Con mirada creyente sepamos contemplar la historia de nuestra vida para
descubrir una historia de amor con que Dios nos ha regalado y enriquecido la
viña de nuestra existencia
Tobías
1,3;2,1b-8; Sal 111; Marcos 12,1-12
‘Jesús se puso a hablar en
parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos…’ Cuando nosotros hoy escuchamos este evangelio
no nos podemos quedar en que Jesús se puso a hablar a los sumos sacerdotes, a
los escribas y a los ancianos, porque hoy esta palabra está dicha para ti y
para mí. Cuando se termina de proclamar este texto se dice ‘Palabra de Dios,
Palabra del Señor’. Pero esa palabra de Dios, esa Palabra del Señor no está
solo dicha para otro tiempo, para otra gente, sino que esta Palabra de Dios
está dicha para nosotros hoy. Es la actualidad, la realidad de nuestra vida con
la que hemos de escuchar siempre la Palabra del Señor.
¿Y qué nos dice a ti y a mi, que
nos dice a nuestra iglesia de hoy, que le dice a este mundo concreto en que
vivimos hoy esta Palabra del Señor que se nos proclama? Es lo que con
sinceridad, con apertura de corazón tenemos que saber descubrir, escuchar hoy
para que no se quede en una palabra en el aire que no llega nadie. Sería una
semilla caída en el vacío.
Siempre la primera
interpretación que hacemos es reconocer en esa descripción la historia de la salvación
realizada en el pueblo de Israel. Bien lo comprendieron aquellos sumos
sacerdotes, escribas y ancianos aunque no quisieran reconocerlo. La forma con
que reaccionaron es que entendieron muy bien que iba por ellos y por la
respuesta que el pueblo de Israel, empezando por sus propios dirigentes
religiosos y sociales, estaban dando.
Desde esa misma óptica tenemos
que reconocer que es la historia de la salvación, la historia del amor de Dios
en mi vida. Esa viña escogida, cuidada, confiada aquellos viñadores es nuestra
vida y son todos los regalos de amor que de Dios hemos recibido. Cada uno tiene
su propia historia porque cada uno tiene su propia vida. Pero con los ojos del
creyente hemos de saber descubrir esa acción de Dios en nosotros; el lugar
donde hemos nacido, la familia que tenemos, los padres que nos han cuidado y
educado, la influencia de los amigos que nos rodean, el estatus social en el
que vivimos, y cuantas cosas buenas que hemos recibido en la vida de las
personas que nos aman, de lo que es la sociedad en la que vivimos, de lo que
hemos escuchado y lo que hemos vivido. Sepamos descubrir esa mano de Dios, ese
amor de Dios que así nos ha regalado. Son los ojos del creyente con que hemos
de saber mirar nuestra vida.
Y al mismo tiempo miramos
nuestra respuesta, los frutos que florecen en nuestra vida o las cosas que
quizá se han malogrado en nosotros porque no hemos sabido cuidarlas, los
valores que no hemos desarrollado, el tiempo que hemos perdido, los caminos que
habremos emprendido en ocasiones no siempre por las sendas de la rectitud
porque nos hemos dejado seducir por el orgullo o las vanidades de la vida y así
muchas cosas mas.
¿Qué nos estará hoy pidiendo el
Señor? Es necesario que recapacitemos, que reorientemos nuestra vida cuando
hemos perdido el norte, que aprendamos a abrir los ojos de la fe, que
reconozcamos el amor de Dios en nuestra vida que nos está pidiendo frutos. ¿Qué
respuesta le damos? ¿Qué respuesta la hemos estado dando hasta ahora?
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