De María aprendemos a estar junto a la cruz de Jesús con una verdadera solidaridad en el dolor de cuantos sufren a nuestro lado
1Corintios 15,1-11; Sal 117;
Juan 19,25-27:
‘Junto a la cruz estaba María, la madre de Jesús…’ Después de
haber contemplado ayer la Cruz y a quien de ella pendía como nuestro Salvador
en la entrega suprema de su vida por amor hoy la Iglesia nos invita a
contemplar a María junto a la cruz de Jesús.
‘Y a ti una espada te traspasará el alma’, le había anunciado
el anciano Simeón allá en el templo cuando la presentación de Jesús para
cumplir la ley de Moisés. Traspasada de dolor en la pasión y muerte de Jesús
hoy la contemplamos en cumplimiento de aquella profecía. La tradición nos habla
del encuentro de Jesús y María en la calle de la amargura camino del Calvario.
Allí en medio de las gentes que vociferaban contra Jesús la
contemplaremos siguiendo aquel cortejo de dolor y sangre arropada por las
buenas mujeres que habían seguido a Jesús, alentada quizá por el llanto de
aquellas mujeres anónimas a las que Jesús invitaba a llorar por sus pecados y
por sus hijos, y apoyada seguro en el discípulo amado que al pie de la cruz iba
a recibir como hijo en nombre de toda la humanidad.
María en medio de aquellos que vociferaban su maldad queriendo llevar
a su Hijo hasta el patíbulo, pero María allí donde hay sufrimiento y muerte
para unirse ella en una solidaridad tan especial como puede hacerlo una madre a
la ofrenda de amor que hacia Jesús de su vida al Padre derramando su sangre por
la salvación y el perdón de los pecados de toda la humanidad.
Queremos, sí, contemplar a María en medio de ese cuadro lleno de
sombras pero también de luz, porque será la manera como seguiremos contemplando
a María a través de todos los tiempos junto al dolor de todos sus hijos. María,
junto a la cruz de Jesús en el Calvario, María junto a la cruz de Jesús en el
sufrimiento de tantos a lo largo de los siglos. La presencia de María va a
iluminar las sombras de ese cuadro de muerte del sufrimiento de los hombres a través
de todos los tiempos. Es la madre que estará siempre al lado de sus hijos, pero
de manera especial de sus hijos más débiles, como siempre hacen las madres, en
todos los torturados por el dolor y el sufrimiento sea cual sea.
Qué paz cuando sentimos a María en medio de las sombras de nuestra
vida. El amor de la madre nos llena de luz y nos abre a la esperanza. El amor
de María nos enseñará también a nosotros a estar junto a la cruz; junto a la
cruz, porque la llevamos en nosotros y con nosotros en el camino del
seguimiento de Jesús, ya que El nos invita a seguirle tomando, cargando con
nuestra cruz de cada día; pero junto a la cruz de Jesús porque aprenderemos a
estar al lado del sufrimiento de los demás para con nuestro amor, nuestra
presencia, nuestros gestos de solidaridad llevar también ese rayo de luz y de
esperanza que necesita todo el que sufre.
Es nuestra tarea. Es la lección que aprendemos de María. María, Madre
y Reina de los Dolores porque supo estar junto al dolor de su Hijo con su corazón
traspasado; Madre y Reino de los Dolores, porque sigue estando junto a la cruz
de sus hijos, todos los hombres que sufren para alentar su esperanza, para
darnos motivos para caminar, para aprender también nosotros lo que es el amor
verdadero y la solidaridad con que hemos de estar junto a nuestros hermanos los
hombres que sufren. De María aprendemos a no cruzarnos de brazos; de María
aprendemos a buscar formas para mitigar cualquier dolor, para servir de
consuelo a los que lloran, para encender una luz en el corazón que nos haga
tener esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario