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viernes, 16 de diciembre de 2016

Juan Bautista una lámpara en nuestro camino de adviento que nos descubre los nuevos caminos que hemos de recorrer para el encuentro profundo con el Señor y con los demás

Juan Bautista una lámpara en nuestro camino de adviento que nos descubre los nuevos caminos que hemos de recorrer para el encuentro profundo con el Señor y con los demás

Isaías 56,1-3a.6-8; Sal 66; Juan 5,33-36
‘Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad’, les dice Jesús. Como nos dice el principio del evangelio ‘vino un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz,  a fin de que todos creyeran por él. No era él la luz, sino testigo de la luz’. Ahora nos dice el evangelista que ‘él ha dado testimonio de la verdad’.
Así se presentaba Juan en el desierto a la orilla del Jordán. Su figura austera, su palabra valiente lo convertían en testigo. Como hoy nos dice el evangelio era la lámpara que estaba junto al sendero para señalarnos el camino. ‘Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz’.
Era la voz que gritaba en el desierto, era el que venia a preparar el camino del Señor, por eso había que enderezar todo lo torcido, igualar todo lo escabroso, nivelar todas las hendiduras, abrir camino en  los desiertos y en las montañas. Ya los desiertos que los caminos que se abrieran en los desiertos parecerían hermosos senderos entre los vergeles floridos y los árboles llenos de frutos. Y es que cuando el camino se hace con esperanza por muy duro que sea en si mismo para el que lo recorre con esa esperanza de lo que se va a encontrar ya será un camino jubiloso y en el que todo parece que ayuda a recorrerlo con sentido. ‘Oráculo del Señor que reúne a los dispersos de Israel, y reunirá otros a los ya reunidos’, nos decía hoy el profeta.
Vamos escuchando esta palabra del Señor en este camino que nosotros vamos recorriendo en este tiempo de Adviento. Un camino que hacemos llenos de esperanza; un camino en que ya se van pregustando las mieles de lo que nos vamos a encontrar, por eso es un camino que hacemos también llenos de alegría.
Llenos de alegría por el encuentro que vamos a vivir con el Señor, y ya estamos saboreando su dulzura; pero llenos de alegría porque es un camino que tiene que ir haciendo que nos encontremos con los demás. Como decía el profeta ‘reúne a los dispersos de Israel y reunirá a otros a los ya reunidos’. No es un camino que hagamos solos, es el peregrinar del pueblo de Dios donde unidos en la misma fe y en la misma esperanza nos vamos reencontrando los unos con los otros.
Hermosa tarea que tenemos que realizar. Ese encuentro algunas veces podría resultarnos costoso, porque todos tenemos nuestras pegas, todos tenemos aristas con las que nos podemos dañar los unos a los otros. Esa imagen del Bautista que nos invita a enderezar lo tortuoso de los caminos o arreglar los escabroso que podamos encontrar en nuestras sendas podríamos traducirlo en esas cosas que pueden hacer escabrosa nuestra vida por nuestro carácter o nuestra manera de ser, por las rutinas con que hemos llenado nuestra vida o las malas costumbres que nos dañan mutuamente.
Dejémonos iluminar por esa lámpara en el camino de nuestro Adviento que es Juan el Bautista para que lleguemos a encontrarnos con la verdadera luz. Esa lámpara que nos señala caminos, que nos hace ver con mayor claridad nuestros pasos, que nos descubre con su luz esos tropiezos que tenemos en nuestra vida, que nos conducirá a una mirada nueva y distinta a los que nos rodean para que nos sintamos todos unidos y reunidos en el Señor.

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