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miércoles, 1 de octubre de 2014

Somos discípulos de Jesús haciendo su mismo camino y viviendo su misma vida.

Somos discípulos de Jesús haciendo su mismo camino y viviendo su misma vida.

Job, 9, 1-12.14-16; Sal. 87; Lc. 9, 57-62
El discípulo es el que hace camino detrás de su maestro. Hacer camino en este caso es algo más que recorrer unas distancias geográficas para ir de un lugar a otro. Aunque ahora el evangelio nos dice que ‘iban de camino’, subían a Jerusalén tal como le vimos ayer a Jesús emprender ese camino de subida.
Pero el discípulo hace camino junto a su maestro. No se contenta con mirar como si fuera un espectador, o como alguien que quizá está investigando porque simplemente quiere saber. El camino que hace el discípulo de Jesús es vivir su misma vida, mucho más que seguir unas huellas, aunque tengamos que buscarlas para no perdernos. Hacer camino con Jesús tiene sus exigencias, aunque en nuestra dificultad cada uno tenemos nuestro ritmo, pero en el que tenemos que ir aprendiendo poco a poco a seguir el mismo ritmo de Jesús, porque así tan íntimamente nos queremos unir a El.
Hoy, en este evangelio, ‘mientras iban de camino Jesús y sus discípulos’, hay algunos que se ofrecen para seguirle, otros son invitados, algunos quieren poner como sus condiciones para seguirle pidiendo plazos. A todos Jesús les hará ver cómo de verdad hay que seguirle, cual ha de ser el estilo o el sentido de su seguimiento, cuales son las exigencias.
Es bueno la buena voluntad -y valga la redundancia de palabras - pero no es suficiente. ‘Te seguiré a donde vayas’, se le acerca una ofreciéndose. Pero Jesús le dirá que ‘las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. Es necesario que tengamos claro a donde vamos o a lo que nos ofrecemos. No podemos ir buscando seguridades para la vida, cuando nos decidimos a seguir a Jesús. Si lo seguimos porque queremos vivir su misma vida, tenemos que tener claro con lo que nos vamos a encontrar. ‘El Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. Es necesaria una disponibilidad total como es necesario que conozcamos de verdad a Jesús para poder dejar cautivarnos por El. Ya le escucharemos decir cuando nos envíe que no llevemos ni bastón, ni alforja, ni sandalias. Ya lo comentaremos.
Cuando Jesús nos invita a seguirle no nos podemos quedar con dudas ni queriendo resolver primero otras cosas. El nos invita a un camino de vida, porque es un camino de amor, y no nos podemos seguir entreteniendo en nuestras muertes. Ahora es Jesús el que invita a otro que se encuentra en el camino. Este quisiera seguirle, pero quiere ir primero a enterrar a su padre. Jesús le dice que lo ha invitado a la vida, que deje que los que quieren seguir en la muerte se encarguen de enterrar a los muertos. Jesús nos invita a seguirle y para eso tenemos que desprendernos de tantas cosas muerte como puedan envolver nuestra vida. ¿Cuáles serían esas señales de muerte que aun quedan en nosotros y de las que tenemos que desprendernos? La invitación de Jesús nos hace pensar y revisar pero para ponernos a caminar con decisión con El.
En el camino será otro ahora el que quiere seguir a Jesús pero quiere poner plazos para poder deshacerse de los lazos que aún le atan. ‘Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia’. Nos cuesta arrancarnos de cosas, de situaciones y parece como si estuviéramos siempre queriendo volver atrás. Cuando vamos con Jesús lo que nos toca es mirar hacia adelante para no perder el rumbo, porque delante de nosotros va el Señor. Si nos distraemos volviendo nuestra mirada a otras cosas que en otros momentos fueron una atracción para nosotros, perderemos el ritmo, perderemos el paso de Jesús, no somos dignos de El. Es como el que va arando para que los surcos sean rectos es necesario mirar hacia adelante en la meta que tenemos delante de los ojos. ‘El que echa la mano en el arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios’, le responde Jesús.
Hacemos camino con el Maestro, hacemos camino con Jesús. No somos espectadores del camino que otros hacen, ni simplemente somos espectadores de la vida de Jesús. Somos sus discípulos para hacer su mismo camino, para vivir su misma vida. Y con Jesús no caben componendas y arreglitos. Es cierto que nos cuesta porque tenemos demasiados apegos y ataduras en el corazon. Pero tenemos que decidirnos a emprender el camino. Una cosa sabemos. No vamos solos. No lo hacemos por nosotros mismos. El Señor que nos llama y que nos invita está con nosotros, es más, nos da la fuerza de su Espíritu para que podamos hacer el camino, ser en verdad sus discípulos.

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