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viernes, 7 de marzo de 2014

El ayuno que yo quiero es éste... poner amor, paz,armonia en la convivencia de cada dia



El ayuno que yo quiero es éste… poner amor, paz, armonia en la convivencia de cada dia

Is. 58, 1-9: Sal. 50; Mt. 9, 14-15
‘Los discípulos de Juan se acercaron a Jesús preguntándole: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?’ Todo grupo tiene sus normas y reglamentos, se expresan con unas costumbres o unas formas muy particularles de actuar. En torno a Juan allá en el desierto junto al Jordán se reunían muchos discípulos que trataban de llevar a rajatabla las normas e instrucciones que el profeta les propondría; bien sabemos que en los alrededores del Mar Muerto, en Qumrán se había formado también una comunidad muy estricta en sus prácticas religiosas; y también los fariseos que eran algo mas que un partido de sentido político tenían también sus normas muy estrictas a la hora de entender sus prácticas religiosas.
Es por lo que surge la pregunta; no terminan de entender que si ellos que se están preparando intensamente para la llegada del Mesías, cómo es que Jesús no les pida la misma intensidad de penitencias y ayunos a sus discípulos. La dará oportunidad a Jesús - nos dará oportunidad a nosotros también ya desde el principio de esta Cuaresma - para explicarnos y poder entender el verdadero sentido del ayuno.
El hacer ayuno, con lo que significa de austeridad y de sacrificio, sin embargo llevaba otras connotaciones que habían de manifestarse también externamente. Decir ayuno era decir poner, llamemoslo así, cara de circunstancias; sería la expresión de la seriedad, sería un cierto deje de tristeza, sería como una manifestación de duelo y de dolor. Tenía que expresarse también externamente en unos gestos o en unos signos de ayuno y penitencia que se estuviera haciendo.
No es ese el sentido  ni el estilo de Cristo. Primero ahora les dice que si estan los amigos del  novio con él en la fiesta de bodas, no es el momento de tener expresiones de tristeza en el rostro ni de manifestación de duelo. Para eso habrá otros momentos que ya llegarán; y en cierto modo hace un anuncio de su pasión y de su muerte; ‘cuando se lleven al novio’, les dice.
Pero tendríamos que recordar aquí también lo que Jesús ya decía en el sermón del monte - que nosotros escuchamos en la lectura del evangelio del miercoles de ceniza -; ‘cuando ayunéis, nos decía entonces, no andéis cabizbajos, como los farsantes que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan… cuando ayunes perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre que ve en lo escondido y te recompensará’.
No tienen que ha ver tintes de tristeza y de duelo en el ayuno. Si queremos hacer una ofrenda de sacrificio al Señor, es porque queremos mostrarle nuestro amor, y el amor siempre hay que vivirlo con gallardía y con alegría.
Pero ¿cuál es el ayuno que el Señor quiere?, se preguntaba el profeta. ¿Un ayuno entre violencias y opresiones? ¿un ayuno lleno de vanidades y de orgullos? ¿un ayuno que esté carente de amor a los demás? ‘Ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad’, les decía el profeta de parte del Señor. ‘El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne’.
Ahí tenemos todo un programa. Un programa que hemos de saber traducir a lo que es la realidad de nuestra vida. No iremos sacando a la gente de la cárcel, porque eso no estaría en nuestra mano y otros serían los que tendrían que actuar ahí, pero sí cada uno de nosotros podemos hacer mucho en ese sentido con los que nos rodean y con los que convivimos cada día.
Ayuna arrancando de tu vida todo lo que sea violencia, en gestos o en palabras; ayuna aprendiendo a respetar y a valorar más a esas personas que están a tu lado; ayuna comenzando a saludar a esa persona que no te cae bien o dando pasos de acercamiento a esas personas con las que no me entiendo o los que un día pudimos haber tenido un problema; ayuna no negándole el saludo o la palabra buena a nadie, a ese con el que te encuentras cada día y pasas a su lado sin decirle una palabra o sin mirarle a los ojos.
Tiende tu mano y tu rostro lleno de comprensión a esa persona que sufre a tu lado; detente a hablar con aquel que está solo y parece que nadie atiende ni entiende; comparte las sonrisas de tu corazón con aquel que vemos lleno de tristeza o de amargura; muestra gestos de paz para con aquellos que son violentos y están queriendo siempre imponerse aunque sea a voces, derrotándolos con tu sonrisa, con tu palabra buena, con tu amabilidad y comprensión para ayudarles así a que cambien sus posturas y actitudes.
Ese es el ayuno que el Señor quiere; seguramente será un sacrificio mucho mayor hacer alguna de estas cosas que privarte de un bocadillo de jamón o comerte un trozo de carne. ¿Qué será lo que más agrada al Señor? ¿cuál es el verdadero ayuno que el Señor quiere? Vete poniendo amor,  paz, armonía en la convivencia de cada día con los que están a tu lado. ‘El Señor te recompensará’.

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