También Jesús te esta diciendo levántate, sal de tu soledad, camina al encuentro con los demás, pon la camilla de tu vida al servicio de los otros
Ezequiel
47, 1-9. 12; Sal 45; Juan 5, 1-3. 5-16
Que triste es sentirse solo y no tener nadie que le acompañe y le
ayude. Vivimos rodeados de gente por todas partes, familia, vecinos, compañeros
de trabajo, amigos… y por otra parte hoy tenemos la facilidad de las redes
sociales que nos hacen entrar en comunicación con personas de todos lados; nos
llamamos con facilidad amigos, es una palabra muy socorrida, y desde que
entramos en un mínimo de conocimiento enseguida nos llamamos amigos.
Sin embargo vivimos en un mundo donde hay demasiadas soledades. La
comunicación con las personas de nuestro entorno no siempre es lo profunda que desearíamos,
bien porque son unas relaciones muy superficiales o porque se ponen fácilmente
barreras y distancias, o bien nosotros mismos nos encerramos en nuestras cosas,
en nuestro mundo, en nuestras rutinas y no abrimos la puerta de nuestro yo a
esa comunicación con el que quizás hasta nos estamos tratando cada día.
No es así el mundo de felicidad que todos desearíamos; en la soledad
nos guardamos nuestras amarguras, nos sentimos paralizados ante cualquier
problema, entramos en etapas de aislamiento y de inacción e inutilidad, vamos centrándonos
solo en nosotros mismos y ya seremos incapaces de apreciar los problemas que
los otros tienen a nuestro lado.
No es el camino que Jesús quiere para nosotros porque es un camino que
merma más y más nuestra vida, y Jesús quiere que tengamos vida y vida en
plenitud. Y la vida en plenitud comienza por valorarnos a nosotros mismos y ser
capaces de desarrollar todas las posibilidades, todas las capacidades que hay
en nuestra vida, todos esos valores que nos harán crecer, ser nosotros mismos,
pero también ser para los demás.
Hoy el evangelio nos habla de un milagro especial que Jesús realiza,
un signo muy especial y que puede enseñarnos mucho. Había en Jerusalén una
piscina muy cercana al templo, junto a la puerta por donde entran introducidas
las ovejas o los animales para los sacrificios en el templo y por eso se
llamaba Betesda, o la piscina de las ovejas.
Allí se agolpaba una multitud grande de impedidos, de discapacitados y
enfermos de todas clases porque tenían la creencia que cuando el agua entraba
en movimiento quien se sumergiera el primero en la piscina era curado. No todos
los lograban. El evangelio nos habla de un hombre que llevaba 38 años en los pórticos
de aquella piscina esperando un día ser el primero que se sumergiera en el
agua. No lo había logrado por su discapacidad, otros se le adelantaban. Por si
mismo parecía que él no podía hacerlo.
Es Jesús el que se acerca a aquel hombre. ‘¿Quieres curarte?’ Y
el hombre le cuenta sus penas, le habla de su soledad, no tenia quien le
ayudase, cada día se sentía mas imposibilitado. ‘Levantate, toma tu camilla
y echa a andar’, son las palabras de Jesús. Que se levante por si mismo,
que camine, que vaya de nuevo al encuentro con los suyos, que vaya a su casa,
que cargue con su camilla. No tiene que quedarse allí postrado. El puede. El
tiene que levantarse. El tiene que salir de allí. El tiene que ir de nuevo al
encuentro con los demás.
No le vale quedarse encerrado en aquella soledad, no puede sentirse inútil.
Su vida vale, con su vida es posible seguir haciendo muchas cosas y tiene que
hacerlo; que cargue con su camilla, no la va a dejar allí para que otros la
lleven. Es lo que Jesús hace con aquel hombre, es la vida nueva que va a tener
a partir de su encuentro con Jesús. No se puede quedar ya encerrado en su
soledad y en su aislamiento.
¿No será eso lo que nosotros también tenemos que hacer? No sigamos
dando vueltas sobre nosotros mismos; salgamos de ese círculo en el que nos
hemos metido y que nos aísla. Vayamos al encuentro con los demás que podemos
hacerlo, desarrollemos nuestras capacidades, nuestros valores, comencemos a
creer en las posibilidades que en nosotros mismo tenemos.
Es lo que Jesús quiere para nuestra vida. Levántate, toma tu
camilla, echa a andar. Muchas cosas puedes hacer incluso con esa camilla de
tu vida, porque ahí quizás hemos encerrado muchas cosas, les hemos cortado las
alas a nuestras posibilidades. Jesús nos tiene la mano para que vivamos esa
vida nueva. Es el milagro que quiere realizar en nuestra vida.
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