Sinceridad, lealtad, autenticidad, responsabilidad son valores que nos hacen crecer como personas, nos enriquecen y mejoran nuestras relaciones sociales
Tobías
2,9-14; Sal 111; Marcos 12,13-17
Encontrarse con una persona sincera y leal es un gozo. La sinceridad y
la lealtad son valores muy importantes que cuando las vemos reflejadas en las
personas que nos rodean nos producen una satisfacción grande y nos entran
verdaderos deseos de mantener una estrecha amistad con esas personas de las que
podemos aprender mucho. Hay demasiada vanidad en la vida, una vanidad que nos
hace ser falsos, a hacer que falte autenticidad en la vida porque queremos
aparentar lo que no somos lo que nos lleva a un engaño de nosotros mismos; sí,
somos nosotros los primeros engañados cuando vivamos de apariencias y
vanidades. El camino de la vanidad nos lleva a la mentira y eso sabemos que
siempre nos destruye. La sinceridad nos hace leales, porque aprendemos además a
valorar a la persona por encima de todo y evitaremos así lo que les puede hacer
daño.
Nos cuesta muchas veces mantenernos en esa autenticidad en la vida,
porque queremos ocultar nuestras debilidades, porque fácilmente nos aparece
dentro de nosotros el amor propio y el orgullo, y nos comparamos con los demás,
y no queremos ser menos que los otros y entramos así en esa espiral de
vanidades y mentiras. Es un largo camino de superación continua el que tenemos
que realizar porque todos nos podemos sentir tentados por esos caminos de
vanidad.
Me hago esta reflexión que nos viene bien para la vida desde el texto
del evangelio que hoy escuchamos. Se acercaron a Jesús unos fariseos y unos
partidarios de herodes. Las palabras de entrada podrían parecer de alabanza y
de valoración, aunque en ellos faltaba esa sinceridad y lealtad de la que
hablaban de Jesús. Querían cazarlo, ponerlo a prueba, hacerle decir cosas con
las que le pudieran comprometer. Por eso comienzan hablando de la sinceridad y
la lealtad de Jesús. Eso no se podría poner nunca en duda de Jesús.
Una gran contraposición entre lo que es la vida de Jesús y lo que
llevan en el corazón aquellos fariseos y herodianos. Ya Jesús los llamará
hipócritas, porque se presentan con dos caras, delante una cara en la que
quiere aparentar de justos, buenos y cumplidores, pero con un corazón lleno de
malicia, siempre con malas intenciones, buscando como hacer daño y destruir.
Qué lejos de lo que es Jesús, de su sinceridad y de su verdad, de la
autenticidad de su vida, de sus palabras, de sus obras.
Vienen con problemas que podríamos llamar legales o políticos. Como judíos
no aceptaban la dominación de los romanos, querían negarse a pagar los tributos
que les imponían, no aceptaban que lo que ellos podían aportar con sus tributos
fuera para el pueblo invasor; como pueblo muy apegado a su religión judía no
soportaban que sus tributos no fueran para el templo de Jerusalén. Es el
conflicto que le plantean a Jesús en momentos en que surgían por todas partes
movimientos de liberación contra los romanos rebelándose contra ellos. Y
quieren meter a Jesús en sus luchas políticas. Era también la imagen y el
pensamiento que tenían de lo que había de ser el futuro Mesías. No terminaban
de entender el mensaje de Jesús y cual era la verdadera liberación que Jesús
nos ofrece.
Es sabia la respuesta de Jesús. Es cierto también que muchas veces a
lo largo de los tiempos hemos manipulado excesivamente las palabras de
respuesta de Jesús. Les pide una moneda; la moneda que usaban era la moneda
romana con la efigie del Cesar. Por ahí va la respuesta de Jesús. ‘Dad al Cesar
lo que es del César; a Dios, lo que es de Dios’. Tenemos obligaciones en la
vida social del pueblo en el que vivimos, de la sociedad en la que estamos que
no podemos dejar de cumplir. Pero no olvidemos que Dios es el Señor de todo y
ha de estar por encima de todo y es en quien hemos de encontrar el sentido de
todo. Nos daría para muchas y hermosas
reflexiones.
Pero quedémonos con el mensaje del principio. Que resplandezca en
nuestra vida la sinceridad y la lealtad, que nos alejemos de las vanidades, que
con responsabilidad asumamos el lugar que ocupamos en la vida y que Dios sea
siempre el único Señor de nuestra existencia.
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