Juan Bautista una lámpara en nuestro camino de adviento que nos descubre los nuevos caminos que hemos de recorrer para el encuentro profundo con el Señor y con los demás
Isaías 56,1-3a.6-8; Sal 66; Juan 5,33-36
‘Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de
la verdad’, les dice Jesús. Como nos dice el principio del evangelio ‘vino
un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para
dar testimonio de la luz, a fin de que
todos creyeran por él. No era él la luz, sino testigo de la luz’. Ahora nos
dice el evangelista que ‘él ha dado testimonio de la verdad’.
Así se presentaba Juan en el desierto a la orilla del Jordán. Su
figura austera, su palabra valiente lo convertían en testigo. Como hoy nos dice
el evangelio era la lámpara que estaba junto al sendero para señalarnos el
camino. ‘Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis
gozar un instante de su luz’.
Era la voz que gritaba en el desierto, era el que venia a preparar el
camino del Señor, por eso había que enderezar todo lo torcido, igualar todo lo
escabroso, nivelar todas las hendiduras, abrir camino en los desiertos y en las montañas. Ya los
desiertos que los caminos que se abrieran en los desiertos parecerían hermosos
senderos entre los vergeles floridos y los árboles llenos de frutos. Y es que
cuando el camino se hace con esperanza por muy duro que sea en si mismo para el
que lo recorre con esa esperanza de lo que se va a encontrar ya será un camino
jubiloso y en el que todo parece que ayuda a recorrerlo con sentido. ‘Oráculo
del Señor que reúne a los dispersos de Israel, y reunirá otros a los ya
reunidos’, nos decía hoy el profeta.
Vamos escuchando esta palabra del Señor en este camino que nosotros
vamos recorriendo en este tiempo de Adviento. Un camino que hacemos llenos de
esperanza; un camino en que ya se van pregustando las mieles de lo que nos
vamos a encontrar, por eso es un camino que hacemos también llenos de alegría.
Llenos de alegría por el encuentro que vamos a vivir con el Señor, y
ya estamos saboreando su dulzura; pero llenos de alegría porque es un camino
que tiene que ir haciendo que nos encontremos con los demás. Como decía el
profeta ‘reúne a los dispersos de Israel y reunirá a otros a los ya
reunidos’. No es un camino que hagamos solos, es el peregrinar del pueblo
de Dios donde unidos en la misma fe y en la misma esperanza nos vamos
reencontrando los unos con los otros.
Hermosa tarea que tenemos que realizar. Ese encuentro algunas veces
podría resultarnos costoso, porque todos tenemos nuestras pegas, todos tenemos
aristas con las que nos podemos dañar los unos a los otros. Esa imagen del
Bautista que nos invita a enderezar lo tortuoso de los caminos o arreglar los
escabroso que podamos encontrar en nuestras sendas podríamos traducirlo en esas
cosas que pueden hacer escabrosa nuestra vida por nuestro carácter o nuestra
manera de ser, por las rutinas con que hemos llenado nuestra vida o las malas
costumbres que nos dañan mutuamente.
Dejémonos iluminar por esa lámpara en el camino de nuestro Adviento
que es Juan el Bautista para que lleguemos a encontrarnos con la verdadera luz.
Esa lámpara que nos señala caminos, que nos hace ver con mayor claridad
nuestros pasos, que nos descubre con su luz esos tropiezos que tenemos en nuestra
vida, que nos conducirá a una mirada nueva y distinta a los que nos rodean para
que nos sintamos todos unidos y reunidos en el Señor.
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