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lunes, 5 de junio de 2017

Con mirada creyente sepamos contemplar la historia de nuestra vida para descubrir una historia de amor con que Dios nos ha regalado y enriquecido la viña de nuestra existencia

Con mirada creyente sepamos contemplar la historia de nuestra vida para descubrir una historia de amor con que Dios nos ha regalado y enriquecido la viña de nuestra existencia

Tobías 1,3;2,1b-8; Sal 111; Marcos 12,1-12
‘Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos…’ Cuando nosotros hoy escuchamos este evangelio no nos podemos quedar en que Jesús se puso a hablar a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos, porque hoy esta palabra está dicha para ti y para mí. Cuando se termina de proclamar este texto se dice ‘Palabra de Dios, Palabra del Señor’. Pero esa palabra de Dios, esa Palabra del Señor no está solo dicha para otro tiempo, para otra gente, sino que esta Palabra de Dios está dicha para nosotros hoy. Es la actualidad, la realidad de nuestra vida con la que hemos de escuchar siempre la Palabra del Señor.
¿Y qué nos dice a ti y a mi, que nos dice a nuestra iglesia de hoy, que le dice a este mundo concreto en que vivimos hoy esta Palabra del Señor que se nos proclama? Es lo que con sinceridad, con apertura de corazón tenemos que saber descubrir, escuchar hoy para que no se quede en una palabra en el aire que no llega nadie. Sería una semilla caída en el vacío.
Siempre la primera interpretación que hacemos es reconocer en esa descripción la historia de la salvación realizada en el pueblo de Israel. Bien lo comprendieron aquellos sumos sacerdotes, escribas y ancianos aunque no quisieran reconocerlo. La forma con que reaccionaron es que entendieron muy bien que iba por ellos y por la respuesta que el pueblo de Israel, empezando por sus propios dirigentes religiosos y sociales, estaban dando.
Desde esa misma óptica tenemos que reconocer que es la historia de la salvación, la historia del amor de Dios en mi vida. Esa viña escogida, cuidada, confiada aquellos viñadores es nuestra vida y son todos los regalos de amor que de Dios hemos recibido. Cada uno tiene su propia historia porque cada uno tiene su propia vida. Pero con los ojos del creyente hemos de saber descubrir esa acción de Dios en nosotros; el lugar donde hemos nacido, la familia que tenemos, los padres que nos han cuidado y educado, la influencia de los amigos que nos rodean, el estatus social en el que vivimos, y cuantas cosas buenas que hemos recibido en la vida de las personas que nos aman, de lo que es la sociedad en la que vivimos, de lo que hemos escuchado y lo que hemos vivido. Sepamos descubrir esa mano de Dios, ese amor de Dios que así nos ha regalado. Son los ojos del creyente con que hemos de saber mirar nuestra vida.
Y al mismo tiempo miramos nuestra respuesta, los frutos que florecen en nuestra vida o las cosas que quizá se han malogrado en nosotros porque no hemos sabido cuidarlas, los valores que no hemos desarrollado, el tiempo que hemos perdido, los caminos que habremos emprendido en ocasiones no siempre por las sendas de la rectitud porque nos hemos dejado seducir por el orgullo o las vanidades de la vida y así muchas cosas mas.
¿Qué nos estará hoy pidiendo el Señor? Es necesario que recapacitemos, que reorientemos nuestra vida cuando hemos perdido el norte, que aprendamos a abrir los ojos de la fe, que reconozcamos el amor de Dios en nuestra vida que nos está pidiendo frutos. ¿Qué respuesta le damos? ¿Qué respuesta la hemos estado dando hasta ahora?

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