Descubramos el sentido de trascendencia que hemos de darle a nuestra vida elevando nuestro espíritu por encima de la materialidad de lo que nos rodea y buscando los verdaderos valores
Eclesiástico, 35, 1-15; Sal. 49; Marcos, 10,28-31
¿Y yo que voy a ganar? ¿De que me vale eso a mí? ¿Qué provecho tengo?
Preguntas así nos hacemos en ocasiones cuando quizás tenemos que hacer algo de
forma altruista donde posiblemente no veamos ningún beneficio material para
nosotros. Vivimos en un mundo donde todo se paga, lo gratuito algunas veces
parece extraño, nos cuenta en momentos entender a gente que sea capaz de
olvidarse de si misma para simplemente buscar el bien de los demás.
Hasta en aquellos lugares de función publica donde quienes optan a un
cargo se supone que lo hacen porque quieren hacer algo por la sociedad, bien
sabemos como muchas veces anda por debajo – o descaradamente quizás – la
corrupción, el obtener beneficios, el tener ganancias que engorden nuestros
bolsillos.
Doy para que me des, parece ser el lema, o que me das si yo hago esto
por ti. En todos no es así, lo sabemos, pero somos conscientes de que ese
estilo impera demasiado en nuestra sociedad y hasta tenemos el peligro de verlo
tan normal que nosotros podamos caer en esas redes.
No nos extrañe, pues, la pregunta que Pedro le hace a Jesús. Ha venido
diciendo Jesús anteriormente que tengamos cuidado para que no nos esclavicemos
del dinero o de las riquezas sino que otro tiene que ser el sentido, pero son
cosas que son difíciles de entender.
Por allí había aparecido aquel joven con buena voluntad y que buscaba
como hacer algo mas por su vida, pero cuando Jesús le habla de desprendimiento
y de generosidad para buscar tesoros que no los roa la polilla o los ladrones
se los roben, dar marcha atrás porque era rico y lo que Jesús le pedía parecía
que podía superar sus propias fuerzas. No había llegado a entender tampoco
quien es el que da fuerza y motiva una entrega como la que le pedía Jesús.
Ahora Pedro le recuerda a Jesús que un día habían dejado redes y barca
por seguirle, ¿Qué les tocaba a ellos? Mas trabajos quizás, otras entregas y
otras gentes a las que servir, el sentirse miembros de una nueva comunidad
donde se mulplicarian los familiares porque ahora todos se tenían que sentir
como hermanos… cien veces mas les dice Jesús. Pero no es eso lo importante que
ellos van a obtener; ‘y en la edad futura, la vida eterna’, les dice Jesús.
Su vida ha de llenarse de trascendencia. No será lo importante lo que
ahora aquí obtengamos. Nuestras obras, nuestra vida se trasciende más allá de
esta vida terrena y de lo que aquí podamos obtener. Y Jesús habla de vida
eterna, que es hablarnos de plenitud, de felicidad total, de realización plena
de nuestra vida que se va a ver llena de Dios.
Nos puede resultar costosa muchas veces esa entrega porque nos
obligara a olvidarnos de nosotros mismos, pero la satisfacción que podamos
sentir en el corazón por ese bien que hacemos, por esa sonrisa que vemos
aflorar en los labios de quien tiene su vida llena de sufrimiento o marcada por
el dolor cuando infundimos esperanza con nuestra presencia, con nuestra ayuda,
con nuestro amor, es algo que no tiene medida. Es irnos adelantando el cielo en
la tierra aunque estemos rodeados del infierno de muchos sufrimientos, porque
en el bien que hacemos nos sentiremos mas llenos de Dios.
Tenemos que descubrir muy bien ese sentido de trascendencia que hemos
de darle a nuestra vida, a nuestros actos. Tenemos que elevar nuestro espíritu
por encima de esa materialidad de las cosas que nos rodean, tenemos que
descubrir esos verdaderos valores que nos van a llenar de mayor plenitud, por
los que merece la pena luchar, que nos van a dar las mejores alegrías, que
haciendo felices a los demás nos harán a nosotros mas felices.
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