Con la continua protección de los santos ángeles nos veamos libres de los peligros presentes y conducidos a la vida eterna
Ex. 23, 20-23; Sal. 90; Mt. 18, 1-5.10
‘Bendecid al Señor,
ángeles del Señor; cantadle y ensalzadle eternamente’. Es la antífona del inicio de esta
celebración. De forma semejante comenzamos hace unos días. Entonces
celebrábamos a los santos Arcángeles san Miguel, San Rafael y san Gabriel; hoy
celebramos a los santos Ángeles Custodios.
El otro día además de fijarnos en ese cántico celestial
de los Ángeles y Arcángeles y todos los coros celestiales a la gloria de Dios,
nos fijábamos también en la función de los Arcángeles, ‘poderosos ejecutores de sus órdenes’ como decíamos también con la
antífona litúrgica, con mensajeros divinos para hacernos conocer los misterios
de nuestra salvación y hacernos sentir también la presencia de Dios junto a
nosotros.
También hoy con todos los ángeles queremos bendecir al
Señor, pero estamos queriendo considerar de manera especial cómo Dios ha
querido enviar a sus ángeles para nuestra custodia, vernos defendidos con su
protección y gozar eternamente de su compañía, como expresamos en la oración
litúrgica del día. En el salmo fuimos repitiendo ‘ha dado órdenes a sus ángeles para que te guarden en tus caminos’.
Es la función que junto a nosotros tienen los santos ángeles custodios.
Esos espíritus puros, criaturas de Dios, que gozan de
la visión de Dios eternamente - recordemos lo que nos ha dicho Jesús en el
evangelio que ‘están viendo siempre en el
cielo el rostro de mi Padre celestial’ - y que alaban y bendicen al Señor
en el cielo invitándonos a todas las criaturas a prorrumpir también en ese
cántico de alabanza, pero que Dios ha querido poner a nuestro lado como
especiales custodios y protectores del camino de nuestra vida ‘para librarnos de los peligros presentes y
nos lleven a la vida eterna’, como expresamos también en las oraciones de
la liturgia.
Tenemos que amar a nuestro santo ángel de la Guarda que
junto a nosotros está siempre para prevenirnos contra los peligros; amarlos y
escucharlos, dejarnos conducir por sus inspiraciones. Cuántas veces sentimos en
nuestro interior una inspiración que nos quiere conducir a lo bueno o impulso
que nos lleva a prevenir un peligro, a alejarnos de una situación no buena que
nos surge quizá de forma inesperada, a decir no en un momento determinado a
algo que quizá nos sentíamos arrastrados a realizar y que sabíamos que no era
bueno. Pensemos en ese ángel de Dios que está junto a nosotros inspirándonos y
derramando sobre nosotros la gracia del Señor para fortalecernos contra los
peligros y las acechanzas del mal.
Hemos quizá
infantilizado demasiado la figura del ángel de la guarda que se nos queda quizá
en las oraciones que aprendimos de niños o enseñamos a nuestros hijos pequeños,
pero luego no tenemos fe en ese presencia de gracia que Dios ha querido poner
junto a nosotros a lo largo de toda nuestra vida; el Ángel de la Guarda no es
solo para tenerlo en cuenta en la niñez sino para saber sentir su inspiración a
lo largo de toda nuestra vida.
El Señor le decía al pueblo de Israel a través de
Moisés, allá en el libro del Éxodo: ‘Voy
a enviarte un ángel por delante para que te cuide en el camino y te lleve al
lugar que he preparado. Respétalo y obedécelo…’ Es lo que nosotros también
hemos de escuchar; se nos ha proclamado como Palabra de Dios para nosotros hoy
en nuestra celebración. Dejémonos inspirar y conducir por el ángel que el Señor
ha puesto a nuestro lado que nos custodia y que nos protege. Que como bien sabemos no es solo la
protección contra los peligros que podíamos llamar materiales o terrenos, sino
que sentimos esa protección contra los peligros que atentan contra nuestra
alma, como son las tentaciones que nos conducen al pecado y a la muerte.
Por eso pediremos hoy en la oración después de la
comunión que ‘a quienes hemos sido
alimentados con los sacramentos que nos llevan a la vida eterna… bajo la tutela
de los ángeles vayamos por los caminos de la salvación y de la paz’. Hoy
nos unimos a los santos ángeles en nuestra liturgia terrenal para cantar la
alabanza del Señor pero con la esperanza de que un día en el cielo nos unamos a
la creación entera junto a nuestros santos ángeles custodios para cantar la
gloria del Señor por toda la eternidad.
Como iniciamos nuestra reflexión y la liturgia de este
día ahora nosotros queremos repetir una vez más: ‘Bendecid al Señor, ángeles del Señor; cantadle y ensalzadle
eternamente’.
No hay comentarios:
Publicar un comentario