Una vida impregnada del misterio pascual no teme las perturbaciones que podamos encontrar en el camino
Romanos
8, 31b – 39; Sal 108; Lucas 13, 31-35
Alguna vez quizá haya se nos habrá acercado a decirnos
que tengamos cuidado con tal persona que no nos quiere bien y probablemente en
principio nos hayamos quedado desconcertados; nos cuesta entender que nos
quieran mal, que no entiendan lo que hacemos o que lo malinterpreten; somos
conscientes de que intentamos hacer las cosas bien, decimos lo que creemos conveniente
y justo y en esa consecuencia actuamos, pero quizá eso no guste, moleste a
alguien y pueden devenir tan malos odios o sentimientos negativos en esas
personas que quizá nos puedan desear algo malo.
Ya digo, nos quedamos desconcertados y no sabemos qué
hacer, porque creemos que estamos haciendo lo recto y lo correcto; ¿qué
hacemos? ¿seguir como si nada hubiera pasado? ¿atender a esas advertencias y
moderar nuestra actuación? ¿mantenernos fiel en nuestra actuación con la
conciencia de lo bueno que estamos haciendo? Difícil tesitura en la que podemos
encontrarnos en ocasiones.
Hoy vienen a decirle a Jesús que se ande con cuidado
porque Herodes quiere matarle. Y con los antecedentes de lo que le había
sucedido a Juan el Bautista, quizá habría que tomar precauciones. ¿Será esa
actitud de la llamada prudencia la que tomará Jesús?
Jesús no tiene miedo. Habrá momentos, como en Getsemaní
antes de comenzar su pasión, en que su alma sentirá la angustia de la muerte
cercana, pero aun en esos momentos oscuros estará por encima de todo su deseo
de hacer la voluntad del Padre. Que pase este cáliz, pedirá entonces, pero que
no se haga mi voluntad sino la tuya. Ahora manifiesta su decisión ante lo que
le dicen de Herodes, sabiendo que su vida puede estar en peligro, pero es fiel
a su misión y sabe que habrá de vivir una pascua muy especial, porque estará
muy llena de sufrimiento y de pasión, pero sigue con su camino.
‘Hoy y mañana seguiré curando y
echando demonios; pasado mañana llego a mi término. Pero hoy y mañana y pasado
tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén’. Sigue su camino hacia Jerusalén.
Sabe incluso que Jerusalén no ha acogido ni acoge su palabra y llorará por
ella. Anuncia, sin embargo, cómo va a ser aclamado en su entrada en Jerusalén. ‘Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que
exclaméis: "Bendito el que viene en nombre del Señor’. Aunque bien sabe que ese va a ser el pórtico de su pascua.
¿Y nosotros tendremos también que vivir una pascua? Nuestra vida ha de
estar impregnada toda ella por el misterio pascual de Cristo y aquellos
acontecimientos que vayamos viviendo, en ocasiones dolorosos y perturbadores,
en otros momentos quizá con muchas alegrías también en el corazón, hemos de
vivirlos con ese sentido pascual. Y es
que nos unimos a Jesús, nos unimos a su pasión con nuestra pasión, nuestros
sufrimientos, nuestras dificultades, nuestros problemas y luchas, pero siempre
sabemos que estamos iluminados por la luz de Cristo, por la fuerza de su
Espíritu.
Hagamos ese camino pascual en cada momento de nuestra vida con
decisión, con gallardía, con la valentía y fortaleza que nos da el Espíritu del
Señor. No temamos porque Cristo es nuestra Paz, en nuestra Pascua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario