Con convicción y entusiasmo anunciamos la alegría de la Pascua impulsados por el Espíritu de Cristo resucitado que ha de ser alegría y esperanza para nuestro mundo
Mateo, 28, 1-10
‘No temáis… alegraos… no tengáis miedo…’ se repite una y otra
vez en el mensaje del Evangelio. Y nosotros decimos ¡Aleluya! y
lo cantamos y lo repetimos una y otra vez porque nuestro corazón esta también
henchido de alegría.
‘Buscais a Jesús, el crucificado. No esta aquí. Ha resucitado, como
lo había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos:
Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí
lo veréis. Mirad os lo he anunciado’.
Es el anuncio que se proclama en este amanecer de aquel primer día de
la semana. Es el anuncio que nos llena de alegría. ¡Aleluya! Es el anuncio mas
repetido a lo largo de los siglos. Es el anuncio que hoy la Iglesia proclama
ante el mundo. Es el anuncio que nosotros hemos de proclamar también a nuestro
mundo. No podemos dejar de hacerlo. Tenemos que repetirlo una y otra vez. Y Jesús
nos dice, como les decía a aquellas mujeres que fueron al alborear aquel primer
día de la semana al sepulcro que no temamos, que lo vayamos a comunicar a los
hermanos.
Parece que hoy no sabemos decir otra cosa y nos repetimos una y otra
vez. No nos podemos cansar. Y tenemos que hacerlo con convicción. Es el
testimonio que tenemos que dar con nuestras vidas. Porque el mundo no cree,
como ha sucedido también a lo largo de los siglos. O el mundo no cree porque no
hemos sabido hacer el anuncio, o nuestras palabras no han ido acompañadas del
testimonio de nuestra vida.
No puede ser el fervor de un momento, aunque en este día de Pascua
necesariamente tiene que hervir fuerte nuestro fervor. Hemos venido celebrando
todo el misterio de Cristo dejándonos iluminar por su palabra y hoy llegamos a
este momento grande en que proclamamos lo que es el centro de nuestra fe. Por
eso nuestra convicción, el entusiasmo que tenemos que poner, el testimonio que
tenemos que dar de unas vidas que se han dejado transformar por Jesús viviendo
la Pascua del Señor en nosotros.
Unas vidas transformadas por el amor y para amar con toda intensidad.
Y será así con ese fuego del Espíritu divino en nuestras venas, en las venas de
nuestra alma como tenemos que salir para ir al encuentro con los demás. En
estos momentos eclesiales que vivimos nos encontramos con ese lema y esa
consigna para nuestras vidas. ‘En
salida’, se nos dice; nos lo repite el Papa Francisco una y otra
vez para que seamos capaces de ser valientes para ir al encuentro con todos con
nuestro mensaje evangelizador, y es el motivo de los planes pastorales de
nuestras iglesias.
No es nada nuevo, tendríamos que reconocer, porque hoy lo hemos
escuchado en el evangelio que se ha venido proclamando desde hace veinte
siglos. ‘Id aprisa a decir… id a comunicar…’ por dos veces se nos ha
repetido en el texto que hoy se nos ha proclamado en la liturgia.
Pero seguimos con nuestros miedos, nuestras indecisiones, nuestros
miedos, nuestras cobardías y nos llenamos de temor. Pero ese temor tendría que
haber desaparecido si en verdad nos dejáramos inundar por el Espíritu de Dios.
El nos da fortaleza como nos da sabiduría para que podamos y sepamos hacerlo.
En nuestro corazón hemos de sentir esa alegría del Espíritu de Cristo
resucitado.
Cuando estos días pasados nos hemos puesto a la sombra de la cruz de Jesús
hemos aprendido a descubrir esa cruz en nosotros, pero sobre todo esa cruz en
nuestros hermanos los hombres que caminan a nuestro lado en sus pobrezas, sus
soledades, sus angustias, todo ese mal que sufren desde la realidad de nuestro
mundo que ni es tan justo ni es tan humano. Y es en medio de ese mundo, y es a
esos hermanos crucificados a quienes tenemos que llevar el mensaje de pascua.
Serán nuestras palabras, pero serán nuestros gestos, los signos de
compromiso que vayamos realizando en nuestra vida el mejor anuncio, la mejor
forma de llevar nuestro mensaje. Así lo hemos meditado en estos días, y así
ahora nos sentimos fuertemente impulsados desde la fuerza del Espíritu
resucitado que esta inundando nuestras vidas.
Es nuestro compromiso de pascua; es ese camino en salida que tenemos
que realizar; es esa pascua que vivimos en nosotros pero que tenemos que ayudar
a vivir a los demás, para que todos se encuentren con Cristo que pasa por sus
vidas, que se acerca a nuestro mundo y a través nuestro quiere transformarlo.
Que reine una nueva alegría en nuestro mundo; no la alegría efímera de
un momento sino la alegría honda de sentir que Cristo vive, que Cristo esta con
nosotros, que Cristo reina de verdad en nuestro mundo porque lo hemos
transformado con los valores del Reino de Dios.
¡Feliz pascua de resurrección!
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