Mensajeros de evangelio tenemos que ser también llevando a los demás la Buena Noticia del amor que Dios nos tiene y reconociéndole como el único Señor de nuestra vida
Isaías 45 y 6b-8. 18. 21b-25; Sal 84; Lucas 7, 19-23
Por los frutos se conoce el árbol y por las obras podemos conocer a
los demás. Juan el Bautista estaba ya en la cárcel por las intrigas de Herodías
y por la cobardía de Herodes que decía que lo tenía en gran aprecio y le
gustaba escucharle, pero porque no le agradaban las denuncias que Juan le hacía
lo había encarcelado.
Hasta la cárcel, a través quizá de sus discípulos le llegaban noticias
de la actividad de Jesús sobre todo por Galilea donde especialmente realizaba
su labor. Quizá los discípulos de Juan se preguntaban y le preguntaban a Juan
sobre el sentido de lo que Jesús hacia y si acaso sería el Mesías anunciado.
Ya algunos discípulos de Juan se habían ido con Jesús; recordamos cómo
Andrés y Juan, el hermano de Santiago, se habían ido detrás de Jesús cuando
Juan lo había señalado como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo,
probablemente después de la experiencia del bautismo de Jesús, allá en el Jordán.
Ahora Juan envía a algunos de los discípulos que aun le siguen a que
le pregunten a Jesús si es el que había de venir, o aun tendrían que esperar a
otro. Jesús no responde directamente en principio al planteamiento que le hacen
de parte de Juan sino que sigue realizando la labor que siempre realizaba;
hasta Jesús llegan siempre los corazones atormentados, los cuerpos llenos de
dolor y de limitaciones, los espíritus inquietos que siguen buscando esperanzas
por los que seguir buscando y luchando.
Jesús cura a los enfermos que hay a su alrededor; serán aquellos
cuerpo atormentados por el dolor, o será sus espíritus ansiosos de nueva vida,
para todos Jesús tiene una Palabra de vida, una Buena Nueva que anunciarles,
porque lo que hace es manifestarles una y otra vez que el amor de Dios nunca
falla y Dios quiere hacer presente en nuestros corazones y en nuestro mundo; es
el anuncio del Reino, de que en verdad tenemos que tener al Señor como único
Dios de nuestra vida.
Es lo que finalmente les dirá también a los enviados de Juan. Id y
anunciad, id a contar a Juan lo que habéis visto y oído… vienen a buscar
respuestas para sus interrogantes y los convierte en mensajeros; han de ser los
que lleven también la Buena Noticia a Juan, han de ser los que han de seguir
propagando esa buena noticia para todos los hombres.
Como dirá el evangelista más tarde, lo que han visto con sus ojos, lo
que han palpado en su vida, han de comunicarlo, han de anunciarlo. Es lo mismo
que responderán los apóstoles cuando les prohíban hablar de Jesús, no pueden
callar lo que han visto y lo que han oído, lo que ha sido una experiencia
profunda en sus vidas no pueden callarlo, tienen que trasmitirlo a los demás.
Mensajeros de evangelio, de buenas nuevas, evangelizadores tenemos que
ser también nosotros. Recordemos las experiencias más profundas que hayamos
tenido en el camino de nuestra fe; todos habremos tenido un momento especial de
nuestras vidas donde hemos recibido, palpado en nuestras vidas esa Buena Nueva
de Dios, esa experiencia del amor de Dios en nuestras vidas.
Con esa experiencia tenemos que ir a los demás, aunque ha de
continuamente una experiencia que vayamos renovando en nuestras vidas. Por eso
será tan importante que continuamente estemos abiertos a Dios, en sintonía con
Dios en nuestra oración, en nuestra escucha interior para sentir la voz de Dios
en nuestro corazón, en ese apertura de nuestros ojos para saber leer con fe
cuanto nos sucede y aprendamos a leer lo que Dios nos dice en los
acontecimientos, a ver y experimentar continuamente esa presencia de Dios que
nos llega a través de lo que nos sucede, de las personas que están a nuestro
lado, de esa buena palabra que escuchemos, de ese acontecimiento quizá doloroso
que nos pueda suceder.
Con ojos de fe hemos de saber experimentar a Dios y con la valentía de
la fe hemos de saber llevarlo a los demás, anunciarlo a cuantos nos rodean.
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