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miércoles, 23 de julio de 2014

La alegoría de la vid y los sarmientos compendio del camino de la espiritualidad cristiana

La alegoría de la vid y los sarmientos compendio del camino de la espiritualidad cristiana

Gal. 2, 19-0; Sal.33; Jn. 15, 1-8
Escuchamos en el evangelio la conocida alegoría de la vid y los sarmientos. Una rica imagen que nos ofrece el evangelio y que me atrevería a decir que compendia de forma muy hermosa el camino de nuestra espiritualidad. Es la imagen de la vid que ha de ser cuidada, pero cuyos sarmientos han de estar profundamente unidos a la cepa, a la vid, porque de lo contrario no tendrían vida por si mismos ni podrían dar los hermosos frutos que de ellos se esperarían; pero vid y sarmientos que han de ser bien atendidos y cuidadosamente podados para quitar lo inservible, lo que le restaría savia y vida para que puedan producir los mejores frutos.
He dicho que puede ser un hermoso compendio del camino de nuestra espiritualidad, pero no de una espiritualidad cualquiera sino de nuestra espiritualidad cristiana. Hay en el corazón del hombre un ansia y una sed de infinito y de plenitud; sentimos hondamente dentro de nosotros que somos algo más que materia, porque somos seres espirituales y estamos llamados a darle una trascendencia a nuestra vida que va más allá de nuestras funciones corporales y meramente animales, podríamos decir.
Pero ese ser espiritual no lo vivimos nosotros de cualquier manera; además ser espiritual es algo más que decir que rezamos mucho porque creemos en Dios, o que le tenemos mucha devoción a los santos y tenemos muchas imágenes con nosotros, ‘muchos santitos’; tampoco se trata de esas fuerzas o energías positivas, como se dice ahora, que todos llevamos dentro o que nos puedan hacer tener como unos poderes especiales. Hoy muchos por ahí nos hablan de que son muy espirituales, porque creen en las fuerzas de los espíritus, porque dicen que tienen una energía espiritual o porque dicen que nos pueden leer la mente o lo que nos ha pasado o nos puede pasar. Hay además una utilización de muchos signos religiosos cristianos por esas personas para hacernos creer en sus poderes y hacérsenos pasar por seres espirituales, dándole un sentido mágico a todo lo religioso y espiritual. Tenemos que tener cuidado con todas esas cosas que nos crean profunda confusiones.
Hablaba al principio de esa sed de espiritualidad que hay en el fondo del corazón de todo hombre, de toda persona, pero nosotros tenemos una fuente que de verdad nos lleva a Dios  y a tener una profunda espiritualidad que nosotros además apellidamos cristiana. Es que en Cristo tenemos el fundamento; su Palabra es la que de verdad ilumina nuestra vida por dentro y no será un espíritu como energía que vaga por el mundo quien nos haga crecer interiormente, sino que es el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo que Jesús nos prometió el que nos va a llenar de esa vida de Dios en quien de verdad va a encontrar el hombre su plenitud.
Es el Espíritu Santo, el Espíritu divino, no una energía como si fuera una fuerza que sale de un imán, el que de verdad nos llena de vida y nos eleva para darle verdadera profundidad a nuestra existencia. Es necesario, pues, mantener nuestra unión con Dios, con su Espíritu divino, que es el que nos llena de vida y nos hace tender a lo más grande, a lo más noble, a lo verdaderamente espiritual.
Jesús nos habla de la necesaria unión de los sarmientos y la vid, ya lo hemos comentado, que es hablarnos de esa unión con Dios que mantenemos con nuestra oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la gracia de los sacramentos que nos hace partícipes de esa vida de Dios. Una persona verdaderamente espiritual tiene que ser una persona de oración profunda, que sepa sentir y vivir la experiencia de la presencia de Dios en su vida; una persona verdaderamente espiritual ha de ser alguien abierto a Dios y a su Palabra, porque ahí encontrará el camino de su vida y la luz para ese camino; una persona verdaderamente espiritual es alguien que está en continuo crecimiento en su interior, pero que le hará purificarse continuamente de todo aquello que va manchando su vida y que sería una rémora que le impidiera avanzar hacia Dios.
Es lo que nos ha explicado en las imágenes de la alegoría de la vid Jesús en el Evangelio. Es lo que nos llevará a que demos frutos de amor y de santidad en nuestra vida. Una persona impregnada de la espiritualidad cristiana será siempre una persona que derroche amor, compromiso por los demás, generosidad, desprendimiento, deseos de bien y de bondad, que se mostrará siempre sincera y veraz en su vida, que obrará en todo momento con toda rectitud.

Es que en ese camino de la verdadera espiritualidad cristiana ya solo viviremos para Dios y dejaremos que Dios habite para siempre en nuestra vida; más aún, no es nuestra vida, sino que es la vida de Dios que habita en mí, como nos ha dicho san Pablo.

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