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jueves, 29 de octubre de 2015

Una vida impregnada del misterio pascual no teme las perturbaciones que podamos encontrar en el camino

Una vida impregnada del misterio pascual no teme las perturbaciones que podamos encontrar en el camino

Romanos 8, 31b – 39; Sal 108; Lucas 13, 31-35

Alguna vez quizá haya se nos habrá acercado a decirnos que tengamos cuidado con tal persona que no nos quiere bien y probablemente en principio nos hayamos quedado desconcertados; nos cuesta entender que nos quieran mal, que no entiendan lo que hacemos o que lo malinterpreten; somos conscientes de que intentamos hacer las cosas bien, decimos lo que creemos conveniente y justo y en esa consecuencia actuamos, pero quizá eso no guste, moleste a alguien y pueden devenir tan malos odios o sentimientos negativos en esas personas que quizá nos puedan desear algo malo.
Ya digo, nos quedamos desconcertados y no sabemos qué hacer, porque creemos que estamos haciendo lo recto y lo correcto; ¿qué hacemos? ¿seguir como si nada hubiera pasado? ¿atender a esas advertencias y moderar nuestra actuación? ¿mantenernos fiel en nuestra actuación con la conciencia de lo bueno que estamos haciendo? Difícil tesitura en la que podemos encontrarnos en ocasiones.
Hoy vienen a decirle a Jesús que se ande con cuidado porque Herodes quiere matarle. Y con los antecedentes de lo que le había sucedido a Juan el Bautista, quizá habría que tomar precauciones. ¿Será esa actitud de la llamada prudencia la que tomará Jesús?
Jesús no tiene miedo. Habrá momentos, como en Getsemaní antes de comenzar su pasión, en que su alma sentirá la angustia de la muerte cercana, pero aun en esos momentos oscuros estará por encima de todo su deseo de hacer la voluntad del Padre. Que pase este cáliz, pedirá entonces, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya. Ahora manifiesta su decisión ante lo que le dicen de Herodes, sabiendo que su vida puede estar en peligro, pero es fiel a su misión y sabe que habrá de vivir una pascua muy especial, porque estará muy llena de sufrimiento y de pasión, pero sigue con su camino.
‘Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término. Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén’. Sigue su camino hacia Jerusalén. Sabe incluso que Jerusalén no ha acogido ni acoge su palabra y llorará por ella. Anuncia, sin embargo, cómo va a ser aclamado en su entrada en Jerusalén.  ‘Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: "Bendito el que viene en nombre del Señor’. Aunque bien sabe que ese va a ser el pórtico de su pascua.
¿Y nosotros tendremos también que vivir una pascua? Nuestra vida ha de estar impregnada toda ella por el misterio pascual de Cristo y aquellos acontecimientos que vayamos viviendo, en ocasiones dolorosos y perturbadores, en otros momentos quizá con muchas alegrías también en el corazón, hemos de vivirlos con ese sentido pascual.  Y es que nos unimos a Jesús, nos unimos a su pasión con nuestra pasión, nuestros sufrimientos, nuestras dificultades, nuestros problemas y luchas, pero siempre sabemos que estamos iluminados por la luz de Cristo, por la fuerza de su Espíritu.
Hagamos ese camino pascual en cada momento de nuestra vida con decisión, con gallardía, con la valentía y fortaleza que nos da el Espíritu del Señor. No temamos porque Cristo es nuestra Paz, en nuestra Pascua.

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