismo amor aunque nos cueste llegar a vivir la Pascua de Jesús
Sabiduría 2,1ª.12-22; Sal 33; Juan 7,1-2.10, 25-30
‘Intentaban agarrarlo;
pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora…’ Ha comenzado el acoso de Jesús, buscaban
quitarlo de en medio; en las discusiones con Jesús no podían con El, pero para
ellos Jesús era un problema. Maquinarán por un lado y por otro para quitarlo de
en medio.
Pero la entrega de Jesús tenía
otro sentido; no era que ellos lo entregaran aunque eso fuera lo que hicieran,
sino que la entrega era del propio Jesús. Libremente había subido a Jerusalén
porque sabia que se acercaba la hora de la entrega. Era conciente de ello y así
lo había anunciado a los discípulos una y otra vez. El nos dirá que libremente
entrega su vida que nadie se la arrebata. Pero aun no había llegado su hora.
Así había dicho allá en
Caná cuando lo de las bodas y el agua convertida en vino para salvar la
situación de aquel joven matrimonio. En otros momentos veremos también que no
ha llegado su hora y se les escabulle de las manos. Pero cuando llegue el
momento de la Pascua, de su Pascua, ya nos dirá el evangelista que había
llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y se comenzaran entonces a
desarrollar todos los gestos y todos los actos que lo conducen a la pasión, a
la entrega, a la muerte en la cruz por nosotros.
Vendrán también momentos de
angustia como le sucederá en Getsemaní pidiendo incluso al Padre que pase
aquella hora, pero siempre dispuesto a que se cumpla por encima de todo la
voluntad del Padre; libremente saldrá al encuentro de aquellos que le buscan.
Dirá entonces que ha llegado el momento, que ha llegado la hora. No querrá incluso
que sus discípulos lo defienden con la violencia. Es una entrega de paz, es una
entrega de amor. En el momento final dirá ‘todo está cumplido’, había
llegado la hora y en las manos del Padre pondrá su espíritu.
Contemplamos y vivimos.
Contemplamos la grandeza del amor y nos sentimos agradecidos al tiempo que
impulsados al mismo amor. Nos cuesta, es cierto. Porque no es un amor
cualquiera. Es la entrega hasta el final consciente de todo lo que significa
esa entrega. Por eso cuando nos lo pensamos bien, nosotros también algunas
veces sentimos miedo. Porque sabemos que el amor nos compromete y cuando
comenzamos ese camino de amor somos conscientes de que tenemos que comenzar a
olvidarnos de nosotros mismos y que tenemos que llegar hasta el final.
También como Jesús algunas
veces gritamos, que pase este cáliz, que pase esta hora, y parece que nos
sentimos sin fuerzas. Pero el ángel del Señor estará con nosotros, la fuerza de
su Espíritu no nos faltará. Sentimos miedo, no queremos ser el hazmerreír de la
gente que no entiende de nuestra entrega, tendremos que hacer gestos y signos
que los que nos rodean no nos entenderán, tendrá que haber también un despojo
de nosotros mismos y hay muchos apegos en nuestro corazón de los que nos cuesta
arrancarnos.
Pero es el camino de Jesús
y ha de ser también el camino del cristiano. Es nuestra Pascua que es unirnos a
la Pascua de Jesús. Y tendremos que estar dispuestos para cuando llegue la
hora, para estar atentos al momento y no nos coja desprevenidos. Cuando nos
cuesta todo esto. Tenemos que pensárnoslo muy bien. Tenemos que abrir nuestro corazón
a la fuerza y a la gracia del Señor porque de lo contrario no podremos vivir
nuestra entrega, nuestra Pascua. Sigamos haciendo el camino en esta cuaresma
con toda intensidad, libertad y amor.
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