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viernes, 11 de julio de 2014

San Benito sigue siendo maestro en la escuela del divino servicio para la gloria del Señor



San Benito sigue siendo maestro en la escuela del divino servicio para la gloria del Señor

Prov. 2, 1-9; Sal. 33; Mt. 19, 27-29
‘Esclarecido maestro en la escuela del divino servicio’, es la definición que de san Benito nos da en la liturgia de su fiesta que estamos celebrando; precisamente lo llamamos san Benito Abad; es una referencia clara a lo que significó san Benito y su obra en la vida de la Iglesia de su tiempo, en Europa a través de los siglos y para toda la Iglesia en todos los tiempos. Se le considera padre del monacato en Occidente y por el lugar tan importante que El y su orden benedictina tuvieron en la construcción de la Europa cristiana fue proclamado por la Iglesia como patrono de Europa.
Nacido en Nursia, de ahí el nombre con que se le conoce san Benito de Nursia, se formó en Roma, pero pronto sintió la llamada del Señor a una vida retirada del mundo para dedicarse en el silencio de la vida eremita a la oración y al servicio del Señor. Establecido primero en la Umbría pronto se marchó a Campania y en Monte Casino dio origen a la vida monacal con los que en su entorno pronto se congregaron para vivir su mismo estilo de vida.
Oración y trabajo fueron los fundamentos de su espiritualidad y lo que dio origen a la Regla benedictina primero para el monasterio de Montecasino y luego para todos los que fueron surgiendo a lo largo y a lo ancho de Europa con numerosas ramas que fueron surgiendo en los distintos momentos de la historia buscando siempre el seguir con radical fidelidad el espíritu de la regla de san Benito.
‘Esclarecido maestro en la escuela del divino servicio’ decíamos al principio que lo definía la liturgia; maestro en la vida espiritual y no solo para los que se consagran a Dios en la vida retirada en el silencio y la oración en un monasterio, sino que tendríamos que decir que es maestro de vida espiritual para todos los que queremos seguir el camino de Jesús y del evangelio.
El monje lo vive en su vida retirada dentro del monasterio dándole una relevancia especial a esos momentos intensos y solemnes de oración en la liturgia de las horas en los distintos momentos del día, pero con ese mismo espíritu hemos de vivir nuestra fe y nuestra vida cristiana allí en medio del mundo donde tenemos que realizar nuestra labor y nuestro trabajo con el que  nos ganamos el pan de cada día, porque también todo cristiano ha de vivir su vida creyente alimentada en la oración que no podrá faltar nunca en su vida.
Es lo que viven por una parte todos los que se consagran al Señor en la vida religiosa y que distribuyen en medio de sus tareas de cada día los distintos momentos de oración siguiendo también el ritmo de la liturgia de las horas; pero son también muchos los cristianos, que sin pertenecer a ninguna orden o congregación religiosa también viven con intensidad la misma oración de la Iglesia en la liturgia de las horas y tanto rezan cada mañana la oración de Laúdes, como cada tarde la oración de las Vísperas y también muchos en el medio día la llamada oración intermedia. Son muchos los cristianos que quieren vivir una espiritualidad profunda y se ayudan de esta oración litúrgica de la Iglesia sea en una oración individual como uniéndose a grupos de oración en parroquias o en comunidades.
Es la oración que santifica nuestro trabajo de cada día, haciendo que no lo veamos como una pesada carga o un castigo sino también como una forma de dar gloria al Señor. Con nuestro trabajo no solo nos ganamos el sustento de cada día, sino que en el desarrollo de nuestra inteligencia y nuestras capacidades a través del trabajo estamos contribuyendo al desarrollo de nuestro mundo,  a la mejora de nuestra sociedad lo que es como una continuación de la tarea creadora de Dios que al crearlo ha puesto al mundo en nuestras manos. Así para el creyente que quiere vivir una intensa espiritualidad cristiana el trabajo se convierte en oración, porque con nuestro trabajo estamos dando gloria al Señor al tiempo que hacemos el bien para los demás.
Ora et labora, oración y trabajo, decíamos que era el lema de la regla de san Benito, al que con la liturgia hemos llamado maestro en la escuela del divino servicio. Veamos  ahí cómo está siendo maestro para nosotros que nos ayuda en nuestro enriquecimiento espiritual y nos está enseñando cómo en todo momento podemos y debemos siempre dar gloria al Señor.

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