Aprendamos a caminar juntos a pesar de las debilidades o más bien contando incluso con esas debilidades que todos tenemos para comprendernos, aceptarnos, perdonarnos y amarnos de verdad
Hechos
25, 13-21; Sal 102; Juan 21, 15-19
En la vida nos suele suceder que cuando alguien nos falla en la
confianza qua habíamos puesto en él, en el cumplimiento de una responsabilidad
que le habíamos confiado, en alguna cosa que podríamos considerar como una
traición a la amistad que compartíamos, decimos que ya esa persona no es
merecedora de nuestra confianza y ya no le confiaríamos responsabilidades que
dependiera de nosotros el otorgárselas y la amistad se vería seriamente dañada
y mermada.
Son las reacciones que así a bote pronto surgen en nosotros en
situaciones así. Pero, nos preguntamos, ¿serian eso formas con las que decimos
que queremos hacer un mundo nuevo y mejor? ¿No tendríamos quizá que mirarnos a
nosotros mismos y darnos cuenta de que no somos tan perfectos porque nosotros también
cometemos errores, tenemos fallos y en muchas ocasiones también hacemos dejación
de nuestras responsabilidades? Lo malo es creerse perfecto en la vida y
convertirlo todo en exigencias para los demás.
Hoy en el evangelio contemplamos las actitudes nuevas que deben
adornar nuestra vida cuando en verdad nos decimos seguidores de Jesús y
queremos ciertamente construir ese mundo nuevo que llamamos Reino de Dios.
Actitudes de comprensión hacia los demás, de aceptación mutua contando
incluso con nuestras deficiencias siendo capaces de ofrecer generosamente el perdón
a los que nos hayan podido fallar en algo, actitudes positivas donde seremos
capaces de ofrecer nuestra mano para levantar al que se ve caído y darle
nuestro apoyo para su recuperación, ofrecer siempre nuestro espíritu de colaboración
porque además queremos seguir contando con las personas porque más allá de sus
debilidades podemos descubrir muchos valores y capacidades, es lo que Jesús a
lo largo del evangelio nos ha ido enseñando.
Es lo que contemplamos que Jesús realiza con Pedro en el pasaje que
hoy nos ofrece el evangelio. Un día Jesús le había dicho que seria piedra sobre
la que fundamentar su Iglesia; pedro había manifestado repetidas veces su
entusiasmo por Jesús, por seguirle, por querer estar con El, por manifestarle
su amor y hasta ofrecerse para ser capaz de defender a Jesús y dar su vida por
El. Podríamos citar muchos momentos del evangelio. Jesús le había dicho que tenía
que mantenerse fuerte y le había invitado a orar porque el espíritu está pronto
pero la carne es débil. Y como Jesús le había anunciado, Pedro le había
fallado, le había negado tres veces antes de que aquella noche cantara el
gallo.
¿Todo se había derrumbado como castillo de naipes? ¿Se acababa ya para
siempre la confianza que Jesús había puesto en él? Es lo que vemos que sucede
hoy en el evangelio y que no va precisamente por ese quitar la confianza.
‘Simon, ¿me amas mas que estos?’ le pregunta repetidamente hasta tres veces. Y
tres veces pedro porfía su amor por Jesús. ‘Señor, tu lo sabes todo, tu sabes
que te amo’. Y Jesús seguía confiando en él ‘apacienta mis ovejas, apacienta
mis corderos’.
Este texto que comentamos prioritariamente siempre lo vemos como el
momento en que Jesús le confía el primado de Pedro con su misión sobre la
Iglesia. Nos ayuda a realizar nuestra confesión de fe eclesial y nos invita a
sentirnos en verdadera comunión con aquel que Jesús quiso dejar como pastor en
su nombre para toda la Iglesia.
Sin embargo creo que desde la reflexión que nos hemos venido haciendo
nos ayuda también a descubrir esas actitudes nuevas que ha de haber en nuestro
corazón y en nuestra vida en el camino que vamos haciendo al lado de los
hermanos. Es lo que reflexionábamos desde el principio y que nos invita a esa
confianza que siempre hemos de tener en los demás, eliminando prejuicios,
rompiendo barreras, quitando resentimientos y desconfianzas de nuestro corazón,
llenándonos de verdadera comprensión hacia los demás.
Hemos de aprender a caminar juntos a pesar de las debilidades de
nuestra vida o mas bien contando incluso con esas debilidades que todos podamos
tener para comprendernos, aceptarnos, perdonarnos y amarnos de verdad. Ojalá
eso brillara siempre en nuestro corazón y fueran las actitudes misericordiosas
de verdad que se manifestaran en la Iglesia y en sus pastores siempre. Hay
demasiada gente que se cree perfecta y se vuelve intransigente.
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