Nuestra relación con Dios siempre ha de ser una relación de amor haciendo la mejor ofrenda de amor con toda nuestra vida
1Samuel
16,1-13; Sal 88; Marcos
2,23-28
¿Quien le puede poner reglas al amor? El amor no lo
podemos encorsetar con normas y reglamentos. Dejaría de ser amor. Sería poner límites
y fronteras. Cuando el amor es verdadero, genuino, auténtico, todo es darse y
entregarse sin limites, todo es buscar lo bueno, todo es buscar el bien de la
persona amada, de ninguna manera querrá hacer daño, nunca se encierra en si
mismo; porque el amor nunca es egoísta ni se encierra en si mismo, no se queda
en la satisfacción propia ni se dejará llevar por la comodidad, ni estará
poniendo limites a su entrega; eso no sería amor, sería una falacia del amor.
Nuestra relación con el Creador, nuestra relación con
Dios siempre ha de ser una relación de amor. Reconociendo la grandeza y lo
infinito del ser de Dios nos sentimos sobrecogidos por su amor. Y es que en
nuestra relación con Dios siempre partimos del amor que El nos tiene; nos ha
creado por amor y por amor nos ha entregado a su Hijo para ser nuestra
salvación.
Aunque no somos dignos ni merecedores de ese amor, no
ha querido Dios dejarnos en nuestro pecado, sino que continuamente nos está
ofreciendo su amor hecho perdón y misericordia para llenar nuestra vida de su
paz. Y a ese amor nosotros respondemos, nosotros correspondemos intentando amor
con un amor semejante en la medida en que con nuestras limitaciones seamos
capaces.
La religión, la relación con Dios no es un ofrecer
cosas para aplacarle, sino siempre una respuesta de amor. Por algo ya desde
siempre el primer mandamiento ha sido el reconocer la grandeza de Dios que es
único en su amor para nosotros amarle con todo nuestro corazón, con toda
nuestra vida, como hemos resumido en los diez mandamientos, amar a Dios sobre
todas las cosas.
Sin embargo los judíos, que sabían muy bien este primer
mandamiento pues cada día lo repetían de memoria muchas veces reglamentaron con
mil preceptos, por decirlo de alguna manera, la manera de esa relación con
Dios. Y las reglamentaciones que tendrían que haber servido para ayudar al
hombre a hacer la mejor ofrenda de amor a Dios, sin embargo terminaron
esclavizando de alguna manera al hombre, poniéndole muchas limitaciones a su
vida.
Hoy hemos escuchado en el evangelio una forma de esas
reglamentaciones por las que los fariseos le echan en cara a Jesús que sus
discípulos no cumplen con la ley del descanso sabático por coger unas espigas
al paso en medio de los trigales del campo. En la relación con Dios el hombre
no se siente ni se puede sentir ni limitado ni esclavizado, porque Dios siempre
querrá el bien del hombre, la grandeza del hombre al que doto de gran dignidad.
Por eso terminará sentenciando Jesús: ‘El
sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado; así que el Hijo
del hombre es señor también del sábado’
Mantengamos viva esa relación de amor con Dios en
nuestro culto, pero también en lo que es la ofrenda de amor que es nuestra
vida. Todo es cuestión de amor, y de amor verdadero.
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