Jesús nos ofrece una vida sin fin y nos alimenta de su carne para resucitar en el último día
Génesis
17,3-9;
Sal 104; Juan 8,51-59
‘Os aseguro quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para
siempre…’ Vivir para siempre, morir… ¿Quién quiere morir? ¿A quien no le gustaría
que la vida no se acabara? Sabemos sin embargo cual es la realidad y un día
esta vida terrena se acabara. Hay quien no piensa en nada más.
Hay quien se resiste ante el hecho de la muerte, se angustia, se
desespera… piensa quizás en lo que deja atrás, son los apegos de las cosas, son
los ‘quereres’ de las personas; no solo nos cuesta pensar en nuestra propia
muerte y nos rebelamos ante ella, sino que dolorosamente vivimos el hecho de la
muerte de los seres queridos. Ante ello sin embargo, aunque tengamos que pasar
por ese duelo, tenemos luego muchos recursos que nos mitigan ese dolor y esa separación.
¿Estoicismo, quizás? ¿O acaso aquello de que el tiempo cura todas las heridas?
Pero realmente ¿de eso es de lo que nos quiere hablar Jesús? En sus palabras,
¿hay algo más?
Los judíos que están escuchando a Jesús no le entienden. Se toman las
palabras con excesiva literalidad. Sacan sus conclusiones, hacen comparaciones
entre Jesús y Abraham, entre Jesús y los profetas. No terminan de entender las
palabras de Jesús como les cuesta aceptar no solo lo que Jesús les dice sino
sobre todo lo que Jesús es, como Jesús se manifiesta.
Esta imagen de la vida, del morir o del vivir para siempre es algo
repetido en el evangelio de san Juan. Ya el pasado domingo escuchábamos el
relato de la resurrección de Lázaro, pero sobre todo las palabras de Jesús que
nos hablaban de creer en El y tener vida para siempre.
Pero ya desde el principio del Evangelio Juan nos hace una hermosa presentación
del tema. La Palabra que esta junto a Dios y que era Dios, la Palabra por quien
fue hecho todo, la Palabra en quien estaba la vida y la vida era la luz de los
hombres, y a quienes la reciben, a todos aquellos que creen en su nombre les da
la vida de hijos de Dios. No es una vida que provenga del hombre, no es la vida
producto de la generación humana, es la vida que nace de Dios.
Creemos en Jesús, Palabra eterna de Dios, guardamos las palabras de Jesús
y guardarlas es cumplirlas, es hacerlas vida en nosotros y estamos llamados a
vivir para siempre. Ya nos dirá Jesús que El ha venido para que tengamos vida y
vida en abundancia, vida que dure para siempre. Y para eso – una imagen mas que
nos ofrece Jesús – El se hace alimento para que tengamos vida. Quien come su
carne tendrá vida para siempre, nos dirá en otro momento, y El nos resucitara
en el último día.
Es hermoso lo que nos esta diciendo Jesús. Cuando le escuchamos
tenemos que ir recogiendo toda su Palabra porque aunque en algún momento alguna
cosa nos cueste entender, escuchándola en conjunto veremos la totalidad de su
mensaje y unas cosas nos ayudaran a comprender otras.
Claro que queremos vivir para siempre, llenarnos de la vida de Jesús,
hacer que nunca mas en nosotros haya muerte, porque en Jesús podremos tener la
vida en plenitud, porque nos llenamos de la vida de Dios. A los que creen en su
nombre les da el poder ser hijos de Dios, recordábamos, estamos haciéndonos
participes de la vida de Dios por la fuerza de su Espíritu, estamos llamados a
resucitar en el ultimo día, porque Jesús es la resurrección y la vida y es lo
que El quiere para nosotros. Es su salvación.
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