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martes, 30 de septiembre de 2014

Con Jesús que sube a Jerusalén emprendemos un camino de superación y crecimiento espiritual

Con Jesús que sube a Jerusalén emprendemos un camino de superación y crecimiento espiritual

Job, 3, 1-3.11-17.20-23M Sal. 87; Lc. 9,51-56
‘Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de subir a Jerusalén’. Comienza una etapa importante en el evangelio de san Lucas, que es la subida de Jesús a Jerusalén. Llega su hora, como se dirá en los otros evangelios, su vuelta al Padre, pero es el tiempo de su Pascua. Sabía Jesús lo que entrañaba su subida a Jerusalén. Repetidamente lo ha ido anunciando, todo lo que allí le va a suceder.
El camino de su pascua no fue solo el momento de su pasión cuando fue prendido en el Huerto hasta llegar a la Cruz y luego a la resurrección. Pascua es paso, es camino de Dios. Es el camino de Jesús hasta su vuelta al Padre, que será la culminación de su Pascua. Tenemos que aprender nosotros si en verdad somos seguidores de Jesús, porque también tenemos que realizar nuestra subida, nuestra ascensión, nuestro camino de pascua que se va a manifestar en nuestra vida de muchas maneras.
El camino que le lleva a Jesús a Jerusalén está jalonado por la incomprensión de sus discípulos ante sus palabras que anunciaban todo lo que iba a suceder; no solo era el rechazo que iba a sufrir por parte de quienes buscarían su muerte, de quienes, como ahora los samaritanos, no quieren recibirle porque va hacia Jerusalén. Son también las dudas de los propios discípulos, la no comprensión, el querer volver atrás una y otra vez a sus mismas ambiciones, el dejarse arrastrar por cobardías o por violencias.
Ayer hubiéramos escuchado que discutían una y otra vez por los primeros puestos, porque no terminaban de asumir el camino de servicio y humildad que habían de emprender; también hubiéramos visto sus intolerancias cuando pretenden impedir que otros también hagan el bien en el nombre de Jesús, como si todo fuera de su especial exclusividad; hoy contemplamos las reacciones violentas que surgen en sus corazones cuando no son aceptados o son rechazados.
‘¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo y acabe con ellos?’ Es la reacción violenta al hecho de que no los recibieran en la aldea porque iban a Jerusalén. Se quieren valer de los poderes que Jesús les ha dado cuando los había enviado con poder sobre los espíritus malignos, para imponer su autoridad o su presencia. ‘Jesús les regañó. No sabéis de qué espíritu sois. El Hijo del hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos’.
Decíamos antes que teníamos que aprender de este camino de subida de Jesús a Jerusalén para su pascua. También nosotros hemos de hacer un camino de superación, de subida, de pascua en nuestra vida; un camino de crecimiento espiritual pero en el que nos vemos tentados por tantas cosas que a veces parece que en lugar de avanzar retrocedemos.
Siguen rondándonos en nuestro corazón las ambiciones o los deseos o impulsos materialistas; nos cuesta realizar un camino de humildad que nos lleve a ser en verdad comprensivos con los que están a nuestro lado; la actitud de servicio para olvidarnos de nosotros mismos para darnos a los demás se nos hace costosa y difícil en muchas ocasiones; también tratamos muchas veces de imponernos o de imponer nuestras cosas aunque sean buenas, pero por la fuerza de la violencia en gestos y palabras.
De Jesús tenemos que aprender, de su humildad y de su amor; escuchar sus palabras que nos iluminan allá en lo hondo del corazón. Tenemos que aprender a subir, a crecer espiritualmente, a superarnos en tantas cosas de las que nos cuesta arrancarnos, a poner actitudes nuevas en nuestro corazón que nos lleven a actuar de una forma distinta, a ser verdaderos constructores de paz desde nuestro diálogo y nuestro amor. Que nunca la violencia impere en nuestra vida, sino que siempre nos llenemos de amor. Es un camino de pascua, porque si lo queremos hacer bien nos daremos cuenta cómo Dios está con nosotros y, aunque nos sea difícil y costoso en muchas ocasiones, nos sentimos con la fuerza de su Espíritu para ir avanzando y realizando ese crecimiento espiritual.

Subamos con Jesús a Jerusalén, a su cruz y su pasión, que sabemos que estaremos alcanzando así la vida y la salvación para nosotros y para nuestro mundo. 

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