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viernes, 22 de enero de 2016

El Señor también nos llama para que estemos con El, nos gocemos de su presencia, nos inundemos de su amor y seamos los discípulos que siguen siempre sus pasos

El Señor también nos llama para que estemos con El, nos gocemos de su presencia, nos inundemos de su amor y seamos los discípulos que siguen siempre sus pasos

1Samuel 24,3-21; Sal 56; Marcos 3,13-19

Mucha gente se aglomeraba en torno a Jesús. Como escuchábamos y comentábamos ayer multitudes venidas de todos los rincones de Palestina acudían a Jesús. Luego, algunos se quedaban más tiempo con él, eran más fieles seguidores; son los que llamamos los discípulos, los que quieren seguir el camino de su Maestro, seguir los pasos del Maestro.
‘Llamó a los que quiso’, nos dice hoy el evangelista. A lo largo del evangelio vemos como es constante su llamada, su invitación a seguirle, aunque no todos quizá responden siempre, como recordamos a aquel joven rico que venia con buenas intenciones pero cuando vio que había que despojarse de todo para ser buen discípulo de Jesús no fue capaz y se marchó. Unos a la invitación de Jesús, otros entusiasmados por lo que ven y por lo que le oyen al maestro están dispuestos a seguirle.
En medio de todos ellos hay algunos a los que había hecho una llamada especial, y ya desde el principio siempre estaban con El. Ahora llama a doce de manera especial para que sean sus compañeros, porque los va a constituir apóstoles, es decir, sus enviados. Estos van a estar más cercanos al Maestro, a ellos de manera especial explica las cosas que a la multitud de los discípulos se las enseña en parábolas, en ocasiones veremos que los toma aparte, se los lleva a lugares tranquilos para poder hablar, para poder enseñarles, para poder instruirles porque van a ser sus enviados.
El evangelista nos da la relación del hombre de los doce. Allí están aquellos pescadores llamados desde la primera hora, allí estará el recaudador de impuestos que un día llamara a su paso por delante de su garita, allí están unos discípulos, hombres sencillos de aquellas aldeas y pueblos pero en los que hay una gran inquietud en sus corazones. Van a estar con Jesús. Van luego a ser enviados de manera especial por Jesús.
El Señor nos llama, quiere que estemos con El. Ojalá nosotros seamos capaces de entrar en esa intimidad divina con Jesús para escucharle con intensidad en nuestro corazón, para gozarnos continuamente de su presencia, para ser testigos de su amor, para sentirnos envueltos en su luz que nos transforma, para aprender de las maravillas de Dios.
El nos llama y de nosotros depende la respuesta. Que queramos en verdad estar con El. Que seamos capaces de desprendernos de nosotros mismos, como un día Leví se levantó de su garita de cobrador de impuestos y alegre y feliz ser fue con El, como aquellos pescadores que dejaron sus redes y sus barcas. Ellos también en ocasiones tenían sus dudas, como nosotros también las tenemos, se preguntaban si merecía la pena, qué es lo que iban a ganar con aquel seguimiento que estaban haciendo de Jesús. ‘Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo por seguirte…’ le decía un día Pedro. Pero se confiaban en Jesús porque ‘Tú tienes palabras de vida eterna y ¿adonde vamos a ir sin ti?’
Nos queremos nosotros también confiar plenamente en Jesús, para ser sus discípulos, para seguir sus pasos, para ser también apóstoles en medio de nuestro mundo. El prometió que siempre estaría con nosotros. Confiemos y amemos.


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