Como Jesús también nosotros hemos de proclamar la Buena Noticia del Reino de Dios aunque sea en un mundo de increencia y de indiferencia
1Corintios 15,12-20; Sal 16; Lucas 8,1-3
‘Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo,
predicando el Evangelio del reino de Dios’.
Así sencillamente nos resume el evangelista la acción evangelizadora de Jesús
de pueblo en pueblo por toda Galilea.
No iba solo, lo acompañaban muchos discípulos, muchos que querían
seguir sus pasos, que se habían sentido deslumbrado por su anuncio, por sus
palabra y querían estar con El, seguir su camino; entre ellos el evangelista
nos destaca a los Doce, los había elegido y llamado para que de manera especial
estuvieran con El, porque a ellos les iba a confiar su misión; pero el
evangelista nos habla también de algunas mujeres, el grupo de las mujeres
piadosas que estarían con Jesús hasta en el momento de la cruz; muchas habían
recibido especiales dones de Jesús, como verse liberadas del mal, otras incluso
lo ayudan con sus bienes.
Lo importante es el anuncio, la Buena Nueva que proclama, el Evangelio
del Reino de Dios. había sido su anuncio desde el principio y desde el
principio nos pedía creer en ese anuncio, creer en ese Reino de Dios que se
construía, construir ese Reino de Dios en el corazón convirtiéndonos a El. ‘Convertíos
y creed en la Buena Noticia’, recordamos que era su anuncio.
Allí estaban con Jesús y le seguían de cerca quienes creían en ese
anuncio, quienes querían que se Reino de Dios se hiciera realidad. Queremos
nosotros estar también cerca de Jesús; queremos también que ese Reino de Dios
se vaya haciendo presente más y más en nuestro mundo. Parece que no es fácil
porque las sombras de la increencia y la indiferencia parecen que lo invaden
todo. A quienes queremos hablar del Reino de Dios la gente nos mira quizá de
una forma escéptica, como si oyeran hablar de visiones o de sueños
irrealizables.
Pero nosotros creemos en el Reino de Dios, porque primero que nada
queremos que Dios sea en verdad el centro de nuestra vida. No siempre es fácil,
repito, porque son tantas las cosas que nos distraen, que nos tientan, que nos
hacen sus ofertas, para que pongamos el corazón en ellas, para que las
convirtamos en absolutos de nuestra vida. Pensemos en tantos apegos del corazón;
pensemos en esas cosas que poseemos o que más bien nos poseen y que parece que
nada somos sin ellas; pensemos en tantas esclavitudes en las que podemos caer atándonos
a cosas, atándonos a ideas, poniendo en duda cosas fundamentales, llenando de
sombras nuestro corazón.
Queremos vivir el Reino de Dios y buscar los verdaderos valores que
nos lleven por caminos de plenitud, caminos que nos hagan tener la mirada alta,
caminos de verdadera libertad, caminos de amor y de solidaridad, caminos en lo
que busquemos siempre lo bueno por encima de todo, caminos en que sepamos
encontrarnos con Dios que viene a nuestra vida. Son los caminos por los que
iremos construyendo el Reino de Dios.
No olvidemos que aquello que hacia Jesús que iba por todas partes
haciendo el anuncio de la Buena Nueva del Reino es lo que nosotros tenemos que
seguir haciendo. No podemos callar esa alegre buena noticia, no la podemos
ocultar, porque así lograremos la salvación para nuestro mundo. Es el
compromiso de nuestra fe, es nuestro compromiso de verdadero seguidor de Jesús,
de un auténtico discípulo.
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