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martes, 14 de enero de 2014

Una Buena Noticia que llega con la autoridad de la salvación para todos

1Sam. 1, 9-20; Sal. 132; Mc. 1, 21-28
Si ayer escuchábamos el primer anuncio que Jesús hacía del Reino de Dios invitando a la conversión y a creer en El, hoy le vamos ya acudir a la Sinagoga a enseñar. Ayer contemplábamos a los primeros discípulos que escuchaban su palabra y su invitación y cautivados por El se decidían a dejarlo todo por seguirle. Hoy vemos cómo la gente se quedaba asombrada de su enseñanza, porque enseñaba con autoridad.
Su Palabra es Palabra de vida y Palabra de salvación. Su Palabra hace enardecer los corazones y llegaba a lo más hondo de ellos haciendo renacer la esperanza y los deseos de una vida nueva. Pero su Palabra era una Palabra salvadora. Con autoridad expulsaba los demonios, como señal de esa victoria sobre el mal y sobre el pecado que iba a significar su vida.
‘Había en la sinagoga un hombre que poseía un espíritu inmundo y se puso a gritar’, nos dice el evangelista. La presencia de Jesús es una presencia llena de gracia y de salvación. Y el mal se resiste. ‘¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret?’
Un signo maravilloso que se realiza con la presencia y la palabra de Jesús. ‘Cállate y sal de él’, le dice Jesús. ‘Y el espíritu inmundo lo retorció y dando un grito muy fuerte, salió. Todos se quedaron estupefactos. ¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo’, es la reacción de la gentes cuando contemplan lo sucedido. ‘Y su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea’.
Se nos está manifestando quién es Jesús. Lo hemos venido meditando al finalizar el tiempo de Navidad y Epifanía y ahora cuando comenzamos a leer el principio del evangelio de Marcos lo estamos viendo con toda claridad. Esto tiene que ayudarnos mucho en el crecimiento de nuestra fe y en la respuesta de vida que hemos de darle al Señor; la respuesta que hemos de darle con toda nuestra vida.
No contemplamos estos hechos que nos va narrando el evangelio de una manera fría como quien simplemente lee o escucha una historia. Para nosotros tiene que ser mucho más, porque para nosotros es la Palabra del Señor. Una Palabra que el Señor nos dirige de manera concreta a nosotros con lo que es nuestra vida porque así quiere llenarnos de su gracia y así quiere ir transformando cuando de mal hay en nosotros. Decimos, confesamos que es nuestro salvador, pero decir que es nuestro Salvador es decir que nosotros queremos llenarnos de esa salvación.
También tantas veces hemos dejado que se meta el mal en nuestra vida; la tentación nos acecha y no siempre somos lo buenos que tendríamos que ser y el pecado nos domina, llena nuestro corazón. Nos cuesta reconocerlo, no tenemos siempre la suficiente humildad. Algunas veces también nos resistimos a la gracia del Señor. Dejémonos conducir por su Espíritu, dejemos que su gracia salvadora llegue a nuestra vida, abramos nuestro corazón a su salvación. Que seamos capaces de sentir la novedad de vida que su Palabra tiene en cada momento para nosotros. Como aquella gente que sentía y reconocía lo nuevo que había en la Palabra de Jesús y en su manera de enseñar. Era en verdad Buena Nueva, Buena Noticia de Salvación, era Evangelio para su vida, como lo es siempre para nosotros.

Y una palabra en referencia a la primera lectura. Es la súplica confiada que Ana hace al Señor en su oración. Mucho era el dolor que sentía en su alma, pero mucha era la confianza que ponía en el Señor. Su oración estaba llena de lágrimas por su sufrimiento y su dolor, pero su oración estaba también llena de confianza y de esperanza. Y el Señor escuchó su oración. Con la misma confianza hemos de acercarnos al Señor desde nuestras necesidades, desde nuestro dolor, pero siempre con mucho amor.

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