No necesitas dinero ni cosas materiales para regalar una sonrisa al que está a tu lado y alegrarle el día
Os. 11, 1-4.8-9; Sal. 79; Mt. 10, 7-15
‘Id y proclamad que el
Reino de los cielos está cerca’,
es el mandato de Jesús. Ya ayer escuchábamos como entre todos los discípulos
había escogido a doce a los que constituyó apóstoles, sus enviados a hacer el
anuncio del Reino.
¿Cómo han de hacer ese anuncio? Ya escuchábamos
entonces que ahora no habían de ir ni a tierra de paganos ni a Samaría sino
solo a las ovejas descarriadas de Israel. Aquellos de las que Él había sentido
lástima cuando las había contemplado extenuadas y abandonadas como ovejas que
no tienen pastor. Aquí envía ahora a sus discípulos, a los apóstoles escogidos
y enviados de manera especial.
Han de hacer el anuncio del Reino, pero no serían solo
sus palabras sino que su misma vida había de ser signo para aquellas gentes de
que el Reino de Dios había llegado, estaba cerca. Les da autoridad para
expulsas a los espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Ahora les
dice ‘curar enfermos, resucitad muertos,
limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis’.
Aquí está la clave, lo que habían recibido. Por eso
decimos que no solo habían de ser sus palabras las que hicieran ese anuncio,
sino sus mismas vidas. Allí tenían que presentarse como quienes Vivian ya ese
señorío de Dios sobre sus vidas, porque eso tenía que ser vivir el Reino de
Dios; allí habían de presentarse ellos como los primeros que habían sido liberados
por la gracia del Señor de todo mal, y eso mismo habían de hacer con aquellos
que encontrasen.
Han de llevar el anuncio de la paz, no solo con el
saludo de sus palabras, sino con las actitudes de sus vidas. Por eso les pide
que no lleven nada, solo han de llevar la paz que llena e inunda sus corazones;
no necesitan nada más para hacer ese anuncio del Reino. No será en apoyos humanos donde han de
afirmarse, sino en la confianza total con el Dios que les ama. ¿No habían oído
hablar ya de la providencia de Dios allá en el sermón del monte? Dios proveerá;
si la obra que van realizando es obra de Dios, con Dios han de contar.
De ahí el desprendimiento y generosidad que tiene que
brillar en sus vidas; de ahí esa disponibilidad y ese dejarse conducir por el
Señor. ‘No llevéis en la faja oro, plata
o calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalias,
ni bastón… cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quien hay de
confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis…’ Es el desprendimiento
total; es la confianza puesta en Dios que no nos abandonará; es la fortaleza
que encontraremos en el Espíritu del Señor.
Os confieso una cosa; cuando lee uno los Hechos de los
Apóstoles, por ejemplo, los viajes de san Pablo, uno piensa desde las cosas o
la manera de hacer las cosas como estamos acostumbrados, que para poder
realizar tan grandes desplazamientos se necesitarían muchos medios incluso
económicos para poder ir de un sitio a otro. ¿San Pablo era tan rico como para
hacerse tan largos viajes y desplazamientos? Es el pensar como una tentación
que le viene a uno a la cabeza.
Pero tenemos que haber escuchado antes y meditado mucho
este pasaje del evangelio que hoy hemos escuchado y estamos meditando. Es
fijarnos en lo que nos pide el Señor; con nuestra pobreza, nuestra
disponibilidad, la generosidad del corazón; ya Dios dispondrá de los medios. En
El tenemos que poner toda nuestra confianza. Ya sé que eso nos cuesta porque
somos muy humanos y nos parece que sin medios materiales poco o nada podríamos
hacer. Es cierto que los necesitamos, pero nuestro apoyo lo hemos de buscar
siempre en el Señor.
Cuantas cosas buenas podemos hacer cada día si hay
disponibilidad para el bien en nuestro corazón. No son cosas materiales
solamente lo que necesitan los que están a nuestro lado. Con nuestra acogida y
sinceridad, con nuestro espíritu humilde y nuestra generosidad para compartir,
con la alegría de nuestro corazón y nuestra capacidad de escucha, cuánto
podemos hacer. ¿Necesitas dinero para una sonrisa o para poner cara amable al
que está a tu lado? Así podríamos pensar en muchas cosas con las que podemos
alegrarle el día a los que están a nuestro lado.
Son los milagros que cada día nos pide el Señor que
realicemos, porque primera que nada nosotros tenemos que ser capaces de
superarnos de nuestras limitaciones, de nuestros cansancios o de nuestro mal
humor, de nuestros agobios para tener paz en el alma, para tener una sonrisa en
el rostro, para tener una mano abierta y tendida para ayudar a dar un paso o
caminar al que está a nuestro lado. Si tenemos generosidad en el corazón muchas
cosas podemos hacer con las que estaremos manifestando de verdad que el Reino
de Dios está en nosotros.
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