Vistas de página en total

jueves, 16 de enero de 2014

El amor de Jesús nos contagia y nos hace fructificar en el amor

1Sam. 4, 1-11; Sal. 41; Mc. 1, 40-45
Qué fuerza más poderosa tiene el amor. Desde un amor verdadero cuánto podemos hacer y cuando vivimos impregnados por el amor vemos cómo en torno de nosotros van como surgiendo y ramificándose nuevas plantas de amor que van impregnando todo cuanto nos rodea.
Hace unos días en las redes sociales circulaba un video muy hermoso que quise también compartir con mis amigos. Es difícil que ahora en palabras pueda expresar la fuerza de aquellas imágenes tan hermosas que nos ofrecía el video. Todo arrancaba de un gesto muy sencillo que fue una persona que se acercó a levantar a un muchacho que circulando en medio de la gente, de repente cayó al suelo y quedó como mal herido. El que aquella persona desconocida le ayudara a levantarse sin más provocó que aquel muchacho ayudara a una anciana que caminaba con dificultad con sus bolsos y paquetes hasta llegar a su portal; pero luego seria aquella anciana la que ofreció ayuda a un pobre que estaba sentado en el suelo del portal, y así se fue desencadenando una serie de gestos hermosos en que unas personas al sentirse ayudadas al tiempo hacían lo mismo con los que iban encontrando a su paso. El amor provocó el amor e hizo que se fuera ramificando en muchos otros gestos de amor y de solidaridad. Eran muy hermosas las imágenes de aquel video.http://mundoconsejos.com/un-chico-se-cae-de-su-patineta-y-produce-una-cadena-de-eventos-hermosos/
Escuchando hoy el evangelio y lo que venimos escuchando en estas primeras páginas del evangelio de Marcos es lo que vemos que va significando la presencia de Jesús en medio de las gentes. Desde el amor de Jesús que podíamos decir se desprendía de su persona, ya ayer veíamos que primero le llevan a casa de Simón y de Andrés donde la suegra de Simón está enferma y Jesús la levanta de su postración. Más tarde veremos cómo la población entera se agolpaba a la puerta del casa donde estaba Jesús, porque todos querían estar con El, no solo escucharle sino sentir sobre ellos lo que era su amor, su misericordia, su acogida cuando a todos atendía, para todos tenía una palabra, y a todos liberaba de sus males.
Cuántas veces el ser escuchados y valorados, el ser tenidos en cuenta nos vale mucho más que cualquier medicina para curar nuestras enfermedades. Cuánto nos tendría que hacer pensar todo esto para nuestras actitudes y posturas ante el sufrimiento de los demás, porque hemos de reconocer que son cosas que muchas veces nos cuesta hacer.
No era ya solo el milagro donde se veían libres de su enfermedad o su invalidez sino que tendríamos que decir era la acogida de Jesús a cuantos con sufrimiento llegaban hasta él. Hoy en el evangelio escuchamos que es un leproso el que se acerca a Jesús. ‘Si quieres, puedes limpiarme’, le pide a Jesús, pero lo más hermoso es el amor y la cercanía de Jesús que se acerca hasta él, extiende su mano y lo toca – lo que era inconcebible para los puritanos porque el tocar a un leproso era una impureza legal que se cometía – y, por supuesto, lo cura.
El amor de Jesús provoca el amor, porque, como escuchamos ayer y en ese sentido escucharemos mañana, la solidaridad se despertaba en todos, que traían a sus enfermos, a los impedidos hasta Jesús para que los curara, como mañana veremos la inventiva del amor en aquellos que traen el paralítico y lo descolgarán desde la azotea hasta los pies de Jesús.
Estamos contemplando, es cierto el poder de Jesús, pero tendríamos que descubrir detrás de todo ello cómo se manifiesta lo que es el amor que el Señor nos tiene. Y contemplando ese amor de Dios eso provoque nuestro amor, despierte nuestro amor, nuestra capacidad de solidaridad y de acogida a cuantos están a nuestro lado. No estará en nuestras manos la curación de una enfermedad, pero sí está en nosotros la capacidad del amor con que hemos de saber acoger a los demás.

Que así vaya fructificando el amor, se vaya ramificando, como decíamos antes, y contagiemos a cuantos nos rodean de ese amor. Con ello seremos signos ante los demás del amor de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario